Una vez revisado todo su diseño exterior e interior y su equipamiento, llega el momento más esperado: el comportamiento del Toyota GT86.
Durante su descripción estática hemos mencionado en un gran número de ocasiones la alta deportividad que transmite este modelo de Toyota y esa misma deportividad se siente cada vez que pulsamos el botón de arranque, en cada curva, en cada cambio de marcha, en cada estirada hasta las 7.500 rpm, en cada frenada a fondo antes de un viraje…
El término “deportivo” ha sido “manchado” en los últimos años. Hoy en día llamamos deportivo a prácticamente cualquier versión de mejores capacidades dinámicas que deriva de un compacto y que cuenta con una estética más vistosa. Hoy en día llamamos deportivo a un compacto de cinco puertas y gran maletero al que han metido un propulsor que rinde “X” caballos de potencia. Pero no, la más pura deportividad se encuentra en coches como el Toyota GT86.
Sus dimensiones exteriores son 4,24 metros de largo y 1,77 metros de ancho, mientras que su altura es de solo 1,28 metros y su distancia entre ejes mide 2,57 metros. Estas cotas claramente le alejan de un vehículo con el que disfrutar con toda la familia, pero a cambio le confieren una deportividad que hoy ya parecía olvidada. Y es que Toyota ha preferido sacrificar puntos como la habitabilidad para dar vida a un auténtico devorador de curvas y creador de sonrisas.
La mayoría de los “supuestos deportivos” a los que nos referíamos anteriormente, son coches convencionales modificados. Es cierto que los fabricantes los diseñan con puestas a punto logradas, pero la física es la física, y un coche compacto de tracción delantera podrá ser rápido si cuenta con muchos caballos y neumáticos muy anchos; pero en cuanto a diversión se refiere, no hay nada como un coche diseñado desde cero y específicamente para ello.
Basta de charlas. Nos ajustamos el asiento, regulamos el volante con a la altura y profundidad ideal por nuestra altura, pisamos el embrague y pulsamos el botón de arranque. El motor está frío, y es por ello que eleva su ralentí a unas 1.500 revoluciones. Mientras toma temperatura, navegamos por la pantalla del cuadro de instrumentos, ponemos parciales a cero y dejamos el gráfico de revoluciones y par motor, que nos ha llamado mucho la atención. Él nos ayudará a llevar el motor en su zona “buena”.
El régimen de ralentí baja y se estabiliza, hora de salir en dirección a nuestro domicilio, guiándonos por el navegador Toyota Touch 2 & GO. Ponemos primera y soltamos el embrague dando una pizca de gas. Los primeros metros nos sirven para darnos cuenta de que su tacto es muy diferente a lo habitual, todo está menos asistido. El embrague tiene un menor recorrido, la dirección tiene un volante de pequeño diámetro y el pedal de freno es durito, ideal para dosificar las frenadas en ritmos elevados como descubriremos más abajo.
Su cambio presenta unos recorridos cortos y un tacto duro, una perfecta combinación que nos permite unas inserciones de marchas rápidas y a la vez que nos transmite deportividad. Además, se encuentra cerca del volante, por lo que pasaremos muy poco tiempo con sola una mano en el aro direccional.
El Toyota GT86 en autovía
Salimos de las instalaciones de Toyota y vamos hacia la autovía. En la incorporación a la misma no nos podemos resistir a estirar su motor en el carril de aceleración hasta la zona más alta del tacómetro. Empalmamos un par de marchas hasta la zona alta y ¡ups!, aflojamos, que nos pasamos el límite de velocidad. Quedan 90 kilómetros de autovía para llegar a casa, ponemos sexta y el control de crucero a 120 km/h; girando el motor a unas 3.100 rpm.
En esos primeros 50 minutos de autovía a ritmo legal ya nos damos cuenta de que el Toyota GT86 es muy útil también para realizar viajes de cientos de kilómetros sin llegar a nuestro destino doblados y acumulando muchos puntos en la tarjeta de la gasolinera. También apreciamos lo rápida y directa que resulta su dirección y el tarado deportivo de la suspensión, aunque no es una configuración extrema.
En este recorrido, con tramos de velocidad máxima de 90, 100 y 120 km/h, circulando siempre al máximo legal en cada tramo, el cuadro de instrumentos registraba un consumo medio de 6,5 litros. Posteriormente, en un largo recorrido por autovía a 120 km/h estabilizados comprobamos que su consumo se situaba en 7 litros justos. Nada mal para un deportivo con motor atmosférico y 200 CV bajo el pie derecho. De este modo, corroboramos sus posibilidades a la hora de viajar.
