Seguramente muchos habréis oído hablar de Ricardo Costa (debo aclarar que no somos parientes) por su presunta implicación en el caso Gürtel. Pues bien, uno de los temas más cacareados de este asunto es la compra de un coche de alta gama, un Infiniti FX50 S, presuntamente con dinero de una trama corrupta.
En los periódicos podemos encontrar dos versiones. La primera afirma que el coche se compró mediante la trama Gürtel y la segunda que el coche se lo pagó Costa vendiendo un Mercedes, con ahorros y con un préstamo bancario. No es cosa mía opinar sobre algo de lo que no tengo pruebas. Pero, a todo esto, ¿y el coche?
Actualmente está en un desguace, ya que Costa tuvo un accidente en mayo. Al parecer fue en autovía, a las 15:00, en un tramo recto de perfecta visibilidad. Chocó contra la mediana y dio cuatro vueltas de campana por “un despiste” según sostiene Sergio Eguía en su blog. ¿Distracción? Quién sabe…
El caso es que después del choque físico, Costa está recibiendo un ataque mediático con el mismo coche. En sus recientes declaraciones previas a su cese, se disculpó por haber comprado un coche tan caro “en un momento de necesidad para tantas personas”, dejemos al margen las acusaciones de corrupción.
Partamos de la presunción de inocencia y que el coche se lo compró con su dinero. ¿Podemos considerar como moralmente reprobable que un cargo político se compre un coche caro con su propio dinero? Está claro que si fuese con dinero público más de uno quisiera decirle “un par de cosas”, pero pensemos que no.
¿Ha hecho bien disculpándose por ello? ¿Tenemos que meternos en el derecho de cada uno de comprarnos el coche que nos de la gana y nos podamos permitir? ¿Sería mejor persona por comprarse un modelo más económico? ¿Se trata de envidia o de pedir que otros den ejemplo? Sin duda hay para un largo debate.
El Infiniti FX50 S tiene un precio nuevo de 78.900 euros. La versión básica es el FX37 GT (59.900 euros), con un motor 3.7 V6 de 320 CV. El FX50 S tiene un motor 5.0 V8 de 390 CV y consume 13,1 l/100 km de gasolina. No es que sea un ejemplo de austeridad o discrección que se diga. ¿Cómo lo véis vosotros?
Vía | El País