España en particular y Europa en general le deben muchas cosas al Imperio Romano si hablamos de caminos y carreteras porque muchas de las calzadas romanas sirvieron para hacer las carreteras que utilizamos hoy.
Y puestos a agradecer por cómo nos movemos en la actualidad, hay que reconocer el mérito de John Loudon McAdam. Probablemente no lo conozcas, pero este comerciante e ingeniero escocés es el inventor del macadán y, en esencia, de las carreteras modernas.
La RAE define el verbo ‘macadamizar’ como “pavimentar con macadán”
En el siglo XIX, la revolución industrial cambió las necesidades de movilidad. Los caminos tradicionales no eran suficiente y un ingeniero era plenamente consciente de ello, por lo que decidió utilizar sus conocimientos y el dinero que había hecho como comerciante para transformar los caminos en las carreteras que conocemos hoy en día. O al menos en algo muy similar.
Hablamos de John Loudon McAdam, el escocés que inventó el macadán. Puede que esta palabra no te diga nada, pero es la base de las carreteras actuales, un firme especial hecho a base de pavimento de piedra machacada que, una vez echada en el suelo, se comprime con un rodillo para convertirse en carretera.
Si bien es cierto que el asfalto es la base de casi todas las carreteras modernas, es un material que comenzó a utilizarse para perfeccionar el macadán que inventó John Loudon McAdam. Con su técnica de macadán, este ingeniero logró crear carreteras mucho más firmes, duraderas y cómodas de transitar que los caminos tradicionales.
Este sistema de pavimento es una mezcla de varios áridos compactados (piedras rotas y limpias, sin arena ni barro), entre los que hay áridos gruesos a base de piedras machacadas que provienen de canteras (o directamente grava natural) y áridos más finos formados por arena, también llamados recebo.
Estos dos tipos de áridos mezclados son el denominado macadán y su inventor descubrió que al echarlo sobre un camino y compactarlo (apisonarlo), la superficie se volvía mucho más firme y soportaba los cambios de temperatura y las lluvias sin que se alterase su capa superior porque el agua se filtraba por sus diferentes capas.
McAdam consideraba que el suelo natural era lo suficientemente firme como para soportar el peso de cualquier carro o animal que circulase por encima. El problema es que, cuando llueve o se moja, esta superficie pierde firmeza y es mucho más complicado transitar por ella. Es lo que sucede en cualquier camino actual.
Para solucionarlo utilizó el macadán. Primero se echaba sobre el suelo natural una capa con los áridos más gruesos, luego se echaba otra capa con otros de menor tamaño y, por último, las piedras más pequeñas se utilizaban para dar forma a la capa superior, que sería la superficie.
Al aplastar todas estas capas, la superficie era lisa y regular. Gracias a ello, moverse por las carreteras de macadán era mucho más rápido y cómodo que hacerlo por los caminos convencionales, especialmente cuando llovía.
Por lo tanto, este avance fue crucial en plena revolución industrial porque los tiempos de transporte se acortaron drásticamente. También contribuyó a la aparición del automóvil.
McAdam recogió su técnica para la fabricación de carreteras en dos tratados escritos en 1816 y 1819 y enseguida comenzaron a construirse carreteras de macadán en Estados Unidos, Reino Unido y el resto de Europa.
Más tarde, ya en 1901, Edgar Purnell Hooley patentó una técnica más avanzada, la del Tarmac, que consistía en añadir una capa de material bituminoso (asfalto hecho a base de alquitrán) en la superficie de rodadura para dar más consistencia al macadán. De esta forma, se consigue una estructura más sólida que el macadán.
Imagen: Motorpasión generada con IA Microsoft Bing