En el mundo de la automoción muchas veces leemos o escuchamos hablar de par motor y de los caballos de potencia, siendo ésta última una cifra que para muchos les da una idea del rendimiento de su automóvil. En gran parte pueden tener razón pues de estas dos variables depende el rendimiento de nuestro automóvil, ya sea acelerar al máximo en cada cambio o circular a bajas revoluciones para recuperarse en cambios largos de quinta o sexta velocidad. De verdad, ¿son estas nuestras necesidades reales?
Cuántas veces hemos comprado un automóvil anteponiendo la potencia por encima de todo sin reflexionar si es la idónea a nuestras necesidades. No olvidemos que la compra de un vehículo es una de las mayores inversiones que hace una persona en la vida. Por ello, es primordial hacer un ejercicio personal, sincero, sin excusas de lo realmente necesitamos y nos gusta.
Hoy en día todos los vehículos ofrecen un rendimiento más que aceptable, la clave se encuentra en determinar cuál es el idóneo que mejor se adecúa a nuestras circunstancias.
Cualquier experto en automóviles nos dirá que siempre es mejor tener una buena dosis de potencia disponible para utilizar cuando sea necesario, como puede ser a la hora de efectuar un adelantamiento, de salir de una incorporación o para realizar un viaje cargado. Pero elegir un motor potente sin más, supone a veces un gasto importante en la adquisición del vehículo, al igual que también de impuestos, de gasto de combustible y de mantenimiento altos que no tenemos por qué sufragar. Por ello es importante dar con la potencia mínima requerida que nos haga sentirnos seguros en situaciones de aceleración y que sea lo suficientemente agradable a la hora de conducir el vehículo.
Todo esto nos hace plantearnos una pregunta: ¿existe una potencia ideal para cada vehículo? Depende de las necesidades y expectativas que tengamos, aunque cada vehículo cuenta con un motor que le ofrece la mejor relación entre potencia, prestaciones, consumo y precio.
Elegir un motor potente, sin más, supone un gasto en impuestos, combustible y mantenimiento
Antes de decidir cuál sería la potencia conviene tener claro cuál sería el tipo de combustible. ¿Diésel, gasolina, híbrido, eléctrico o enchufable? Estos últimos cuentan con poca oferta, cuestan más de 30.000 euros y no está muy claro dónde los puedo cargar. Incluso en el garaje de casa puede que no cuente con la instalación necesaria. Por el contrario, los híbridos juegan con la ventaja de ser automóviles que combinan los motores eléctricos con motores de combustión a los que se reduce significativamente el consumo, especialmente en ciudad y, en el caso de los no enchufables,las baterías se recargan solas en los momentos de desaceleración y de frenada.
Las ventajas de la tecnología híbrida
La tecnología híbrida, como el caso de Toyota, ha sido diseñada en la eficiencia energética y el consumo del combustible. Para alcanzar estos objetivos, su sistema se adapta a las necesidades de conducción. Una de sus ventajas es el hecho de contar con dos motores: uno de combustión interna, que suele ser de gasolina, y otro eléctrico. Ambos funcionan juntos y proporcionan una potencia mayor, aparte de disponer de la función Power, que activamos mediante un botón para contar con más potencia cuando las circunstancias o las vías así lo requieran.
A priori parece que la tecnología híbrida parece la más acertada, si lo que queremos es un coche con las ventajas de un motor de combustión interna con las de poseer un eléctrico, que no haga ruido y reduzca los consumos en ciudad. De su rentabilidad ya nos hicimos eco demostrándola con números reales.
Una opción muy interesante es el Toyota C-HR, un modelo del segmento SUV que tan de moda está ahora, con su motor híbrido de impulsión de 122 CV – el mismo que monta el Prius –, que en esencia viene a estar formado por un motor térmico de 1,8 litros de gasolina de ciclo Atkinson de 98 CV y un segundo, que hace las veces de generador de 53 kW (72 CV). Éste último, además de recuperar energía es capaz de recuperar el vehículo desde el arranque y a baja velocidad.
Ambos motores unidos en el C-HR ofrecen esos 122 caballos, que son transmitidos a las ruedas delanteras a través de una transmisión automática de engranaje planetario y funcionamiento similar a una variable continua, para obtener un consumo entre los 3,6 y los 3,9 litros/100 km, según homologación y llanta escogida (16,17 y 18 pulgadas). Un gasto de combustible, que a diferencia de un diésel comparable, es más bajo en ciudad que en carretera, con cifras que se pueden acercar a los 4 litros, si somos cuidadosos con el acelerador.
Esos 122 caballos de potencia son más que suficientes para movernos con garantías en este C-HR a como lo podría hacer un diésel de 110 caballos. Más de esa potencia sería derrochar dinero en la compra, además de combustible cada día.
No todo son caballos a la hora de comprar un coche
Aunque no todo es motor a la hora de adquirir, puesto que se dan otros apartados como el de la estética y como no, el precio, además de otros que no son tan valorados y que deberíamos tener bien presenten como ocurre con el de la seguridad.
Llegados a este punto el C-HR tampoco sale mal parado, pues a su diseño rompedor, a medio camino entre un turismo y un todorreno, es de los que cautivan. Además, ofrece un elevado equipamiento en seguridad con elementos como sensor de ángulo muerto, aviso de colisión frontal y detector de tráfico trasero cruzado, cuenta con un maletero muy aprovechable y su precio que parte de 24.250 euros, camina por lo que oferta el segmento más demandado en España, como es el SUV, donde uno de cada cuatro clientes se decanta por estos llamados todocaminos. ¿Aún eres de los que piensas que la potencia lo es todo?