El pasado viernes, el Estado de California decidió que la manga ancha de Trump no va a tener carta blanca en todos los territorios de Estados Unidos, o al menos no se lo van a poner tan fácil. De manera unánime la Junta de Recursos del Aire de California (California Air Resources Board) aprobó los límites de emisiones de 2022 a 2025 e instó a su personal a ponerse a trabajar de inmediato en los objetivos más allá de 2025.
Con Jerry Brown a la cabeza siguiendo una política claramente favorable a las energías alternativas, California es uno de los estados que más ha apoyado a los coches híbridos y eléctricos. Ahora, tras la amenaza de Trump a "liberalizar" los niveles de contaminación Brown y su equipo se han comprometido a liderar la defensa del medio ambiente. Incluso oponiéndose a los planes del mismísimo presidente.
Conciencia social contra conciencia lobbista
Este gesto que puede parecer una causa perdida enfrentándose de forma directa al gobierno de Trump podría no ser tan alocada, puesto que la de California es la normativa que abraza una docena de estados. Bien completamente, o bien en parte, pero es su modelo a seguir.
Si bien este culebrón estatal contra federal puede desembocar en algún que otro dolor de cabeza para los consumidores y fabricantes, lo cierto es que establecer hojas de ruta a largo plazo es algo vital tanto para el sector de los automóviles como para la sociedad en general si hablamos de algo tan relevante como la regulación de las emisiones y los medios de transporte sostenibles. Temas que trascienden más allá de la legislatura (o legislaturas) de Donald Trump.
Con el rubio de oro ya elegido presidente tras las elecciones del pasado mes de noviembre, Barack Obama y su equipo se apresuraron a establecer los límites federales de emisiones, algo que no sentó bien a los fabricantes quienes recurrieron a la autoridad federal para revisar los márgenes sobre los que se estaba trabajando.
Al llegar Trump al despacho oval su posición lobbista le llevó a presionar a la Agencia de Protección Ambiental hasta con la amenaza de aniquilación de sus normativas y, aun así, finalmente la EPA aprobó los objetivos de emisiones después de unos cruces de declaraciones no demasiado amistosos.
Según Reuters, mientras Mary Nichols (Presidenta de la Junta de Recursos del Aire de California) amenazaba a la industria de "tratar de resolver sus problemas apelando a la intervención del gobierno de Trump", John Bozzella (Presidente y Director Ejecutivo de la Global Automakers Industry Alliance) invocaba al sentimiento nacional porque "tenemos que trabajar juntos, comprometidos en un programa nacional".
La postura de los fabricantes es bien acogida por la Casa Blanca, donde un portavoz llegó a afirmar que "estamos muy decepcionados con que California haya rechazado nuestra buena fe para trabajar juntos en este asunto", haciendo referencia a que una improbable doble regulación (California por una parte y el gobierno de EE.UU. por otra) repercutiría en unos mayores precios para los consumidores finales y en la posibilidad de que un coche de fuera de California no pudiera circular en ese estado.
Recientemente estimaron que el coste adicional necesario para cumplir los nuevos límites se traduciría en una subida media del precio de 1.000 dólares en cada vehículo que se pusiera a la venta, contrayendo la demanda y haciendo perder a la industria numerosos puestos de trabajo. Un incremento en el coste con el que a Trump no le salen las cuentas dentro de su enajenación proteccionista.
Más allá de la supuesta defensa de puestos de trabajo o variaciones en el precio final de los vehículos, un enfrentamiento de este calado entre el gobierno de Trump y el estado de California (el más importante en asuntos de regulación sobre automoción) es un enorme palo en las ruedas para el desarrollo de sistemas de movilidad limpia.
Y esto sólo acaba de empezar, porque aún nos quedan años por delante de un Donald Trump con mucho poder y capaz hasta de rebuscar en los bolsillos de la NASA, además de en las carteras de Energía, Salud, Transporte o Seguridad Social para dárselo a la industria estadounidense.