En el instituto aprendimos todos que F=M*A, es decir, que a mayor masa, más fuerza es necesaria para mover un cuerpo. Los fabricantes investigan formas de reducir la masa de los coches, y por tanto el peso. Una solución muy efectiva es la fibra de carbono, dura y ligera, pero cara de narices.
Ford está experimentando con CFRP —plástico reforzado de fibra de carbono— en el capó de un Focus y ha conseguido reducir mucho el peso de esta pieza por no usar acero. El problema es que fabricar en masa fibra de carbono y a un precio razonable es un desafío industrial. Para finales de la década, Ford quiere adelgazar sus coches 340 kg de media, son palabras mayores.
Como siempre, se trata de optimizar el coste/beneficio. Si por tener un capó tó reshulón de fibra el coche cuesta 500 o 1.000 euros más, no mola. También es una complicación el punto de vista de la seguridad, pues a veces hay atropellos y el capó debe tener un poco de flexibilidad, a la vez que sea resistente a los impactos más graves.
Según datos de Ford, con CFRP se consigue cinco veces más dureza que con acero, el doble de rigidez, y un tercio de peso. En los deportivos más elitistas usar fibra de carbono es algo normal, como máximo exponente tenemos la Fórmula 1, fibra de carbono a saco.
Esto no significa que cuando llevemos nuestro Focus de siguiente generación a la ITV nos crucifiquen por tunetas, irán pintados. También deberán acostumbrarse en los talleres, porque los que saben cuánto pesa un capó de carbono, saben que como hagan fuerza al levantarlo se destrozan la mandíbula.
Ford nos dice que no veremos en un futuro próximo esta tecnología en coches corrientes y molientes, pero que más adelante será una realidad si se consigue producir rápido y con un coste competitivo. Os dejo con un vídeo de Inga Wehmeyer, una ingeniera experta en materiales avanzados de Ford Europa:
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