Cuando asistimos en Barcelona a la presentación del Toyota RAV4 (parte 1, parte 2), tuvimos la oportunidad de verlo en acción por carretera, pero no fuera de ella. Por eso, esta vez la marca japonesa nos convocó en una finca de San Lorenzo de El Escorial, en Madrid, para descubrir cómo es un RAV4 de cuarta generación cuando lo pones a retozar por el barro y a bañarse en un arroyo.
Cierto es que el RAV4 es un SUV, y eso hace que pensemos en él como un coche grande y urbanita. Eso nos pasa a todos, también a la gente de Toyota. Pero con el RAV4 no quieren perder el camino abierto en 1994, de manera que el objetivo es mostrarnos que, si se tercia, este todocamino puede usarse también para patear terrenos algo más inhóspitos que la salida de un colegio.
Y para empezar, nos remontamos en el tiempo (de nuevo) hasta 1994. Aquel año, Toyota sorprende con un artefacto llamado Recreational Active Vehicle with 4 Wheel-Drive. O sea, RAV4, un vehículo activo recreativo con tracción a las cuatro ruedas que medía 19 centímetros menos que el actual Toyota Yaris. Se trata de un canijo de 3,69 metros que lo mismo puede moverse en ciudad que triscar por los campos.
¿Qué le pasó después al pequeño saltamontes? El primer RAV4 se fabricó en versiones 3 y 5 puertas aunque esta última apenas tuvo éxito. Más tarde, en el año 2000, ambas carrocerías tendrían reconocimiento gracias al agrandamiento del RAV4. En 2006, la generación previa a la nueva sólo se montó con 5 puertas y se vendió como churros, y de hecho en Estados Unidos y Rusia el RAV4 cuenta con una versión de batalla larga con opción a 7 plazas.
O sea, que la gente quería que el RAV4 fuera más grande y más habitable.
De hecho, siguiendo con la filosofía (a ver si lo sé decir) Genchi Genbutsu propia de la marca (que viene a ser algo así como "mira a ver lo que se cuece allí donde se cuece", pero en plan espiritual) la lista de peticiones para el nuevo RAV4 hablaban de tamaño, espacio, una línea exterior con fuerza (menos redondita que el actual), un interior más premium, más espacio para el maletero, más versatilidad y más diversión en la conducción.
Y esa diversión debía entenderse dentro y fuera del asfalto. Así que en esas estamos. Hemos venido hasta la sede central de la marca nipona en España para llevarnos un Toyota RAV4 y rebozarlo en barro por los caminos y las sendas que encontraremos en una preciosa finca dedicada a la cría de caballos que hay a unos kilómetros de aquí.
De excursión con el Toyota RAV4
Tras abandonar el asfalto y acometer los primeros caminos de tierra, comenzamos a avanzar por un sendero algo embarrado. Ha llovido bastante, y ya nos han avisado de que la actividad que vamos a realizar hoy puede resultar especialmente... "interesante" (sic). Nuestro instructor para el briefing inicial, Pau, deja ahí el adjetivo para que nosotros hagamos el resto con la imaginación.
De momento vamos dando vueltecitas sin mayor problema. El camino tiene barro, sí, pero no representa ningún problema ni para el RAV4 ni para un Toyota iQ que metiéramos por aquí. De hecho, mientras vamos tirando mi compañero de fatigas (Luis Ramos) y yo comentamos que en los pueblos la gente se mete en caminos chungos con utilitarios y no pasa nada.
No pasa nada... hasta que pasa. Delante de nuestro coche unos compañeros han tenido un choque. Aún es ahora que no sé cómo les ha podido ocurrir, a no ser que hayan entrado algo rápido en un estrechamiento que hay. Todavía tenemos por delante un camino absolutamente embarrado, múltiples vadeos de un arroyo que en algunos pasos da un cierto respetillo, tramos con hierba mojada y un circuito de conos. Pero ese coche no podrá hacer nada de todo eso.
Avanzamos en nuestro camino y las cosas empiezan a ponerse más feas, hablando de forma objetiva. Barro. Hay barro como para montar una fábrica de botijos. Poco a poco los surcos empiezan a ser más profundos. ¿Qué habrá ahí? ¿30 o 40 centímetros? Además, con el agüilla que tiene por encima, la mezcla adquiere una consistencia muy fangosa y resbaladiza.
¿Será esto un problema para el RAV4? Mira que no me veo yo empujando este coche para sacarlo de una de estas trampas, que al fin y al cabo hablamos de un morlaco de tonelada y media larga que, adherido al barro, puede ser como para dejarlo que arraigue en la zona y huir sibilinamente...
Nada, pronto me doy cuenta de que es cuestión solamente de ir con tranquilidad y dejar que el reparto de par haga su trabajo mientras todos mis sentidos hacen el suyo. También los neumáticos, Michelin Latitude Tour HP en este caso aunque hay unidades que montan Bridgestone, se desempeñan bien en su labor. Hay deslizamiento, pero es algo controlado. De momento, el icono del VSC no se ha encendido. De momento.
Tras los primeros barrizales, viene un tramo de hierba que pasamos como si nada, como si se tratase de tierra. Así como sobre el barro hay que calcular un poco lo que se deslizará el coche, descalzo sobre la hierba el RAV4 se muestra fiel en todo momento a lo que le ordenan mis pies y mis manos.
