Infiniti ha decidido que su estandarte en Europa sea el Infiniti Q50: una berlina premium que se presenta con dos motorizaciones: híbrida de 364 CV combinados y diésel de 170 CV. Con ambas ya probadas por las carreteras de Barcelona nos disponemos a hablar de lo que nos ha transmitido a lo largo de una toma de contacto que tiene un poco de todo: ciudad, carretera, autopista y circuito.
Pero como Infiniti es una marca que en las calles de nuestro país resulta aún bastante desconocida, antes que arrancar con la presentación y prueba del Infiniti Q50 toca hacer un paseíllo inicial por la estrategia comercial de la marca para luego ver en qué se concreta la apuesta de Infiniti con esta berlina.
Para empezar, la pregunta que más de uno me ha hecho estos días al mencionar Infiniti: ¿Eso que es? Pues eso es una marca independiente de su matriz desde 2012 y que desde 1989 están dando guerra en Estados Unidos. Allí tienen colocadas 140.000 unidades, y aunque el número no es exagerado, resulta un primer paso para la expansión de una marca que se define como global.
De América a su Asia natal; y de ahí, al mercado automovilístico más complejo: Europa. El objetivo es pasar de 172.000 ventas en todo el mundo a una horquilla de 500.000 a 600.000 unidades. Esto, en un plazo de 5 a 10 años. En otro momento hablaremos de cómo se materializarán estos objetivos. Ahora, basta como declaración de intenciones ligadas al Q50, el primer paso de este ambicioso proyecto.
Sabedores de que están haciendo un camino de introducción en nuestro mercado, el Q50 ha sido una berlina pensada para Europa y con abundante tecnología de aquí. Es, para la marca y en palabras textuales, un "coche vendible" y no sólo un modelo para presentar de salón en salón.
Por concretar un poco, la berlina se ha diseñado, desarrollado, equipado y producido para atraer tanto a clientes particulares como a empresas, pensando en un público objetivo compuesto por aquellos que buscan una alternativa premium nueva y que permita disfrutar de la conducción.
Para Johann de Nysschen, presidente de Infiniti Motor Company, el Q50 representa "todos los valores de Infiniti: diseño seductor y transgresor, prestaciones excepcionales y un alto nivel de tecnología intuitiva". Por su parte, Sebastian Vettel ha colaborado en la puesta a punto dinámica del Q50, probando en circuito una y otra vez los ajustes de dirección, suspensión y frenos.
La doble oferta en materia de motorizaciones, diésel e híbrido, responde a una estrategia de entrar en Europa con un vehículo atractivo desde un punto de vista comercial, pero sin desatender la imagen de marca tecnológicamente avanzada con modelos de altas prestaciones.
Esta es la primera vez que Infiniti utiliza la denominación Q en Europa. Es una nomenclatura que se remonta a 1989, cuando la marca lanzó el Infiniti Q45. Las Q para berlinas y las QX (cuyo origen está en el Infiniti QX4 de 1997) para SUV y crossovers serán las denominaciones tipo también en nuestro mercado.
En el apartado puramente de comercialización, hay que destacar dos puntos fuertes de cara a la puesta en concesionario de los vehículos. De un lado, que Infiniti ya cuenta con una red de ventas de 16 puntos en España y Andorra; del otro, que junto a los precios del Infiniti Q50 hay una promoción nada despreciable: van incluidos tres años de mantenimiento gratuito.
Y ahora, vamos a ver qué es eso que llamamos Infiniti Q50.
Aspecto exterior del Infiniti Q50
→ Silueta (Essence)
→ Pilar C (Essence)
→ Faros (Etherea)
→ Rejilla (Etherea)
→ Configuración asimétrica de la cabina (Essence y Emerg-e)
Visto por fuera, el Infiniti Q50 tiene el aspecto de una berlina de alta calidad. Sus formas son mesuradamente emocionales, lo justo para la ocasión, y calibradas nervio a nervio. Rezuma tensión que evoca dinamismo, pero sin perder la compostura. ¿Cuestión de equilibrio o de querer contentar a todos en aras de la globalidad?
