Hace 50 años, Canadá ideó la manera de que el lubricante de los motores fuese comestible. Y así nació el aceite de colza que hoy está en galletas y pizzas congeladas

Hace 50 años, Canadá ideó la manera de que el lubricante de los motores fuese comestible. Y así nació el aceite de colza que hoy está en galletas y pizzas congeladas
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El aceite de colza es el tercer aceite alimenticio más consumido en el mundo, detrás del aceite de palma y de soja. Sin que apenas nos demos cuenta está presente en numerosos alimentos procesados que compramos en el supermercado, como las galletas o pizzas congeladas. Lo más extraño es que antes de conquistar las estanterías de los supermercados, el de colza era un aceite que se usaba hasta hace más bien poco como lubricante para motores.

La colza empezó a cultivarse en Europa en el siglo XIII, como alimento para el ganado y luego para obtener su aceite. Este se usaba entonces como combustible para las lámparas. En la primera mitad del siglo XX, Canadá era el mayor productor de aceite de colza y fue utilizado como lubricante en los motores de los buques y aviones aliados en la Segunda Guerra Mundial. Al finalizar la guerra, había que darle salida a una enorme producción de aceite.

De lubricante para máquinas de guerra a la pizza congelada

El aceite de colza para consumo humano nació en un laboratorio estatal de Canadá. Su nombre en inglés, canola, es un guiño a sus orígenes. Significa literalmente “canadian oil low acid”, o aceite canadiense de bajo contenido ácido, recuerdan desde National Post.

El aceite de colza se obtiene como cualquier otro aceite comestible, machacando las diminutas semillas de una planta para extraer toda la grasa almacenada en su interior. El aceite de sésamo o de girasol se obtiene del mismo modo. Incluso nuestro preciado aceite de oliva, que malvendemos a Italia para que lo revenda luego a precio de oro, se elabora de la misma manera. Prensando las olivas se libera su aceite.

Sin embargo, mientras que estos aceites se consumen desde hace miles de años, el de colza sólo se consume desde los años 70. Hasta entonces, su consumo no era posible por dos elementos presentes en su composición, el ácido erúcico, y el glucosinolato.

El primero, además de darle un mal gusto, resulta nocivo y es en la actualidad considerado un contaminante. El segundo, es lo que hace que la mostaza o los rábanos, por ejemplo, sean picantes.

Al final de la Segunda Guerra Mundial, Canadá quería dar una nueva salida a su enorme producción de aceite de colza. Las autoridades canadienses quisieron entonces encontrar una forma de mantener ocupados a los agricultores cultivando colza en todo el país y vendiendo toneladas del producto.

Dos décadas después, Richard Downey y Baldur Steffansson, del ministerio de agricultura y de la Universidad de Manitoba, lograron crear una semilla de colza que una vez prensada libera un aceite libre de ácido erúcico y glucosinolato. Y, sobre todo, un aceite muy fácil y barato de producir. Empezó a comercializarse en 1978 y desde entonces ha conquistado el mundo gracias a su precio bajo, cuesta un tercio de lo que cuesta el aceite de oliva, y al hecho de que no tiene sabor, así se puede usar en numerosos productos procesados.

Obviamente, que el aceite de colza fuese a la base un aceite industrial no deja de ser, a día de hoy, como una broma de mal gusto en España. No podemos olvidar el envenenamiento masivo de cientos de personas en 1981 cuando unos desalmados vendieron aceite de colza industrial mezclado con un poco de aceite de oliva como si fuese aceite de oliva auténtico. Desde entonces, el aceite de colza goza de muy mala fama en nuestro país.

Y aunque el aceite de colza actualmente es considerado como saludable, teniendo el aceite de oliva, para qué íbamos a querer el aceite de colza. Bueno, sí, para la cadena de la bici si no hay otra cosa a mano.

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