Entre finales de 1960 y principios de 1970, la época dorada de las carreras de resistencia, nacieron algunos de los coches de competición más puros y bonitos de la historia: hijos prodigio de la ingeniería que, sin ayudas electrónicas, requerían las mejores manos al volante.
Una de estas máquinas mitad bella y mitad bestia que marcó un antes y un después en la historia del automovilismo fue el espectacular Lola T70. Hoy en día sobreviven pocas unidades, y una de ellas es este MK3B de 1969 con motor V8 Chevrolet del equipo holandés DHG Racing.
Ojo a cómo se mueve y brama cuando lo exprime el rapidísimo piloto Niki Pastorelli en el mítico circuito de Misano: ASMR del bueno.
Viaje al pasado con un Lola T70 MK3B de 1969
El protagonista del vídeo de casi 12 minutos y medio de puro placer en “un track day cualquiera” en el circuito de Misano es el precioso Lola T70 MKIIIB de 1969 con número de chasis SL76/147, que hoy forma parte del increíble garaje que tiene el equipo propiedad del piloto Oliver Hart, DHG Racing.
A los mandos va el neerlandés Niki Pastorelli, que a sus 39 años tiene un nutrido historial tanto en competición como en formación de pilotos.
Ha competido en la “Fórmula 3000” europea, la “Dutch Supercar Challenge” o la “American Le Mans Series”, entre otros, pero con un don especial para fusionarse con los bólidos clásicos, actualmente participa sobre todo en campeonatos dedicados a estas joyas rodantes. Es impresionante ver cómo lleva al Lola T70 al límite en cada metro de pista.
Esta unidad en cuestión es un Lola T70 MKIIIB de 1969 homologado para el Grupo 4 (absorbido por el Grupo B para la temporada de 1983) cuyo corazón es un Chevrolet V8 de 5.0 l de aspiración natural capaz de otorgar 450 CV que van directos al eje trasero y están gestionados por una transmisión manual Hewland LG600 de cinco velocidades.
La carrocería de fibra de vidrio reforzada y el chasis monocasco de aluminio remachado permiten que el coche apenas marque un peso pluma de 800 kg en la báscula: su rendimiento es sorprendente incluso hasta para los estándares actuales.
Originalmente esta unidad con chasis SL76/147 perteneció a Louis Morand (una conocida firma de motores de competición) y se utilizó como coche de pruebas para motores experimentales. Posteriormente este T70 MKIIIB participó en varias competiciones entre las que se encuentran los "1.000 km de Buenos Aires", los "1.000 km Monza" y los "1.000 km de Spa" en 1970.
Vendido posteriormente a Denis Veyrat en 1972, el coche compitió en pruebas de Interserie, con buenos resultados.
Un año después lo compró Gregor Fischer, que corrió en Hockenheim en 1973, obteniendo un noveno puesto. Tras muchos otros cambios de manos, finalmente el equipo DHG Racing se hizo con él, lo acondicionó y hoy en día el coche es un asiduo en las competiciones de históricos.
Esta preciosidad es heredero directo del primer Lola T70, un deportivo desarrollado por el modesto fabricante británico Lola Cars en 1965.
Esta compañía fundada por el carismático Eric Broadley, con sede en Huntingdon (Inglaterra), pronto se convirtió en uno de los nombres más conocidos en el automovilismo deportivo tanto dentro como fuera de Europa, pues entre otras cosas, fue de los mejores proveedores de chasis para las carreras de Gran Turismo en la década de 1960.
A lo largo de la vida del T70 en total se fabricaron un centenar ejemplares en tres versiones: el MKII spyder de techo abierto, el MKIII coupé y finalmente, el MKIIIB ligeramente actualizado como el protagonista de este post, hasta que llegó el Lola T160, más ligero.
Además de considerarse involucrado en el desarrollo del todopoderoso Ford GT40, el modelo tuvo muchos hitos en su historia.
Podría decirse que uno de los más relevantes fue cuando el piloto John Surtees lo llevó a la gloria, pues con un T70 MKII modificado ganó tres de las seis carreras de la Can-Am de 1966 y se coronó campeón ese año.
Esto impulsó a equipos más pequeños a encargar "el relativamente barato" T70 para contar con opciones de victoria hasta la llegada de rivales más potentes, del calibre del Porsche 917.
La marca con nombre de mujer en honor a ‘Lolita Banana’ (un personaje de la comedia norteamericana 'Damned yankees') encarnó a la perfección la canción de Lolita ‘Whatever Lola wants, Lola gets’ (o algo así como “lo que Lola quiere, Lola consigue), salvo porque Broadley nunca pudo ganar en la Fórmula 1, aunque lo intentó desde la década de los 1960.