El campeonato empezó raro. Alonso se vió sorprendido por el comportamiento de su equipo, que no parecía responderle con la confianza que él había depositado en ellos. Hasta que todo estalló después del gran premio de Mónaco, cuando Dennis pretendió disminuir el valor de su victoria alegando tácticas de equipo, para contentar a los británicos.
Durante el periplo americano, Alonso respondió con declaraciones grandilocuentes, malos gestos y quejas. Al mismo tiempo su rendimiento disminuyó y empezó a cometer los errores que nunca se le habían visto. Volviendo a Europa decidió cambiar de táctica.
Empezó a ocultar sus reglajes los viernes, para que Hamilton se viese perdido y sin referencias. En unos grandes premios la cosa fue mejor y en otros peor, pero poco a poco fue reduciendo su desventaja en la clasificación. El ambiente en el equipo seguía siendo malo, pero al menos se soportaban.
Hasta que llegó Hungría. Después de lo que hemos conocido esta semana, ya tenemos el panorama completo de lo que allí pasó. Alonso se dió cuenta de que competía contra un compañero que empleaba tácticas sucias, y que estaba en un equipo que no le iba a negar nada a Hamilton, por mal que se comportase. Era un equipo en el que querían a Alonso para desarrollar el coche, pero para poco más. En la mañana del domingo y después de su bronca con Dennis, Alonso decidió que "ya no iba a hacer prisioneros".
Y volvió a ser el Fernando Alonso que hemos conocido siempre: el que se concentra en sí mismo y en su pilotaje, sabiéndose el mejor, y olvidándose del mundo que le rodea; el que nunca ha necesitado que le quiera su equipo (al contrario que Schumacher), sino simplemente que le den un coche ganador. Decidió que iba a empezar a correr desde el mismo viernes, que Hamilton podía intentar copiarle, pero que lo iba a tener difícil para igualarle.
Y Fernando dejó de fingir. Ya no dió abrazos ni palmadas, ni dedicó buenas palabras a su equipo. Al fin y al cabo ya todo el mundo sabía, por sus mails, que De La Rosa trabajaba codo con codo con los ingenieros de McLaren intentando llevar al equipo los desarrollo técnicos de Ferrari (porque por ahora De La Rosa no programa el simulador, ni diseña el sistema de frenado del coche). El equipo podía seguir fingiendo ser una dama ofendida, pero él se iba a limitar a ganar carreras para sí mismo y reconocer que todos tenían su parte de culpa en el escándalo. Que Hamilton fuese el niño bueno, que él no iba a ser un hipócrita. Que le pusieran de chivato o chantajista, es igual, él ya no respondería.
Si Ron quería que sus pilotos corrieran de igual a igual, iba a tener competencia, y de la buena. Para empezar, Fernando ya le ha enseñado a Lewis lo ancha que es la pista de Spa. Y todavía se queja, él, que ha estado todo el año haciendo varios cambios de trayectoria en la salida. Y ahora es Lewis el que muestra caras largas y declaraciones quejicas y se olvida de pilotar. La situación ha dado un vuelco, y ahora es Alonso el que tiene las de ganar, y hasta el apoyo de la FIA...