Vida urbana
Antes de llegar a casa, decido desviarme y dar un paseo por la ciudad al volante del Toyota GT86, por un casco urbano repleto de calles estrechas, paredes y mucha gente a pie que no tiene más remedio que caminar por la misma calzada. Como hemos comentado en la primera parte de esta prueba, las miradas será un habitual, y algún que otro apasionado de los deportivos (como tú y como yo) gritará “dale un poquito, que suene”.
Entre estas calles estrechas nos hemos dado cuenta de que es el peor hábitat para este coche. La posición de conducción tan baja no es muy ventajosa para controlar la visión de los bordillos y esquinas. Para aparcar en huecos estrechos con una pared al lado tampoco nos ayuda demasiado. Su dirección, de peso notable, no será aquí un aliado; mientras que la suspensión ha sido más cuidadosa con nuestros riñones de lo que nos esperábamos.
En calles más abiertas, más normales, estos problemillas desaparecen. Al no ser un deportivo de grandes dimensiones se siente ágil entre el resto del tráfico y, como el motor ha mejorado su entrega de par a medio régimen, no será necesario subirlo mucho más allá de las 3.000 rpm entre cambio y cambio de marcha para acelerar con solvencia a la salida de semáforos e intersecciones.
En los recorridos urbanos sí se verá penalizado su consumo, pudiendo registrar valores de unos 10 litros si no utilizamos con mucho tacto el pedal derecho. No ha sido sencillo circular de forma muy tranquila con este coche, a veces es difícil contener estas emociones, pero es que su tacto pide escapar de la ciudad y utilizar la zona alta del tacómetro. Él nos lo agradecerá con un sonido delicioso.
Tramos de montaña
En ciudad siempre hay que tomarse las cosas con calma y dejar a un lado las ansias de encontrar deportividad. Por ello, en cuanto pudimos, nos fuimos a nuestra zona de montaña favorita. El Toyota GT86 no se sentía incómodo en autovía, pero pide que lo conduzcamos a ritmo alegre en zonas de puertos, y cuanto más revirados mejor.
En parte de los recorridos por zonas montañosas nos sorprendió la lluvia. No es algo recomendable buscar sensaciones en tramos revirados con el piso mojado. Si lo hacemos, y nos pasamos de agresivos, más nos vale que no hayamos cometido el error de desconectar el control de estabilidad pulsando durante unos segundos el botón del túnel central en el que pone “Track” junto a una bandera de cuadros. En estas condiciones podrá aparecernos un sobreviraje brusco y difícil de controlar si hemos hundido excesivamente el pedal derecho.
Pese a la lluvia, aumentamos el ritmo y circulamos algo más rápido de lo habitual. Aun con el piso mojado, el Toyota GT86 transmite confianza, informándonos de qué ocurre en todo momento mediante la dirección. Si lo buscamos (o si somos inexpertos y agresivos) la zaga deslizará en las curvas cerradas, pero rápida y eficazmente el control de estabilidad colocará el coche nuevamente, dejando un ligero margen si el derrapaje no es muy elevado.
La lluvia desaparece y el asfalto ya está seco en la zona por la que nos movemos. Ahora sí podemos descubrir dónde se encuentran los límites del Toyota GT86 y cómo se comporta con total seguridad; sin ninguna necesidad de hacer el burro. Ya podemos apurar un poco más de lo habitual la frenada, estirar el motor con tranquilidad hasta prácticamente el corte y acelerar fuerte a la salida de los virajes.
Empezamos a estirar las relaciones, disfrutando de la melodía que emana de la doble salida de escape por encima de las 4.000 rpm. Al ser un motor atmosférico, el 2 litros de 4 cilindros colocados de forma horizontal y opuesta destacará en la zona alta de cuentavueltas. El verdadero “punch” aparece a partir de las 5.000 rpm, por lo que si queremos disfrutar de lo lindo tenemos que mantenerlo entre las 5.000 y las 7.500 rpm. El momento oportuno para subir una marcha, instantes antes de llegar al corte, nos lo indicará el cuadro con un LED rojo.
Esto significa que tendremos que jugar con el cambio constantemente, algo que no molestará en absoluto por su tacto duro, deportivo, y sus precisas inserciones. Los pedales, de aluminio, están colocados perfectamente para realizar el bonito gesto del punta-tacón en las fuertes frenadas. El pedal de freno es duro, aunque no algo drástico, permitiéndonos modular muy fácilmente la frenada. Los discos delanteros tienen un diámetro de 294 mm, mientras que los traseros son un “pelín” más pequeños, con 290 mm.
