Conduces tranquilamente por la carretera, una vía de dos carriles y firme en buenas condiciones. Es un día cualquiera del año, el tiempo acompaña y el cielo está despejado. El tráfico es escaso y fluido, puedes ver delante de ti apenas tres o cuatro vehículos. Todos circulais a una velocidad moderada, sin prisas, totalmente ajenos al extraño suceso que estáis a puntos de presenciar. De pronto, las luces de freno de los coches que te preceden te ponen sobre alerta. Y se os viene encima el mayor terror de la carretera: el atasco. Decenas de coches parados repentinamente en los dos carriles, sin posibilidad de escape. Y mientras piensas desconcertado qué habrá pasado, el atasco se disipa delante de tus narices. Los coches se ponen en marcha de nuevo, recuperando la velocidad como si nada hubiese pasado.
¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Me volverá a pasar de nuevo? ¿Quién ha causado este fugaz fenómeno? No hay cosa que más miedo le dé al ser humano que aquellos fenómenos que no puede comprender. Por ello trataremos de explicar todas las claves del conocido como "Atasco Fantasma".
Una reacción en cadena que causan olas en el tráfico
Como hemos visto en el caso de arriba, un atasco de este tipo efectivamente no es causado por la obstrucción de la vía o por un cuello de botella en el tráfico. Se trata de una reacción en cadena, en la que un vehículo frena por el motivo que sea y obliga al de atrás a frenar igualmente; y así sucesivamente por toda la fila, tal y como ocurre en un accidente múltiple por alcance, pero sin que haya impacto entre los vehículos.
De la misma manera, la circulación se reanuda cuando el vehículo culpable emprende de nuevo la marcha, siguiéndole los demás uno a uno. Se genera así una estela de vehículos que los expertos llaman "olas de tráfico", aunque es un fenómeno que se produce en otras circunstancias, por ejemplo cuando hacemos cola para subirnos al tren o al entrar en el cine.
Nuestra torpeza, nuestros atascos
Ese primer frenazo puede estar motivado por una simple distracción. En este artículo nos cuentan cómo vamos constantemente distraídos en el coche, en gran parte por el exceso de confianza; la gran mayoría de las veces ni siquiera somos conscientes de ello. El uso del móvil al volante es el caso más conocido, pero hay otros muchos menos evidentes: observar el paisaje, leer un cartel publicitario, mirar el velocímetro...
Pero tampoco hace falta que nos distraigamos para formar un atasco fantasma; basta con reducir la velocidad y que los vehículos que nos siguen no estén a mucha distancia. Es algo que pasa también sin que nos demos cuenta, pues como seres humanos nos es imposible mantener una velocidad constante todo el rato. Levantar el pie ante una señal de radar, circular por un tramo con pendiente o poner el aire acondicionado, son algunos de los muchos motivos.
Experimentos y simulaciones
Como el algodón no engaña, se quiso hacer la prueba para demostrar empíricamente nuestra capacidad innata para crear atascos de la nada. Lo demostraron los investigadores del grupo llamado The Mathematical Society of Traffic Flow, metiendo 22 vehículos en un circuito circular cerrado. Se les pidió a los conductores que circularan a una velocidad constante de 30 km/h, y que mantuvieran la misma distancia de seguridad con el vehículo que le precedía. Como estás imaginando, el atasco fantasma no tardó en aparecer en cuanto los conductores faltaron a su palabra y rompieron esa velocidad constante.
Lo podemos comprobar también en este divertidísimo simulador de tráfico, donde podemos controlar parámetros como el tiempo de reacción de los conductores, la distancia de seguridad, las veces que se cambian de carril y otros factores que influyen directamente en la fluidez del tráfico. Al final, el atasco fantasma puede aparecer en cualquier tramo.
Consejos y soluciones para atrapar al fantasma
¿Son inevitables los atascos fantasmas? ¿Estamos condenados a vivir bajo la amenaza de este espectral fenómeno? A la luz de tan irrefutables evidencias podría parecer que sí; pero hay algunas premisas con las que, entre todos, podemos reducir las posibilidades de retención en la vía:
- Mantener la atención constantemente sobre el tráfico.
- Reducir la velocidad con suavidad.
- Mantener la distancia de seguridad con el vehículo que nos precede.
- No cambiar de carril o adelantar si no es necesario.
- Ceder el paso en los accesos y salida de la vía.
En todo caso, la solución definitiva podría no venir de nuestras manos, sino de nuestro propio vehículo. Mientras llega el coche autónomo que eliminará todas nuestras torpezas al volante, podemos hacer uso de los sistemas de Control de Crucero Adaptativo; con ellos podremos mantener la velocidad perfectamente constante, con el añadido de que si el vehículo de delante frena, el nuestro lo hará también de forma suave y proporcionada. ¿Podrían tener pues los atascos fantasmas las horas contadas?
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