En principio, el futuro del automóvil es eléctrico. Y sin embargo, existe un pequeño rincón de Estados Unidos al que sólo se puede acceder exclusivamente con un coche diésel. Está situado en el centro de la Quiet Zone (la Zona Silenciosa), una región 34,000 km2 de Virginia Occidental, un área en la que el Wi-Fi, los teléfonos móviles y los hornos microondas están prohibidos.
Y a pesar de estar situado en el corazón rural de la sierra de los Apalaches, unas de las zonas consideradas por los estadounidenses como más redneck del país, no tiene nada que ver con algún movimiento radical pro Trump o contrarios a la tecnología que queman Toyota Prius y Tesla Model 3 en la hoguera cada noche. Todo tiene una explicación muy lógica.
Silencio de radio (casi) absoluto
En 1958, el gobierno de los Estados Unidos prohibió el uso de cualquier frecuencia de radio en el área para proteger las investigaciones científicas y de defensa que se llevarían a cabo allí. No era para protegerse de posibles espías rusos, sino porque se iba a construir el mayor radiotelescopio giratorio del mundo. Es una mole con un platillo de 100 metros de diámetro capaz de escuchar cualquier frecuencia procedente del espacio, a millones de años luz de nosotros. Su propósito no es otro que observar y entender nuestro universo.
Así, el objetivo de esta zona es proteger de las interferencias radioeléctricas las principales instalaciones gubernamentales situadas en el corazón de la National Radio Quiet Zone, entre ellas el Observatorio de Green Bank y su radiotelescopio gigante. Las restricciones más severas se aplican en un radio de 20 millas (unos 32 km) alrededor del observatorio e incluyen limitaciones a los servicios Wi-Fi y de telefonía móvil, así como la prohibición de acercarse al observatorio en vehículos que no sean diésel.
¿Por qué sólo con coches diésel? Por una razón muy sencilla. La mezcla de combustible y aire en el motor diésel se incendia por la elevada presión a las que es comprimida en el pistón del motor, a diferencia de un motor gasolina en el que la mezcla se incendia por la chispa de una bujía.
Una chispa cerca de un instrumento tan sensible podría provocar interferencias en la lectura del radiotelescopio. No vaya a ser que el descubrimiento de vida extraterrestre sea en realidad Billy Bob que pasaba por ahí con su Ford Raptor.
Y no es solamente que sólo se pueda acceder cerca del telescopio y otros instrumentos con un diésel, sino que además se hace con modelos muy antiguos, siendo los más recientes de los años 70 (puedes verlos aquí), cuya inyección no es electrónica sino mecánica.
El observatorio de Green Bank tampoco renueva su flota de coches diésel para el mantenimiento por la misma razón. Un modelo más reciente con el aviso acústico de cinturón de seguridad no abrochado o con sensor de parking generaría demasiadas interferencias con los sensibles instrumentos.
En el resto de la Quiet Zone, sin embargo, no existen tantas restricciones. Por ejemplo, se pueden usar coches eléctricos. Y las oficinas del observatorio cuentan hasta con puntos de carga. Es más, el propio Profesor Jay Lockman, ex director del centro y actualmente investigador en el centro, conduce un Chevrolet Bolt.
¿Qué pasará cuando ya no queden recambios para los diésel del centro de investigación? Simplemente apagaran todos los sensores, se acercarán con una pickup eléctrica, harán lo que tengan que hacer, y volverán a encender el telescopio una vez que los coches y furgonetas se hayan marchado de la zona más sensible, explica Jill Malusky, responsable de noticias e información del observatorio.