El día 26 me tocó levantarme prontísimo, tenía que estar en el aeropuerto de Barajas a las cinco de la mañana para coger un vuelo hasta Berlín. ¿El motivo? Audi hizo una selección de periodistas de varios países para catar su próximo modelo, el Audi R8 TDI. No se trató de una presentación como tal, más bien un road test para comprobar qué tal van.
Nos pusieron como condición no traer cámara de fotos, pues supondría la expulsión automática de la prueba. Como no quise jugármela, no me llevé nada más que el móvil. Además, mi intuición me decía que no iba a tener oportunidad de sacar ni una instantánea. Para comprobar la bondad de sus motores, tuvimos que hacer un largo recorrido por Autobahn a máxima velocidad.
Calculo que en el grupo habría como 20 coches con el motor TDI, un 4.2 V8 de 326 CV alimentado por gasóleo. Además, otros dos R8 con motor V8 FSI, conducidos por expertos pilotos, encabezaban la caravana. Objetivo: demostrar la utilidad de estos petroleros, a ver quién llegaba antes a Munich, casi 620 Km por autopista.
Me tocó compartir coche con un sueco, creo que se llamaba Thorsten o algo así, el caso es que su inglés era pésimo y me costó mucho comunicarme con él. La primera parte la haría él, luego conduciría yo (era obligatorio cambiar de conductor). Con todos los coches repostados hasta arriba empezamos nuestra aventura.
Los alemanes están acostumbrados a ver cochazos, pero creo que esta vez el número de Audi R8 llamó un poco la atención, sobre todo porque la mayoría no sonaban a gasolina, pero tampoco hacíamos mucho ruido, el 4.2 V8 TDI es sorprendentemente suave. Al cabo de un rato, entramos en la Autobahn A9 con dirección a Munich.
Cuando tuvimos vía libre ¡zas! Thorsten pisó a fondo el acelerador, al igual que los demás, y empezamos nuestra particular carrera, dentro de la legalidad pues el tramo no tenía límite de velocidad. Alcanzamos una velocidad de crucero de casi 250 Km/h a 4.000 RPM, más o menos.
El conductor sueco me daba confianza, era muy escrupuloso en lo que el respeto a los más conductores se refería. La única foto que me salió con el móvil fue esta, tenéis que comprender que con tanta vibración y tanta gaita mi humilde teléfono no saca mejores fotos.
Cuando encontrábamos algo de tráfico, nos tocaba bajar un poco la media. Adelantamos a todo tipo de coches, incluyendo Porsches 911, Bentley Continental GT, Lamborghini… Por lo visto la visión en el retrovisor de varios R8 con luces LED encendidas acercándose a toda leche apartan del carril izquierdo a cualquiera.
La sonoridad era abundante, tanto que el ruido aerodinámico y de las ruedas prácticamente camuflaba el sonido del motor diesel. La media de consumo se iba estabilizando poco a poco, hay que tener en cuenta que íbamos a tope. Es cierto lo que dicen, el carril izquierdo se usa realmente para adelantar y los alemanes son muy respetuosos con las normas.
Al cabo de las dos horas me tocó conducir a mi, hicimos una parada relámpago en una gasolinera pasado Leizpig. No reparé dónde estaba, me quité el cinturón a la vez que Thorsten, abrimos las puertas y nos cambiamos a toda leche, que estábamos perdiendo un tiempo precioso. Me senté en el asiento y me ajusté rápidamente retrovisores, volante… lo de siempre. Nos reincorporamos rápidamente a la autopista.
Nunca antes había ido por Autobahn, estaba excitado. Estaba inmerso en vigilar la distancia de seguridad y el retrovisor, aunque poca gente nos adelantó. A 250 Km/h el volante vibra bastante, el aire parece que está afeitando la carrocería y bajo mis posaderas se notaba hasta pisar un guisante, considerando la velocidad que llevábamos.
