A De la Rosa, y supongo que a todos, le llamó la atención la primera vez, cuando Fisichella acababa de salir de boxes y Montoya era 13. Su ingeniero le recordaba que estuviera tranquilo, que no había rival.
Luego se lo volvió a repetir en el momento que pasaba por la línea de “pit lane” para cumplir el “drive trough”. En ese momento la carrera ya estaba decidida y no había el más mínimo peligro para Renault. Ahí se notó que De la Rosa ya sintió vergüenza ajena.
¿Cómo se puede decir eso a tu piloto? En dos situaciones de lo más normales. Sólo tiene una explicación. Lo de Japón debió de ser muy fuerte. Y se explica mejor recordando su cara desencajada en el podium; debió derrumbarse dentro del coche. Ayer, la imagen de Giancarlo no salió muy bien parada. Son el tipo de cosas que acaban acompañando a un piloto toda su carrera.