Probamos el SEAT 124, el SEAT Ateca de los años 60 y 70. Y sí, ha sido todo un viaje en el tiempo
Hace ya 50 años en el Salón del Automóvil de Barcelona de 1968, SEAT presentaba el SEAT 124, un modelo que revolucionó el panorama automovilístico nacional. Dirigido a la clase media de los años 60 y 70, conducirlo es vivir una experiencia inolvidable y hacer un viaje en el tiempo que nos permite entender cómo ha evolucionado el sector del automóvil en cinco décadas.
El presente se llama SEAT Ateca, el pasado 124
La jornada que nos ha propuesto SEAT para conocer en primera persona el SEAT 124 comienza conduciendo un SEAT Ateca de última generación, ese SUV de tamaño medio que ya ha sufrido mínimos retoques estéticos y que ya incorpora, por primera vez en un SEAT, el cuadro de mandos completamente digital de 26 cm (10,25’’) personalizable dependiendo de la información que queramos ver en cada momento que todavía no tenía el FR que probamos hace unos meses.
Desde el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid Barajas, salimos al volante de una unidad con el atractivo acabado FR que realza sus cualidades deportivas, tanto en el plano estético como en el dinámico.
Por delante poco más de 120 kilómetros en los que la mayor parte del recorrido se hacían por autovía, el hábitat natural para este tipo de coche dirigido a familias de clase media españolas. ¡Anda, como el SEAT 124 hace cincuenta años! No, no es casualidad.
Mientras en autovía el confort de marcha y la calidad de rodadura del conjunto, que no tiene nada que envidiar a sus primos de los cuatro aros, son su principal virtud, una vez que abandonamos la A2 con dirección a Sigüenza, el comportamiento en curvas destaca por encima de todo.
Como ocurre con su hermano compacto el León, el Ateca FR es un coche que incita a hacer curvas con confianza, sintiendo una conexión destacada entre asfalto y coche, y sobre todo con mucho feedback de lo que ocurre bajo los neumáticos delanteros, clave en momentos de lluvia y aguacero como los que estábamos viviendo en esa jornada típicamente primaveral.
El SEAT 124, el coche de la clase media española
Cuando llegamos al punto de encuentro con el SEAT 124, cuatro unidades del mítico modelo nos esperaban. Bueno, más concretamente eran cinco si tenemos en cuenta el precioso SEAT 124 Grupo 4 con el que Salvador Cañellas participó entre otros en el Rally de Montecarlo, pero ese vamos a obviarlo porque desgraciadamente, hoy no íbamos a tener la suerte de conducirlo.
El SEAT 124 con sus cuatro metros de largo, con una habitabilidad interior que duplicaba con creces la del popular SEAT 600 y un maletero de 385 litros, era el coche con el que soñaba una clase social que comenzaba un rápido desarrollo en España, a remolque de lo que ocurría en Europa donde ya estaba consolidada.
El SEAT 124 tomaba como base el mismo modelo que ya vendía FIAT en Italia desde dos años antes, competía con su hermano mayor el lujoso 1500 en cuanto a habitabilidad y supuso una revolución en todos los sentidos.
Era más amplio, más confortable, más seguro y tenía mucha más autonomía que el SEAT 600, fue elegido en su momento “Coche del Año en España en 1968” y durante sus más de 14 años de vida comercial, tuvo infinidad de versiones y carrocerías.
Conduciendo el primer SEAT 124
El departamento de Coches Históricos de SEAT, es un ejemplo de cómo una marca debe gestionar su legado. Cuentan con más de 290 coches, unidades de casi todos los modelos y piezas con valor, como el SEAT "1 millón" precisamente un 124, que van ampliando a razón de 10 a 15 coches por año. Y lo mejor de todo, es el perfecto estado de conservación y restauración de todos los coches.
El mejor ejemplo lo encontramos en el protagonista de esta “retroprueba”, un SEAT 124 de primerísima generación con matrícula B-630178 que parecía recién salido de la fábrica de Martorell de la época.
Con su motor de cuatro cilindros con 1.197 cm3, válvulas en cabeza con varillas y balancines de accionamiento, y un carburador de doble cuerpo en vertical, era capaz de entregar de 60 CV de potencia capaces de mover los 855 kilos de peso con suma soltura. Y así nos lo demostró durante los primeros kilómetros de la ruta que SEAT había preparado para la caravana de 124.
Isidre, responsable de la colección de coches clásicos de la marca, nos advertía de que la palanca de marchas iba algo dura. ¿Dura? ¿En serio? Si este coche tiene realmente 50 años a sus espaldas, que venga alguien y me lo demuestre, porque el motor gira con precisión, y el juego entre embrague, caja de cambios y demás controles, es sencillamente perfecto.
Eso nos anima a sentirnos confiados durante los primeros kilómetros de ruta, en los que pronto nos damos cuenta de que ese gigantesco volante de aro fino y diámetro de pizza extra familiar, situado además en una posición casi paralela al suelo, quiere que nos peleemos con él.
Obviamente no cuenta con dirección asistida, y eso obliga en las curvas a ejercer una fuerza sobre la dirección que sería inaudita en un coche actual. Además, durante los tramos rectos es necesario ir haciendo constantes correcciones sobre la dirección para mantener la trayectoria. ¡Esto sí que era conducir de verdad!
A pesar de la fantástica puesta a punto de este SEAT 124 que estaba conduciendo, el coche obliga a una atención plena, a la que no estamos acostumbrados hoy en día. Aquí cualquier despiste se paga caro, con una salida de vía o un accidente de consecuencias impensables en un coche en el que los reposacabezas brillan por su ausencia (eran parte del equipamiento opcional de confort) en el que los cinturones de seguridad tampoco eran de serie y en el que la mayor novedad en seguridad activa, eran los cuatro discos de freno, nunca vistos hasta entonces en un SEAT.
El salpicadero es una obra de arte de estilo minimalista. A sus líneas rectas solamente las parten unos mandos para regular el flujo de aire caliente y frío, un velocímetro encastrado en una caja rectangular donde no hay ningún tipo de información sobre las revoluciones (pero sí la necesaria temperatura de motor) y la aguja del depósito, tan necesaria en las versiones iniciales con un pequeño depósito de combustible de 39 litros, tan justo que años después se amplió a 45 litros.
Conducir el SEAT 124 es una experiencia única, auténtica y real, una experiencia mucho más sensorial que la que puedes experimentar conduciendo cualquier coche moderno. Tal vez por eso, estoy disfrutando de lo lindo de esta ruta de algo más de 30 kilómetros que por suerte transcurre por carreteras comarcales casi desiertas.
Una autovía actual, a pesar de que el límite de velocidad en España sigue siendo el mismo que en 1968 cuando se lanzó al mercado este coche, se quedaría demasiado grande para este clásico que sí nos permite mantener velocidades de crucero lógicas en comarcales y nacionales, alcanzando los 80 e incluso 90 km/h cuando ha cogido carrerilla.
De aquel SEAT 124 y sus posteriores versiones y variantes, se vendieron en total 896.364 unidades. Casi un millón de valientes, con sus familias a cuestas, recorrieron el país de punta a punta, en el día a día, para ir al trabajo, de vacaciones o aventurarse en viajes que, eso sí, eran una odisea. Y a ellos hay que darle las gracias de que hoy en día tengamos coches tan avanzados como los modernos SUV medios, los coches que representan el equivalente al SEAT 124 hoy en día, ya que son los favoritos de la clase media.