Thorsten anotó las medidas del ordenador de abordo. Habíamos hecho una media de 227 Km/h con un consumo de 25 litros/100 Km. Nos quedaban por delante algo más de 300 Km, y yo estaba dispuesto a ser de los más rápidos. Más de uno pensará que soy un maldito hipócrita por haber defendido los límites de velocidad en España, pero es que ahí no los había, y después de todo, hay que probar ciertas cosas en esta vida.
En un par de ocasiones hubo que bajar el ritmo por avisos de obras, puestos con suficiente antelación. Pasado un breve tramo a 80 Km/h volví a pisar a fondo el acelerador y dejar al cambio automático hacer su trabajo. Los 326 CV del motor no paraban de masajearme las pelotas, y el caso es que tampoco vibraba tanto, un 320i a 225 Km/h era más molesto por las elevadas revoluciones (salvando la diferencia entre coches).
La aceleración hasta los 200 Km/h era impresionante, como para decirle que no por ser diesel. Pasados los 230 Km/h ya empezaba a costarle un poco subir de vueltas, pero es totalmente normal. El depósito empezaba a acercarse a la mitad, el consumo es muy elevado a máxima velocidad, pero dentro de lo que cabe es razonable.
Mis pulsaciones estaban por las nubes, no apartaba los ojos de la carretera para nada, me corría el sudor a pesar de que la temperatura del coche era agradable, mi visión se hizo de túnel. Menos mal que tengo un poco de hipermetropía, en Autobahn la visión de francotirador es una gran aliada, considerando que en cada segundo el coche recorría 70 metros.
Antes de llegar a destino se encendió la luz de reserva, la aguja del combustible baja muy rápido pasada la mitad del depósito de 75 litros. Tocó parar a repostar, y tratamos de tardar el mínimo tiempo posible. Yo me ocupé de llenar el depósito con gasóleo, Thorsten de pagar con una tarjeta especial que nos dieron.
Más de uno me miró mal, incluso uno me gritó y me dijo “Achtung! Benzin! Benzin!”, creyendo que estaba echando gasóleo por error. El sueco me pegó un silbido y arranqué el motor, se subió y nos largamos. Es normal, gastando 25 l/100 Km el depósito no llegó a alcanzar los 350 Km.
En menos de 3 horas llegamos a las cercanías de Nuremberg, y seguí las instrucciones del GPS (estaba en inglés al menos) para llegar al hotel, el punto de reunión. Nos recibió un grupo de azafatas impresionantes, que nos invitaron a unas cervezas para tranquilizarnos, el test había terminado. Poco después vino un ingeniero de Audi y nos dio una pequeña charla.
Los R8 TDI habían cubierto el trayecto antes que los R8 FSI, que antes de llegar se quedaron sin gasolina dos veces y tuvieron que repostar. Como la velocidad era la misma prácticamente, esa desventaja en minutos no pudieron recuperarla. Ningún TDI hizo un segundo repostaje. Hablaron de lugares y tal pero yo estaba demasiado nervioso como para prestar atención, además, esas cosas suelen venir en el dossier.
Ufff, menuda experiencia, fuimos cagando leches. Menos mal que la gente conduce por esos lares genial, por eso hice el viaje a velocidad AVE más tranquilo de lo que pensaba, y los frenos apenas hubo que usarlos. De vuelta en el avión pensé en que me había convertido no sólo en un hipócrita, también en un asesino. Cuando se enteren mis jefazos en Circula Seguro me van a curtir el lomo…
Ah, y para terminar de hacer amigos, mi elección está clara: R8 TDI. No tiene nada que envidiar al gasolina, a falta de comprobarlo en circuito, y el rendimiento es sensacional. El consumo reducido a tope y el ir a menos revoluciones se aprecia mucho, además, como he dicho antes, el sonido del motor no es para nada molesto.
Llegué a casa hecho polvo, pero bueno, mereció la pena
Fotografía | Audi