¿A quién no le gustan las excursiones campestres? A nosotros, desde luego, nos encantan, y hace unos días tuvimos la oportunidad de viajar a Galicia, y más concretamente a la zona de las Rías Bajas, cerca de Vigo, para vivir en nuestras propias carnes la Aventura 4×4 que organiza anualmente el fabricante japonés Toyota.
Para la ocasión, la marca eligió el suroeste de Galicia y llevó consigo su gama 4×4: Toyota RAV4, Toyota Hilux y Toyota Land Cruiser. Entre los tres, y contando también el Urban Cruiser de tracción total que se vendió durante un par de años en nuestro mercado, suman unas ventas acumuladas en España de en torno a 175.000 unidades.
En sus respectivos segmentos, el Toyota Hilux es el rey con un 49% de las ventas de vehículos pick-up, el Land Cruiser también se encuentra en cabeza con aproximadamente un cuarto de las ventas y el RAV4 se conforma con un 6% del pastel, en un segmento, eso sí, con una oferta mucho más variada. Veamos cómo se comportan en el monte, entre eucaliptos y al borde del Atlántico.
Un poco de pulpo y al monte con un RAV4
Tras degustar algunos platos típicos de la cocina de la tierra (o más bien de la mar), como el pulpo a la gallega (que bien rico estaba, por cierto), nos asignan la llave de uno de los vehículos que teníamos disponibles para la ruta todoterreno y nos dejan marchar.
Descubrimos que el coche que nos ha tocado es un Toyota RAV4 2.2 D-4D de 150 CV con caja de cambios manual. No es el modelo más enfocado al campo, pero cuenta con tracción integral, la carrocería está a una altura considerable como para rodar fuera de la carretera sin mucho problema y además sabemos que otros compañeros hicieron el día anterior la ruta, así que no deberíamos tener mayor inconveniente en superar los obstáculos que teníamos por delante.
Primero me siento de copiloto. Mi compañero conduce. Empezamos la ruta rodando despacio, saboreando cada piedra de los pedregosos caminos por los que transitamos. Charlamos sobre lo seca que resulta la suspensión y lo achacamos a la búsqueda en este tipo de vehículos de un buen comportamiento en carretera mediante el endurecimiento de la suspensión, lo cual no resulta lo más adecuado para un uso off-road.
Desde el comienzo de la ruta está lloviendo, pero según van pasando los minutos la lluvia cae con más ímpetu y los caminos y pistas comienzan a embarrarse. A pesar de montar neumáticos M+S (no de todoterreno), el coche apenas desliza, salvo en zonas donde se acumula una cantidad de barro importante y el eje trasero se mueve ligeramente. Tampoco aparecen problemas de tracción.
Cuando llega el turno de ponerme al volante, el chaparrón que cae sobre nuestras cabezas, o más bien sobre el techo del RAV4, es importante. Como no hay mal que por bien no venga, nos empezamos a encontrar con charcos de dimensiones considerables. Esos que no puedes evitar atravesar levantando agua en grandes cantidades. Cruzamos varios y aprovechamos para tomar la típica foto (la que tenéis un poco más abajo).
Conmigo al volante afrontamos alguna cuesta empedrada, y con mucho barro, que nos intimida un poco. “Es que esto no es un todoterreno“, comentamos. A pesar de no contar con reductora, el RAV4 tiene un bloqueo del diferencial central que nos permite seguir nuestro camino cuando la tracción escasea. Eso sí, en algunos sitios sí que rozamos ligeramente los bajos del vehículo por falta de una mayor altura libre al suelo.
El coche nos sorprende y pasa por sitios que nunca habríamos imaginado. “Acelera, acelera, que pasamos“. Y vaya que si pasamos. Es más, estamos seguros de que prácticamente ningún usuario hará un uso así de su vehículo, principalmente por miedo a romperlo, aunque no, no se rompe. Eso sí, también es cierto que en según qué tramos el coche no está del todo a gusto puesto que no es su verdadero hábitat.
Sólo echamos de menos una caja reductora en un momento determinado de la ruta, y no fue precisamente por quedarnos atascados en un barrizal o por no disponer de tracción suficiente, sino porque tuvimos que afrontar un descenso por una pendiente muy, muy embarrada, y la primera marcha se nos antojaba demasiado larga como para retener el coche tanto como nos habría gustado. Por lo demás, con el bloqueo de diferencial fue suficiente.
