A pesar de que la jornada del Rally de Nueva Zelanda ha tenido muchas y muy buenas notas deportivas hay que centrarse en dos muy especiales. A la primera de ella es a la que no estamos muy habituados. Y es que ver a Sébastien Loeb cometer un error se ha vuelto un hecho prácticamente utópico al que asistimos en tres ocasiones durante el año pasado y que finalmente casi le cuesta el Mundial.
El francés encaraba la cuarta especial sabiendo que ese posiblemente era el último tramo en el que se iba a dejar tiempo abriendo pista. A pesar de ello Loeb atacaba demasiado en una curva y después de que se le fuera la parte trasera de su Citroën C4 WRC chocaba contra uno de los extremos de un puente. El tiempo perdido en volver a poner el coche en el sentido correcto no era demasiado, pero ahí no terminaba la cosa. El seis veces campeón del Mundo sabia que no podía perder su puerta, tras el impacto no podía cerrarla, ya que lo que tenía por delante era una asistencia remota de tan solo 15 minutos donde no iban a tener todas las piezas para reparar su puerta. Por ello el alsaciano tuvo que pilotar todo el tramo sujetándola y por tanto perder un buen puñado de segundos.
El otro caso curioso viene por parte de los Ford del equipo Stobart. Se puede decir que las ventanillas de los Focus WRC han reventado literalmente y en el caso de Mathew Wilson no tenían de nuevo recambios para reparársela en la asistencia. Ni cortos ni perezosos el equipo ha echado mano del cristal de un Focus de un particular, con su permiso previo, para colocarlo en el WRC. Aunque el invento no ha terminado de funcionar, ya que el turismo era un cinco puertas con ventanillas más pequeñas, ha sido un apaño que le ha permitido al británico poder disputar los tramos de la tarde.
Es un gran alivio. Pienso que el cristal es de un Focus cuatro puertas y no encajaba demasiado bien, pero pusimos algo de cinta a los lados y quedó mucho mejor que antes.
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