La dirección es muy precisa, directa e informativa, con una desmultiplicación de 13,1 y 2,4 vueltas de volante entre topes, dejándonos poner el morro justo donde queremos sin necesidad de girar demasiado el volante incluso en las curvas más cerradas. Una vez nos encontramos en el vértice de la curva podemos acelerar, colocando el coche y mirando ya hacia el próximo giro. El paso por curva es muy rápido y se nota que es el conductor quien realmente guía al vehículo.
Si en esta conducción dinámica nos preocupamos de hacer bien nuestro trabajo, no habrá subviraje y podremos redondear la curva a base de gas gracias a su tracción trasera. Muy importante es el diferencial de deslizamiento limitado tipo Torsen de serie, que ayudará notablemente a mejorar la tracción a la salida de las curvas lentas con el motor revolucionado, permitiendo que aceleremos muy pronto.
Pese a que su suspensión resulta cómoda a la hora de afrontar viajes, Toyota la ha endurecido ligeramente. Esto se nota al afrontar curvas a alta velocidad y al clavar los frenos. La carrocería prácticamente no inclina y los cambios de apoyo en zonas enlazas suceden en un instante, sin que nos percatemos de ello. Además, cabe destacar que el coche no pierde trayectoria cuando nos encontramos con un bache o una alcantarilla en plena curva. Tampoco nos moveremos nosotros, ya que los asientos sujetan francamente bien nuestro cuerpo.
¿Para Track Day? Te divertirás
Por desgracia, no hemos podido rodar al límite con él, algo que solo se puede hacer en un tramo cerrado. Hubiera estado fenomenal comprobar su dinámica en un circuito conduciendo al límite del coche, y también al nuestro. Algo nos dice que, por su respuesta del motor, no será el más rápido en pista buscando tiempos, pero sí nos ha dejado ver que será de lo más divertido y que disfrutaremos como niños; de hecho, ya nos ha hecho disfrutar de lo lindo en carreteras de montañas sin ir al límite.
Como ya hemos comentado más arriba, el modo “Track” desconecta las ayudas de tracción y estabilidad. Por su potencia no será un coche con el que podamos realizar larguísimas derrapadas a alta velocidad, pero sí podremos deslizar el eje trasero en curvas más cerradas, de segunda velocidad, por ejemplo, aunque para ese arte hay que tener mucha práctica y un buen juego de pies y manos. Ojo, cuando deslizamos de atrás y las ruedas vuelven a encontrar tracción, recibimos un brusco latigazo, ya que recupera la adherencia bruscamente.
Y tanta diversión, por desgracia, tiene su lado negativo. El consumo medio se nos ha disparado hasta los 12 litros, aunque volviendo a casa, ya mucho más relajados, hemos bajado un par de litros. En cualquier caso, el largo rato de diversión y la sonrisa de la cara no hay quien nos la quite.
Toyoga GT86, un deportivo para moderno
Los 35.090 euros que vale esta unidad concreta están reservados a amantes del motor. Hablamos del deportivo puro más económico del mercado. Este Toyota GT86 es un deportivo de los que ya no quedan, un deportivo de la vieja escuela, un auténtico Samurai.
Entre los 200 CV y 205 Nm, la propulsión trasera, el diferencial Torsen, su peso de 1.297 kilos y el Cx de 0,27; homologa una aceleración de 0 a 100 km/h en 7,6 segundos, una velocidad máxima de 226 km/h y un consumo mixto de 7,8 litros a los 100.
Se puede echar algo de menos es un poco más de energía en la zona baja del cuentarrevoluciones. Si este motor contara con más de 200 CV en la zona alta igual sería más difícil de controlar y, por tanto, menos divertido. Con el asfalto seco, en un cambio de marcha rápido de segunda a tercera, apurando la relación, no es extraño ver el testigo del control de tracción parpadear. ¿Sabéis que significa? Exacto, que potencia no falta.
Puestos a destacar algo concreto este coche diría que todo el calibrado de la parte ciclo, su equilibrio entre confort a diario y sensaciones deportivas, así como el tacto de dirección, cambio de marchas y pedalier. También el funcionamiento de su motor a elevados regímenes, así como su consumo más que aceptable en autovía y circulación cotidiana y tranquila. Tampoco nos olvidamos de su más que correcto maletero. En definitiva, el Toyota GT86 es un coche a vivir de cerca.