Mónaco resulta uno de los retos más importantes del calendario para cualquier piloto que se precie, pero no son los únicos que tienen que aportar ese poquito de más para marcar diferencias. El reto de ingeniería que suponen las peculiares y únicas características de este revirado circuito urbano lo convierten en una de las pruebas más exigentes para las mentes pensantes de las escuderías.
En Mónaco se obtienen las velocidades medias más bajas de todo el calendario, sin existir en el trazado una recta de meta propiamente dicha (vaya, que la que hay no es “recta”), y eso hace que la potencia de los motores y las velocidades punta pasen a un segundo plano. En las calles del Principado lo fundamental es encontrar agarre como sea, y es por ello que la configuración de los monoplazas es de máxima carga aerodinámica. En Mónaco no se busca la eficiencia aerodinámica, una de los puntos fuertes de Ferrari, ya que lo que se pretende no es maximizar la downforce sin penalizar la resistencia al avance. Lo único importante aquí es generar downforce a cualquier precio. Otra característica de Mónaco son sus cerrados giros, llegando al extremo de la curva de Loews, la más lenta del calendario y en la que los monoplazas necesitan un aporte de dirección inédito en el resto de circuitos. Además, el coche debe ir ligeramente más alto, y con una configuración blanda de suspensiones, para absorber los constantes baches y pianos que se encuentra a lo largo de las vueltas. De paso, con las suspensiones blandas, se mejora notablemente otro aspecto fundamental en Mónaco: la tracción a la salida de las curvas lentas, que no son pocas. Y la complejidad técnica, hablando de aceleración, se remata con unos ajustes en el sistema de control de tracción especiales para Mónaco, pues en este circuito el perder tracción aunque sea durante milésimas de segundo puede ser crucial en el tiempo por vuelta. Y claro, el taraje del control de tracción tendrá que respetar también el desgaste de los neumáticos, que aquí en Mónaco también es habitual (¿no, Fernando?).
En definitiva, que en Mónaco es habitual que los pilotos muestren una conducción al límite rozando cada uno de los guardarraíles que delimitan el circuito, pero desde luego, los ingenieros también tienen que llevar al límite sus capacidades e imaginación para facilitar a sus pilotos un monoplaza competitivo en las difíciles calles del Principado.
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