El Toyota RAV4 es un SUV de los de la vieja escuela. A pesar de que la mayoría de sus compradores puede que ni pisen el campo, el RAV4 sorprende cuando se usa fuera de la carretera. Es mucho más apto de lo que uno pueda pensar de antemano y es, desde luego, una opción muy a tener en cuenta si nos gustan este tipo de coches y además tenemos pensado darle un uso campero.
Todoterreno, todoterreno
Tras una cena “a la gallega” y un buen desayuno, nos toca retomar de buena mañana la Aventura 4×4, esta vez a bordo de un Toyota Land Cruiser 60 Aniversario con carrocería de cinco puertas, cambio manual y el motor 3.0 D-4D de 190 CV y 420 Nm de par motor máximo.
Los compañeros con modelos automáticos lo tenían más fácil. Nosotros, sin embargo, con el cambio manual teníamos que trabajar más. Eso sí, el RAV4 se nos caló en varias ocasiones por no tener suficiente fuerza a muy bajas vueltas, cosa que no ocurrió en ningún momento con el Land Cruiser gracias a su elevado par en la zona baja del cuentavueltas.
Antes de subir al monte nos toca conducir un poco por carretera, donde el Land Cruiser se comporta bien, aunque su elevado peso (unas dos toneladas), el asfalto mojado y neumáticos de todo terreno no invitan a rodar rápido. Si el RAV4 estaba fuera de su hábitat en el campo, éste lo está en el asfalto, más que nada por los neumáticos.
Está claro que el Land Cruiser ya es un todo terreno con todas las letras. Cuenta con un robusto chasis en escalera, suspensión independiente delantera, eje trasero rígido con barra Panhard y diferencial central Torsen, así como caja reductora. Además, su altura libre al suelo es de al menos 20,5 centímetros, sus ángulos de 32, 26 y 25 grados (ataque, salida y ventral, respectivamente) y tiene una capacidad de vadeo de 70 centímetros.
Por delante pistas forestales, caminos pedregosos (pero con piedras de verdad, de tamaño considerable), algún pequeño río, grandes charcos, zonas embarradas, descensos sobre piso muy deslizante y hasta un circuito de Motocross, rotísimo, con más baches y grietas que el desierto de Atacama, pero en algún lugar perdido del monte gallego.
El Land Cruiser ya se siente más desenvuelto, más capaz, y también con un tren trasero algo más suelto, que desliza más. Aunque no tuvimos problemas de tracción en ningún momento, sí agradecimos la caja reductora cuando afrontamos una importante cuesta abajo con muchísimo barro. El suelo estaba tan deslizante que preferimos no tocar el freno ni pisar el embrague. La primera resultaba algo larga para retener el coche, así que conectamos la reductora e hicimos el descenso despacio, en segunda y tercera velocidad.
En una de las cerradas horquillas del descenso, igual de embarrada o más que el resto del tramo y con una caída importante ladera abajo, tuvimos que realizar varias maniobras poniendo de manifiesto no sólo lo resbaladizo del terreno sino también que el radio de giro del Land Cruiser no es de los mejores (un mínimo de 5,2 metros según ficha).
Para el Toyota Land Cruiser lo cierto es que todo lo anterior es pan comido. Éste sí se siente cómodo allá por donde lo lleves y, como dice la propia marca, “Si cabe, pasa“. Al contrario que el RAV4, cuya suspensión es algo seca, el Land Cruiser sí nos pide que rodemos algo más rápido por los caminos, ya que digiere sin problema las irregularidades del terreno.
Después de varias horas con cada coche cabe concluir que aunque el Land Cruiser es el rey de la gama Toyota en cuanto a capacidades todoterreno se refiere, el Toyota RAV4 se defiende tanto fuera del asfalto como para que prácticamente ningún propietario vaya a encontrar sus límites (ni a buscarlos siquiera, ya que la mitad de los RAV 4 que se venden son 4×2). Eso sí, el RAV4 es un coche más práctico y más cómodo para un uso en carretera, con mejor tacto, mientras que el Land Cruiser es algo más tosco, más robusto en todos los sentidos.
Nos quedamos con ganas de probar las capacidades ruteras del Toyota Hilux pero la marca sólo disponía de una unidad y no pudimos ponernos al volante. Esperemos que en otra ocasión podamos comprobar las bondades del Hilux, y también divertirnos, ya que con la tracción simple (a las ruedas traseras) tiene que ser, además, la mar de divertido sobre suelo deslizante.
Los gastos del viaje para esta presentación han sido asumidos por la marca. Para más información consulta nuestra guía de relaciones con empresas.
Fotografía | Javier Álvarez
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