Tesla ha dado un golpe sobre la mesa con su camión eléctrico Tesla Semi y se ha reído a carcajadas de los camiones diésel; Nikola ha hecho lo mismo con su Nikola One a base de hidrógeno. Lo mejor de todo es que en el año en el que se hundió el Titanic, es decir, 1912, una afamada compañía editorial llamada Curtis Publishing Company ya tenía entre su flota nada menos que 22 camiones comerciales de más de siete toneladas cada uno, y con motor eléctrico.
Más duros que el roble
The Curtis Publishing Company se fundó en Filadelfia, Pensilvania, en 1891 y pasó a la historia como una de las editoriales más grandes e influyentes de los Estados Unidos a principios del siglo XX. Filadelfia era por entonces un importante centro neurálgico de publicaciones (cómics, revistas, periódicos como el Saturday Evening Post), y la compañía contaba con su propio transporte para distribuirlas.
La empresa Commercial Truck de Filadelfia fabricaba camiones eléctricos de cinco toneladas ya desde 1912; en concreto, los C-T Model A que pertenecían a Curtis Publishing. Según la cabecera Green Car Reports, dos de estos camiones fueron subastados hace poco en Hemmings Motor por 40.000 dólares cada uno, desvelando su historia.
Estas duras máquinas llevaban a cabo un importante cometido: transportaban hasta su planta carbón y rollos de papel de imprenta y realizaban la distribución de las publicaciones a los quioscos y a la oficina de correos, soportando hasta 10 toneladas de peso; el doble de su capacidad.
Sin cajas de cambio y con tracción a las cuatro ruedas, los camiones montaban un motor eléctrico GE de 16 CV en cada rueda de madera. Las baterías, formadas por plomo y ácido, producían 10 voltios y 382 amperios y tardaban seis horas en cargarse. Pero, lejos de perder el tiempo en esperas, las baterías ya se dejaban cargando y el resto de camiones listos y vacíos para hacer el siguiente viaje, como una carrera de relevos.
Estaban fabricados con roble pero más tarde comenzaron a introducir en su carrocería el acero.
Estas pequeñas bestias alcanzaban menos de 20 km/h, más incluso de lo que permitían los límites legales de la época. Para que te hagas una idea, el señor que recibió la primera multa de la historia circulaba en 1896 a casi 13 km/h, cuadriplicando el límite establecido.
Cada uno de estos camiones transportaba hasta 661 toneladas de carga al día y trabajaba 48 horas seguidas. Los conductores se iban turnando pero las jornadas se extendían los siete días de la semana.
La compañía mantuvo una flota de 22 de estos camiones comerciales durante 50 años, hasta 1962. Fue el año en el que la televisión hizo su aparición y la compañía comenzó a perder dinero y a decaer.
Definitivamente, si algún camión o coche eléctrico consigue hacerse tan valioso dentro de un siglo como este C-T Model A, merecerá todo nuestro reconocimiento.
Fotos | Green Car Reports