Al alcalde de París, Bertrand Delanoë, le queda menos de un año y medio de mandato, y ha decidido acabar sus días al frente de la Mairie de la capital francesa plantando cara al humo de los vehículos. Si todo sale como quiere, a partir de septiembre de 2014 no podrán circular por París los coches de más de 17 años, los camiones o autobuses de más de 18 años ni las motos de más de 10 años.
Las causas inmediatas vienen de Bruselas, que multará a la ciudad del Sena con 100 millones de euros si no reduce las emisiones en un 30 % para el año 2015. Las medidas previstas por el consistorio contemplan la reducción de la velocidad a 30 km/h en el casco antiguo y de 80 a 70 km/h en el Periférico (el cinturón de ronda), la ITV para motos (ya vimos que no es obligatoria allí aunque la UE quiere acabar con eso), la prohibición de los 4×4 en ciudad, la ecotasa para camiones que circulen por el Periférico, el transporte de mercancías nocturno y por vía férrea…
Pero lo que está trayendo más cola es la medida que se quiere aplicar a los vehículos más antiguos. Para ellos se ofrece el destierro más allá de las murallas exteriores de la ciudad —esto es, fuera de los confines de la A-86, Superperiférico de París— o bien la muerte por desguace. Y para mitigar las quejas, Delanoë promete “ayudas sociales” destinadas a la compra de coches nuevos.
Realmente, el parque automovilístico de París no es una antigualla. Se calcula que aproximadamente un 3 % de los vehículos entrarían en esta medida. Y los afectados —lógicamente— reclaman. La asociación 40 millions d’automobilistes, que pese a su ampuloso nombre cuenta con 320.000 miembros, está que trina e invoca el derecho a la movilidad en un país en el que desde hace más de 200 años tienen muy claro que el gobernante está para servir al ciudadano, y no al revés.
El plan de Bertrand Delanoë ya ha recibido todo tipo de descalificativos. “Medida antisocial” es lo más ligero que se ha dicho. También suenan tambores de obsolescencia programada. Y situando la medida en su contexto, lo cierto es que a la industria automovilística francesa no le vendría nada mal un empujoncito para ver crecer sus ventas en la capital.
Quizá porque se huele en el ambiente algo más que el humo de los coches, que acaba anualmente con la vida de 43.000 parisinos, el presidente de 40 millions d’automobilistes no ha dudado en recordar al alcalde de la ciudad que el 60 % de los vehículos que ruedan por la ciudad funcionan con gasóleo. Y Delanoë se excusa diciendo que se retirarán las ventajas fiscales con que cuentan los diésel.
En suma, es un debate que está teniendo lugar al otro lado de los Pirineos. Y ya se sabe que cuando el Sena suena, pon tus barbas a remojar. O como se diga eso.
Fuente | Libération, Le Monde, Le Figaro
Foto | Roger Wollstadt, Osbornb
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