El viernes pasado, durante la vorágine de presentaciones de monoplazas de Fórmula 1, Toyota efectuó un anuncio que, no por ser de sobras conocido, dibujó una sonrisa en la cara de muchos seguidores del Mundial de Rallyes: su retorno a la competición en 2017 con el Toyota Yaris WRC.
La potente firma japonesa llevaba apartada de los rallyes de manera oficial desde 1999, año en el que logró su tercer mundial de constructores con el Toyota Corolla WRC que tuvo el privilegio de ser pilotado por Carlos Sainz (que logró sus dos títulos con Toyota, precisamente). Ese año dio comienzo la larga pausa que se autoimpuso Toyota tras 25 años en el WRC, en parte obligada por su fallido intento de replicar éxitos en el Mundial de Fórmula 1, y a la que ha decidido poner punto y final.
El coche encargado de reverdecer laureles para los japoneses será el Yaris WRC que Sarrazin, Lindholm y Camilli llevan desarrollando con intensidad (y kilómetros de test) hace ya unos meses. Como el resto de equipos oficiales, Toyota regresará al mundial calzado con neumáticos Michelin. Ya hay quien ha iniciado el debate sobre si el Yaris será un coche adecuado para afrontar el WRC con garantías, aunque cabría esperar que con los dos años de desarrollo que tienen por delante, toda una potencia como Toyota debería ser capaz de convertirlo en un estupendo coche de rallyes que podría llegar en el momento justo al Mundial.
El aterrizaje de un nuevo fabricante al Mundial de Rallyes es una extraordinaria noticia para una competición que ha vivido una época un tanto gris en los últimos años. De hecho, la última temporada en la que hubo representación de cinco fabricantes, como la habrá con la llegada de Toyota, fue en 2006.
¿Empieza a renacer nuevamente el WRC?
