El futuro pasa por la conducción autónoma, seguro. No quiere decir que se vaya a acabar el conducir, al menos en unos cuantos años, pues habría que ilegalizarlo. Demasiado extremo. Pero sí hay gente que está dispuesta a que su coche le lleve, y dedicar su tiempo en otras cosas más estimulantes o entretenidas.
Estamos ante uno de los mayores desafíos tecnológicos a los que se enfrenta el matrimonio de la industria del automóvil y de la tecnología punta (concretamente diversos campos de informática y electrónica). ¿Por qué sería bueno que empresas tecnológicas tomasen la sartén por el mango?
En los últimos años, algunas empresas de Sillicon Valley amenazan con hacerse con el control del mundo, prácticamente. Sin ir más lejos, Google. Ya saben de nosotros más que nuestras madres, y ya se han metido en la carrera del hardware y telefonía móvil. ¿Por qué no un coche? ¿Por falta de saber hacer?
Efectivamente, los fabricantes automovilísticos son los que más saben del tema, llevan haciéndolo décadas, exceptuando fabricantes chinos de tercera división. Tanto conocimiento no se puede obtener deprisa y corriendo, se necesitan muchos ingenieros y unas ingentes cantidades de dinero.
Pues bien, teniendo en cuenta que en 2009 las acciones de Google costaban unos 300 dólares (NasdaqGS) y ahora ya superan los 1.000 dólares, debemos entender que el dinero no sería precisamente un problema. El potencial mercado de los coches autónomos es inmenso, no despreciemos el número de personas que no disfrutan conduciendo o no les gusta.
Además, se puede partir de una base. Como cuando Tesla partió de un Lotus para hacer su Roadster. Se pagan las licencias que se hayan que pagar, que aporten las fábricas otros, y Google se dedica a la parte totalmente tecnológica. Quien dice Google, dice Apple, Microsoft (¡oigo risas!), Intel, etc.
La parte más difícil, apta para empresas tecnológicas
El reto principal es hacer que una máquina totalmente estúpida y que no se vale por sí misma sea capaz de analizar su entorno y tomar decisiones sin intervención humana, y sin posibilidades apenas de fallo. Para empezar, ya hay que hablar de inteligencia artificial y mucha lógica difusa.
Para que la máquina pueda tomar las decisiones correctas necesita mucha información y eso nos lleva a sensores. GPS, visión computerizada, micrófonos, radar de microondas, ultrasonidos para corto alcance, acelerómetros, etc. Los prototipos de coches autónomos van cargados de sensores hasta el techo, y eso hay que miniaturizarlo bastante.
Para que un ordenador pueda procesar tal cantidad de información necesita mucha potencia de cálculo y conexiones de alta velocidad entre todos los dispositivos, y obviamente, todo lo que implica información interna del vehículo. Además, está la cuestión de la fiabilidad a prueba de bombas.
Me explico. Estamos habituados a que los aparatos de electrónica de consumo duren lo que han de durar y luego se desechen. No es admisible eso con un coche. Ha de funcionar durante años, sin fallar, con calor, frío, humedad, con baches... porque hay vidas humanas en juego. Sí, da yuyu que Microsoft se meta en este negocio, ¿eh?
Para conseguir niveles tan altos de fiabilidad los componentes han de ser muy caros. Otro reto es hacer que todo eso tenga un precio razonable o la gente seguirá prefiriendo conducir... o pagar a un conductor humano. Pero si algo nos ha enseñado la informática es que la velocidad de progreso es... absurda.
Así que si juntamos mucho dinero, mucho ingeniero y la filosofía informática del "divide y vencerás", subcontratando la parte mecánica, el coche autónomo en manos de estas empresas puede ser un hecho antes de lo que pensamos. Que las automovilísticas no se duerman en los laureles, puede ser un error histórico.
Es más, queda otra vía, y en vez de desarrollar coches autónomos concretos, una solución escalable que los fabricantes de coches puedan integrar en sus diseños. Se van a hartar de ganar dinero según les vayan pagando licencias para industrializar eso. Casi es mejor idea que sacar sus propios coches.
Una vez expuestas ambas posturas, elegid vuestro bando. Charlemos un rato.