Un coche es una máquina. Algo sin vida, una invención del ser humano que sirve como transporte. Una cosa que se crea tras un enorme proyecto de ingeniería que requiere de muchas cabezas pensantes, especialistas en muchas ramas que realizan una cantidad de fórmulas matemáticas incontable. Si, es cierto que ahora con los ordenadores todo es más sencillo, pero las matemáticas, la física e incluso la química, forman parte del automóvil. Son un todo que dan forma a esta máquina que tantas pasiones levanta.
No nos cansaremos de decirlo, un automóvil, un coche si lo prefieres, es más que una simple máquina para muchos. Es una forma de vida, una pasión. Es más, sin esa pasión no habría actualmente automóviles. En sus inicios eran artefactos ruidosos, muy sucios y pocos fiables. Se rompían todos los días que salían a circular y armaban un escándalo destacable. Pero cuatro locos se apasionaron por esta cosa sucia y ruidosa, vieron el futuro del transporte y gracias a ellos, aquí estamos, rodeados de coches por todos los lados. Unos más bonitos que otros, unos más rápidos y otros más ahorradores. Pero todo ellos tiene algo que ofrecer, tienen algo ‘que contar’.
Sin embargo, de ahí a considerar un coche como una obra de arte hay un camino largo y complejo. ¿En qué momento se convierte un coche en un obra de arte? ¿Qué hace falta para que a un automóvil se le considere arte? Seguramente existan tantas respuestas como aficionados a los coches.
El coche, una obra de arte mecánica
Eventos como el Concours d’Elegance de Pebble Beach o el Goodwood Festival of Speed están considerados como los más exclusivos y espectaculares del mundo por los ejemplares que se pueden ver cada año. Vehículos exclusivos, únicos en el mundo, máquinas creadas de forma artesanal consideradas, casi todas ellas, auténticas obras de arte. ¿Son en realidad obras de arte? ¿Se les puede considerar como tal?
Si nos guiamos por el diccionario, una obra de arte es un ‘objeto o trabajo de gran valor artístico’. Una obra de arte es una creación a la que se atribuye una función estética o social. Por tanto, si podemos decir que un automóvil puede ser una obra de arte en algunas ocasiones gracias, principalmente, a diseños muy cuidados, que ahondan más en la imagen que en la función, que buscan sorprender, despertar ciertas sensaciones en quien lo observa. Si, un coche consigue esas cosas. Pero la definición de obra de arte afirma que se trata de un término que se emplea o ‘suele restringirse’ a productos de artes plásticas, obras literarias u obras musicales.
Podríamos decir que un coche no se puede considerar en ningún caso como arte, aunque muchos piensen lo contrario. Sin embargo, existen obras de arte mecánicas, coches que parecen diseñados para estár en un museo en lugar de pisar el duro y negro asfalto. Un coche se puede convertir en una obra de arte y para ello, se debe contar con un diseño armonioso, que conquiste a todo el mundo de forma unánime y que no desentone con nada. Un coche se convierte en una obra de arte cuando incorpora una técnica depurada, digna de los mejores circuitos del mundo, pero sin la radicalidad de ellos. Un coche se convierte en una obra de arte cuando sus materiales han sido tratados con mimo, con conocimientos y se presentan con un acabado artesanal que conmemore las mejores épocas del automóvil.
Art Déco, arte hecho coche
Entre las décadas de 1930 y 1940, se puso en marcha un movimiento que afectó a todas las cosas. Primero comenzó en Estados Unidos para luego llegar a Europa y su principal característica era un diseño fuera de lo común, especialmente cuidado y una fuerte apuesta por la calidad. Hablamos del movimiento ‘Art Déco’, un movimiento que según sus seguidores y defensores por aquel entonces, ‘celebraba lo nuevo, la sensualidad juvenil y exotismo’. El Art Déco afectó a muchas cosas y una de ellas fue el automóvil.
Cuando el Art Déco llegó, convirtió automáticamente el coche en obra de arte. Se diseñaron máquinas como si fuera obras de arte, especialmente lujosos y caros, fabricados con la máxima calidad e inspirados en ese movimiento que buscaba seducir al público con objetos ‘brillantes’, placenteros a la vista. Fue una de época considerada como la ‘edad del oro del automóvil’ por los modelos que se fabricaron por entonces. Coches únicos que incluso hoy día se consideran futuristas. Los diseños se inspiraban en la aeronáutica, se emplearon ornamentos y líneas muy atrevidas.
En aquel momento nacieron coches tan especiales, tan únicos, que incluso se consideran como obras de arte y han sido objeto de exposiciones en museos como una denominada como ‘Sculpted in Steel: Art Deco Automobiles and Motorcycles, 1929–1940’ (Esculpidos en Acero: coches y motos Art Déco, 1929-1940) que se celebró hasta el 30 de mayo de 2016 en el Museo de Bellas Artes de Houston. El propio director del museo dijo al respecto:
"La década de 1920 a 1930 resultó ser una de las etapas más creativas del diseño internacional y el estilo art déco estaba detrás de todas las disciplinas, desde las bellas artes, la moda y la arquitectura, hasta la fabricación de automóviles".
El 2000 GT, la obra de arte de Toyota
Pero las obras de arte con ruedas no son únicas de aquella época. Para considerarse como una obra de arte no sólo es necesario una imagen espectacular, sino, como hemos comentado, una técnica depurada, un diseño cuidado y una fabricación con los mejores materiales y no cabe duda, que el 2000 GT es la obra de arte de Toyota. El largo y extenso capó le otorga una imagen muy particular, reconocible a kilómetros de distancia. Un motor de 2.0 litros con 150 CV capaz de lanzar el modelo hasta los 220 km/h a finales de los 60 y un habitáculo realizado con materiales nobles y orientado totalmente al conductor.
La idea de este modelo surgió poco después del Gran Premio de Japón de 1964 y Yamaha Motor Co. colaboró en el proyecto. Shoichi Saito, responsable del proyecto, dio unas indicaciones muy simples: “debemos hacer lo que sea necesario no sólo para producir el 2000GT, sino para convertirlo en uno de los mejores vehículos del mundo, si no el mejor”.En el Salón de Tokio de 1965 se mostró al público el resultado. El resto, ya es historia.
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