El destino nos arrebató a Gilles Villeneuve un fatídico 8 de mayo en el año 1982. Un piloto admirado por compañeros, aficionados y periodistas. Destacado de entre los demás por un estilo arrebatador que hacía uso del corazón del pequeño canadiense en toda su extensión. Un talento especial, único e irrepetible. En su momento, se le comparó con Tazio Nuvolari, hecho que parecería un sacrilegio de no ser porque el autor de tales palabras fue nada más y nada menos que Enzo Ferrari. Pero, ¿qué habría sucedido con Gilles Villeneuve de haber sobrevivido el accidente en Zolder?
¿Cómo habría sido del futuro de su carrera deportiva, su relación con Ferrari, su rivalidad con Didier Pironi? ¿Cuántos títulos habría ganado? Puesto que casi todo el mundo es capaz de ver que con el nivel de madurez al que había llegado en 1981, con el coche adecuado se habría llegado al título. La pregunta tendría que ser en qué momento las estrellas se habrían alineado. Eso es lo que haremos hoy; explorar el futuro que Villeneuve nunca llegó a vivir. Esperamos que se perdonen las licencias literarias que se toman con motivo del artículo.
Después del accidente del 8 de mayo de 1982 en Zolder, parece casi un milagro que Gilles Villeneuve siga con vida. El milagro es aún mayor cuando, poco más de un mes después del accidente y aún sin estar perfectamente recuperado, vuelve a estar sentado en un Fórmula 1. Lo hace con motivo del Gran Premio de Canadá y contra todo pronóstico. El resultado no es espectacular, pero un cuarto puesto en esas condiciones y aunque la mayoría de los pilotos punteros tiene problemas durante la carrera, es destacable.
La siguiente carrera en Zandvoort es testigo del triunfo de Didier Pironi en un trazado donde el Ferrari es competitivo. Gilles Villeneuve vuelve a ser cuarto pero después de unos malos entrenamientos clasificatorios, consigue remontar y vuelve a pilotar a su manera. La rivalidad entre los dos pilotos de Ferrari es dura y aunque la tensión post-Imola se redujo tras el accidente del canadiense, en el box de Ferrari se respira la tensión. En esta situación, Villeneve negocia su posible salida de la Scuderia.
En Brands Hatch, mientras Niki Lauda gana en solitario, la batalla por la segunda posición es feroz. En Ferrari nadie tomó cartas en el asunto y se permitió a los pilotos que lucharan. En esa ocasión, fue el canadiense quien terminó por delante. Pero el mazazo importante estaba por llegar en el Gran Premio de Francia, de nuevo en el circuito de Paul Ricard, donde Villeneuve ignoró las órdenes de Ferrari y batió a Didier Pironi de nuevo, relegando al francés a la cuarta posición en casa.
La polémica se desata en Maranello y en la Fórmula 1 en general, puesto que René Arnoux ha desobedecido también las órdenes de equipo de Renault. La tentación de ganar en Francia con un Renault fue demasiado. En Alemania la tensión en Ferrari es enorme pero la tragedia sobrevuela de nuevo la Fórmula 1. Didier Pironi sufre un accidente en las pruebas libres y salva la vida de milagro gracias al buen hacer de Sid Watkins, que además consigue salvarle la pierna.
En una situación así, Gilles Villeneuve saca fuerzas para animar a un equipo que de golpe no tiene otra opción que arroparle como lo habían hecho en el pasado. El canadiense se escapa desde el principio de carrera y logra una victoria revitalizadora. Una victoria que le sitúa en primera posición virtual del campeonato puesto que el líder es de hecho Pironi, que a priori no deberá volver a pilotar esa temporada. Gilles se queda como único piloto del equipo para Austria, y las negociaciones para el "Team Villeneuve" se estancan por el momento.
Enzo Ferrari le había prometido durante la primera mitad de año que podría contar con motores Ferrari si el proyecto se concretara pero la lucha por el campeonato, su propio accidente y el de Pironi lo han parado todo. En Austria no puede con Elio de Angelis y Keke Rosberg, que protagonizan un duelo espectacular, pero la tercera posición es suficiente para empatar con Pironi y ser líder compartido. El Gran Premio de Suiza en Dijon trae la decepción en forma de un nuevo accidente cuando luchaba por la victoria. Rosberg triunfa y se sitúa en primera posición del campeonato.
El cambio definitivo llega en Monza. Ferrari demuestra apoyo incondicional hacia su piloto con el fichaje de Patrick Tambay como compañero de Villeneve tanto para las dos últimas carreras de 1982 como para la temporada de 1983. Es una declaración de intenciones. Se trae a un piloto que es buen amigo de Gilles y que está dispuesto a compartir box con él y a pilotar de forma leal. Por otra parte, el apoyo económico que Villeneuve tenía que recibir para su equipo ha desaparecido por arte de magia y el sueño del Team Villeneuve se desvanece.
Después de una pole position mágica, los Ferrari son segundo y tercero con Gilles delante. Keke Rosberg no puntúa y se llega a la última carrera del año con todas las opciones vivas. Con un Keke Rosberg aún debutante y con presión, a Villeneuve le basta con una tercera posición para ser campeón. El pequeño canadiense se ha hecho mayor, es campeón del mundo y tiene hambre de títulos con Ferrari. Para 1983 se presenta como favorito, con un equipo técnico en un momento de auge y con un pilotaje maduro.