Un inciso: el modo Sport
Claro, que no lo he explicado. Es que yo soy muy cuco, y sabiendo que el RAV4 con tracción total tiene el modo Sport, que conocimos en la presentación de Barcelona, me ha faltado tiempo para activarlo. ¿Que por qué? Pues muy sencillo: porque para carretera aporta una ayuda en los giros que acaba con el riesgo del subviraje clásico en los SUV. Pero es que sobre barro es muy aconsejable echar mano de él para conservar bien el rumbo.
En principio, el Toyota RAV4 AWD tracciona a las ruedas delanteras, excepto cuando podemos necesitar la tracción total, es decir, cuando se inicia el subviraje en una curva. Entonces se deriva hasta el 50 % del par al tren trasero. Es un sistema reactivo al problema.
Bien, la cuestión está en que el modo Sport deriva par atrás ya en cuanto giramos. Transfiere un 10 % inicial que aumenta hasta el 50 % cuando los sensores de la dirección y de guiñada indican la existencia de un derrape. Así, el modo Sport es proactivo, no espera a que se genere el problema para intervenir.
Por otra parte, el modo Sport reduce la asistencia a la dirección en un 20 % y cambia la configuración del acelerador para dar mayores regímenes, de manera que la conducción es más dinámica sobre asfalto... y mucho más controlada y divertida sobre barro.
Siendo así las cosas, el modo Sport permite acometer giros verdaderamente cerrados y a una velocidad nada despreciable sin subvirajes ni nada que se le parezca. En verdaderos barrizales como los que nos movemos, quitar el modo Sport supondría acabar fácilmente haciendo un recto.
Toyota RAV4, entre conos y arroyuelos
Para que esta diferencia nos quede más clara todavía, tenemos ya ante nosotros un circuito de conos bastante ratonero en el que sin activar el modo Sport el RAV4 se muestra algo pesado por la parte del tren delantero. Con el modo Sport la cosa cambia, y el eje posterior se encarga de ayudarnos a encarar mejor los giros sin apenas rectificaciones de volante.
Precisamente esa es la gracia del sistema cuando lo usamos en carreteras. Permite giros trazados de una sola vez, sin tener que aplicar correcciones para ir cerrando el giro. Y sobre el barro, la diferencia supone trazar el giro o irse de fiesta con los conos por ahí.
Y como todo esto está muy bien, pero nos habían prometido una salida off-road, tras la hierba y el barro llega el momento de vadear un arroyo. De hecho, es un riachuelo que vamos a encontrar en varias ocasiones a lo largo de la jornada, acometiéndolo por pasos con diferentes inclinaciones del terreno, con firmes más o menos surcados y con barro más o menos compactado en los puntos de acceso.
Vamos, que lo más estable que vamos a encontrar es el lecho del río, que está cargado de cantos. El arroyo no lleva mucho caudal y desde luego no cubre a lo loco, pero va bien para evaluar el comportamiento del RAV4 en esta tesitura tan poco frecuente para un SUV, riadas aparte.
Y en general el comportamiento es brillante, aunque algunos golpetazos en las protecciones inferiores cuando volvemos a tierra firme nos hacen temer por la salud del SUV metido a todoterreno. Es lógico. Con una batalla de 2.660 mm y una distancia al suelo de 187 mm, el ángulo ventral no puede ser como para tirar cohetes. No es la prioridad, tampoco, en un coche como este.
La luz del VSC va como loca en estos momentos, entiendo que nos cuesta un poco hacer pie sobre el barro mojado en las pendientes más duras de los márgenes del arroyo. Pero es cuestión de hacer las cosas con tacto, mimo y cariño. Después de todo no llevamos un todopoderoso Canyonero, sino un buen SUV que se comporta como nosotros le decimos que se comporte.
Acotemos el terreno. Tenemos un SUV de chasis rígido y con una suspensión algo dura, pero que funciona bien en carretera. ¿Para qué hemos venido hasta aquí? Para comprobar que al RAV4 se le puede sacar del asfalto y funciona correctamente. Y así es. En su día dije lo siguiente sobre las dos versiones diésel del RAV4:
Ojo, porque en marchas largas ambas motorizaciones se comportan de forma ejemplar. Con el motor de 150 CV y 340 Nm, por supuesto. Pero también con el motor de 124 CV, el Toyota RAV4 aguanta bien el tipo aunque lo pongas a prueba. Para mí, de las dos versiones probadas, el menor sale claramente más guapo en la foto. Sí, es tracción delantera, pero… ¿cuántos quieren el RAV4 para vadear ríos?
Y se conoce que en Toyota me han hecho un ¡Zasca! de dimensiones épicas. Pues sí señores, toca reconocerle el mérito a la versión AWD y toca reconocer que con el RAV4 no sé si ríos, pero arroyos con accesos chungos se pueden acometer. Y... mejor no digo nada más, o la próxima vez me veo cruzando el Ebro con uno de estos, por bocachancla.
Como desde la finca hasta la sede de Toyota hay un trecho, tenemos oportunidad de ver de nuevo al Toyota RAV4 sobre el asfalto. Y reiteramos las impresiones que tuvimos al correr por las carreteras del Penedès, en Barcelona. Es muy, muy estable, y no parece un SUV sino un monovolumen.
¿Es un todoterreno puro, pensado para explotar sus cualidades off-road? Obviamente no. Pero es que tampoco es esa la idea. El Toyota RAV4 es un SUV pensado como hermano mayor del Toyota Verso, es decir, orientado a quien quiere dar un paso más allá de su monovolumen y se va a un SUV. Sólo que a este SUV se le puede dar una pequeña paliza por el campo y la supera con buena nota.
Los gastos del viaje para esta presentación han sido asumidos por la marca. Para más información consulta nuestra guía de relaciones con empresas.
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