Lo que pasó la madrugada del pasado jueves en Córdoba, cuando un coche de caballos sufrió una colisión con “otro vehículo“, según decía la agencia de noticias, captó mi atención a la mañana siguiente, mientras esperaba a que un retrasado tren de Renfe me dejara tarde en el aeropuerto donde ya me esperaban para embarcar (en un rato te cuento adónde iba).
Liquido ya la noticia de arranque y luego voy a por mis reflexiones del día. Sucedió en el P.K. 3 de la carretera CO-3402, más conocida como Carretera de Santa María de Trassierra, a 200 metros del Chuletero Rancho Grande. Resultaron heridas seis personas: cuatro mujeres de 29, 57, 58 y 61 años, y dos hombres de 66 y 67. Hasta ahí, lo que contaba la escueta nota.
Sí, vivimos una época extraña, como de transición a muchos niveles. No hay más que releer el primer párrafo para comprender que con sólo cruzar una calle pasamos de un siglo a otro con todo lo que eso conlleva. Y a nivel de seguridad vial, esa situación de entre aguas es también evidente.
A Bridget Driscoll, que en 1896 fue la primera persona que murió atropellada por un automóvil (aunque la primera víctima, por caída, fue Mary Ward en 1869), y al forense que la examinó en la autopsia y que dijo aquello de “confío en que esta clase de absurdo no suceda nunca más” (esperemos que como médico estuviera más acertado que como visionario), les causaría cierta consternación comprobar que en pleno año 2012 los caballos y los automóviles todavía van chocando por ahí.
Pero no es de esto exactamente de lo que quería hablar yo hoy. Pensaba más en los coches eléctricos que dicen que están a la vuelta de la esquina aunque todo el mundo explica que mientras no tengan autonomía, no bajen de precio y no se puedan recargar con comodidad, tururú. Bueno, pues hablemos de los híbridos cuando van en modo eléctrico, que para el caso…
¿Y qué tiene que ver un coche de caballos con un híbrido en modo eléctrico? En realidad, nada, salvo que cada vez que pienso en híbridos y eléctricos pienso en lo que tuvo que ser aquella otra época de transición, la de pasar de la movilidad animal a la auto-movilidad. A nivel de seguridad y sobre todo a nivel de seguridad para los peatones, me refiero.
Extrañas máquinas en un mundo cambiante
Pienso también en aquellos tiempos en los que el ferrocarril lo invadió todo, a caballo entre el XIX y el XX. De hecho, pensaba en ese tema cuando lo del retraso de Renfe que te comentaba antes, no me preguntes por qué. El caso es que cuando el tren comenzó a ser adoptado como medio de transporte, costó que la gente que pasaba por ahí entendiera algo tan obvio como que si te pilla el tren estás listo.
La misma obviedad que decía que a si te ponías delante de un automóvil y no ibas con un poco de cuidado podías sufrir un atropello de la misma forma que nunca te habrías puesto delante de un caballo que viniera hacia ti al galope. Obvio, sí, pero a la gente nos cuesta cambiar de hábitos.
Y como nos cuesta cambiar de hábitos, nuestros representantes públicos, esos que desde sus despachos velan por nuestro interés y por nuestra seguridad (guiño, guiño), nos ayudan (guiño, guiño, ya me ha dado un tic). Culpable, en todo caso, la máquina, no la persona que pasa por delante. ¿Que el tren viene pitando? Cercamos el tren. ¿Que el coche viene por la calzada? Le ponemos mil trabas, antes que concienciar al peatón de que se juega el pescuezo si cruza por donde le da la gana.
Vuelvo de un salto a la época actual, y veo lo que hay: caballos, ferrocarriles, automóviles, aviones… Venga, va, nos ponemos en modo crédulo e imaginamos coches silenciosos que poco a poco lo inundan todo. Y como somos como somos, vaticino los primeros atropellos por coches silenciosos. Claro, como no se les oye venir…
Leo en un periódico más amarillo que Blas el siguiente titular: “Víctima de la movilidad eléctrica”, y así. Culpable, el coche, por no mirar. Ah, no, calla, que me olvidaba de que hay personas que desde sus despachos velan por nuestro interés y por nuestra seguridad. Al coche le ponen un cascabel para que lo escuchemos llegar. Problema resuelto desde hace dos años ya.
Sí, costará lo suyo deshacerse de este criterio que empleamos para guiarnos como peatones entre el tráfico. No en vano el campo auditivo, cuando pasamos de los 7 u 8 años y lo tenemos ya formado, cubre 360 grados a nuestro alrededor por los 180 que con suerte cubre nuestra visión. Costará, pero habrá que irse haciendo a la idea. Igual que en su día alguien, por fin, comprendió que los automóviles suponían el relevo natural para los animales de tiro, aunque aún hoy vayan chocándose por ahí.
Yo, por si acaso, ya hace tiempo que miro antes de cruzar, ‘vaya-ser-que…