El Q50 bebe directamente de las fuentes que son los tres concept cars de Infiniti presentados en 2009, 2011 y 2012: Essence, Etherea y Emerg-e, y eso se percibe tanto en su línea general, su silueta, que hereda del prototipo Essence, como en numerosos detalles repartidos por su exterior y su interior.
El resultado es una berlina bella, aunque en algunos detalles nos pueda descolocar un poco. Sin ir más lejos, el frontal resulta excesivamente apuntado en comparación con el resto del cuerpo, y a algunos les puede parecer que, al menos en fotografía, hay demasiado panel lateral para la superficie acristalada que tiene.
Al natural, sin embargo, lo cierto es que convence, y mucho. Es una de esas berlinas que hacen que la gente se gire para mirar. Dando vueltas por la ciudad de Barcelona las miradas nos siguen, y eso es algo que no siempre ocurre; y menos, con un vehículo del segmento D. ¿Admiración o curiosidad? Apuesto por lo segundo, más que nada porque la marca Infiniti todavía no suena en la calle.
Si seguimos con ese recorrido que estábamos realizando por el exterior del Q50, su zona posterior nos deja ver, en primer lugar, un reparto equilibrado de elementos, con una horizontalidad general que le hace mucho bien. En segundo lugar, los detalles más destacables: unos faros alargados y envolventes, aunque demasiado evocadores de otros diseños, una línea de maletero curva y unos terminales de escape tremendos.
En conjunto, hablamos de una berlina que, sin manifestar grandes connotaciones deportivas, sí que resulta comedidamente emocional. Le pesa más, sin embargo, la voluntad de quedar bien con todos los públicos. Y consigue su propósito.
Aspecto interior del Infiniti Q50
Que una marca como Infiniti defina los puntos esenciales de su producto con los valores de tecnología, habitabilidad y precio nos lleva directamente al interior del Infiniti Q50. En él, descubrimos un mundo al que no nos tienen demasiado acostumbrados ciertos fabricantes premium, y es el gusto por el detalle, tanto en lo estético como en lo funcional.
El espacio interior resulta acogedor sin agobiar en ningún momento ni al conductor ni a los acompañantes. Las posiciones de uno y los otros quedan completamente separadas, sin que por ello el conductor se sienta aislado del resto. Y la gestión del lugar que ocupa cada uno es impecable, con unas separaciones a la altura de la rodilla que no son fácilmente mejorables.
El reglaje de los asientos delanteros es muy bueno en la versión más equipada, con dos memorias para los reglajes eléctricos, y algo discutible en accionamiento cuando hablamos de la versión inferior, que monta reglaje manual por palanca y cremallera. En cualquier caso, desde la óptica de la ergonomía los asientos delanteros no tienen tacha. Son buenos incluso los reglajes lumbares y dorsales, tan complicados a veces por un exceso o defecto de dureza.
La visibilidad del panel de instrumentación es muy correcta, aunque no sucede lo mismo con la muy espectacular doble pantalla táctil (arriba, GPS; abajo, ordenador de a bordo), que queda fácilmente enmascarada por la luz del sol. El acceso a los mandos es algo irregular: los básicos están bien ubicados, pero el modo de tracción y el interfaz del navegador quedan algo atrasados. En el balance positivo destacan las levas de magnesio, que de forma opcional en el top de los diésel, y en los híbridos de serie, hereda del monoplaza de la casa.
En los detalles se aprecia calidad en los materiales y mucho mimo a la hora de encajarlos, sin dejar fisuras, ni conceptuales ni palpables. Con todo, como alguna pega hay que poner para evitar caer en el exceso de azúcar, vamos a hablar del poco espacio que hay en la guantera, compensado en parte con el arcón del apoyabrazos central, y del maletero, que en la versión híbrida se queda en 400 litros (en la diésel es de 500 litros).
Dicho todo esto, nos queda por delante una prueba bastante heterogénea. En ella, además de circular por autopista, carretera y ciudad, nos iremos al circuito Parcmotor de Castellolí para ver cómo funcionan algunas características del Infiniti Q50. Vamos tirando para allá.
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En Motorpasión | Presentación Infiniti Q50