La temporada de 1983 le ve de nuevo luchar por el título y obtiene cuatro victorias. Pero es gracias, en parte, a los problemas de Alain Prost durante su segunda mitad de temporada y a un Nelson Piquet que pasó un verano relativamente mediocre, que consigue volver ser campeón. Son dos seguidos tanto de pilotos como de marcas para el equipo de Maranello. Qué lejanos parecen ahora los momentos de San Marino el año anterior y el accidente de Zolder. Villeneuve se había doctorado y era considerado como el mejor piloto del momento.
Pero los mejores pilotos necesitan los mejores coches para ganar y eso es más cierto aún en la Fórmula 1 del momento. En 1984, con Villeneuve en posición de piloto a batir, los rivales están en McLaren. El nuevo motor TAG Porsche es algo especial, mientras que el Ferrari es poco fiable y menos veloz. De poco sirven las dos victorias en Bélgica y San Marino, seguidas como sus victorias de 1981. La lucha contra McLaren es inútil y la tercera posición en el campeonato sabe a poco. Ferrari tiene que aspirar a más.
Lo hizo en 1985 con un Ferrari que, sin ser el mejor coche, era suficiente para él. Las victorias llegaron temprano en San Marino y en Canadá. Tras seis carreras seguidas en el podio y nueve podios en los diez primeros grandes premios, el piloto de Ferrari era líder del mundial. Pero entonces llegó el desastre. Enzo Ferrari sospechaba de que la marca alemana de turbos, KKK, que preparaba los propulsores de los italianos, podría favorecer a sus rivales alemanes de Porsche y BMW, con lo que firmó con los americanos de Getrag. Grave error.
Las roturas de turbo y de motor empezaron a llegar y tras un cuarto puesto en Holanda, cinco abandonos consecutivos fastidiaron sus opciones y Alain Prost ganó finalmente su primer título mundial. La decepción en Ferrari fue grande pero lo peor estaba por llegar con un 1986 que en cuestión de resultados no trajo nada bueno; solo una victoria en Spa-Francorchamps, con un podio sensacional. A Gilles Villeneuve le acompañan Nigel Mansell y Ayrton Senna, con quien el canadiense mantuvo apasionantes duelos en 1985 y en 1986.
La temporada de 1987 es particularmente complicada para Ferrari. El inicio no incita al optimismo y aunque el nuevo compañero de Villeneuve, Gerhard Berger, marca buenos tiempos y tiene buenas actuaciones, los resultados no llegan. Es solo en la recta final, cuando las cosas mejoran y Villeneuve consigue tres victorias en las últimas cinco carreras. Un cuarto puesto final no es algo de lo que estar orgulloso, aunque es mejor que la temporada anterior.
De cara al año siguiente la temporada de Fórmla 1 se vio afectada por muchos motivos. El primero y más importante fue que Ferrari decidió no cambiar el chasis que usarían con motivo del mundial de Fórmula 1 y se centron en el motor y chasis de 1989. El cambio de normativas era importantísimo y no querían perder comba. Aún así, el Ferrari fue el segundo mejor coche del año. El segundo motivo fue bastante más triste. La muerte de Enzo Ferrari en agosto sacudió a todo el equipo y en particular a Gilles Villeneuve, que estaba valorando su retirada.
Durante la temporada de 1988, el canadiense se diviertió poniendo a punto el nuevo sistema de cambio de marcha con levas del Ferrari, sistema que ya probó en el pasado cuando la Scuderia experimentó por primera vez con él en un lejano 1978. Pero la categoría reina era cada vez más comercial, menos centrada en las carreras y más en los negocios. Ello, unido a su edad y al cambio de normativas le hacía pensar que un cambio era necesario y la retirada, el camino adecuado. La muerte de Enzo Ferrari fue simplemente la gota que colmó el vaso.
Además, Ferrari parecía haber perdido el tren de McLaren, que dominaba la categoría a placer. A pesar de la victoria en la primera carrera del año, en Brasil, la temporada había sido un monólogo de los McLaren-Honda. Solo el milagro de Monza, donde Villeneuve obtuvo su vigésimoprimera y última victoria en la Fórmula 1, volvió a dar motivos de alegría a la gente de Ferrari. Poco antes de terminarse el año, con Villeneuve en tercera posición, anunciaría su retirada de la Fórmula 1 con la intención de irse a norteamérica esperando emular a Emerson Fittipaldi en la Indycar.
Durante sus últimos días de carreras en Estados Unidos, ayudó a su hijo Jacques Villeneuve en su escalada hacia la Fórmula 1, llegando a coincidir en pista durante un breve periodo de tiempo. Seguramente, tras convertirse en un piloto de éxito le aconsejaría en contra de unirse al proyecto de BAR con Craig Pollock, lo que a su vez habría podido cambiar el futuro del segundo (o tercero, según se mire) Villeneuve en la categoría reina. Pero, como se suele decir en estos casos, esto sería ya otra historia...