¿Quién no recuerda el bochornoso fiasco del Gran Premio de Estados Unidos de 2005 en Indianápolis? Sí hombre, sí, ese en el que sólo tomaron la salida 6 monoplazas, los calzados con gomas Bridgestone. Pues el pasado fin de semana, tres años después, los neumáticos volvieron a ser protagonistas en el Brickyard.
Esta vez el problema afectó a la gran competicón del motor en Estados Unidos, la Nascar, que al llegar al mítico óvalo, comprobó como los neumáticos Goodyear sufrían un desgaste excesivo en el peculiar asfalto del Indianápolis Motor Speedway, algo muy similar a lo ocurrido con Michelin en 2005. El problema era que las gomas quedaban en las lonas en algunos coches a las 8 vueltas, llegando los más fortunados a rodar 10 vueltas con el mismo juego. Y claro, en una carrera a 160 vueltas...
Al parecer, la culpa de semejante desgaste la tuvo principalmente la elevada temperatura que se encontraron el fin de semana los pilotos, muy superior a la que se encontraron Kurt Busch, Dale Earnhardt Jr y Brian Vickers cuando testearon los neumáticos en abril. El nuevo coche de la Sprint Cup, que genera menor downforce y tiene un centro de gravedad más elevado, también fue mencionado en muchas ocasiones durante el fin de semana como motivo del exagerado desgaste.
Al final, los americanos decidieron cortar la carrera con banderas amarillas cada 10 o 12 vueltas, y de este modo, el periodo más largo bajo bandera verde fue de 13 vueltas seguidas. La carrera se vio interrumpida por hasta 11 neutralizaciones, que dieron un record de 52 vueltas bajo bandera amarilla. Sin duda, fue una Allstate 400 de lo más extraña para ser la segunda mayor prueba de la Nascar.
Aunque los pilotos tenían a su disposición las gomas que Goodyear había llevado a Pocono, ningún piloto tiró de ellas, y la carrera fue todo un reto de resistencia y reflejos en pista para dominar unos coches que no podían rodar al límite ni de coña. Pero por lo menos, salieron los 43 participantes, que ya es algo.