A veces la pista no es suficiente para que algunos pilotos diriman sus batallas. Los roces, encontronazos, toques o maniobras demasiado optimistas pueden acabar mal, y la sangre de los pilotos y sus altas puntuaciones hace que una vez que salen de su asiento quieran concluir sus disputas puño en mano. Algunos tratan de resolver a golpes lo ocurrido en la pista, dando un espectáculo lamentable de un deporte de caballeros que se están jugando la vida.
Aunque si hay que buscar una competición en la que la sangre llega al río demasiado a menudo esa no es otra que la NASCAR. Nombres como los de Kurt Busch, Tony Stewart o Jeff Gordon han sido y son habituales de estas escenitas y sus piques y cabreos son míticos. Pero en honor a la verdad, si tenemos que buscar un enfant terrible sin lugar a dudas un nombre podría ganarse el número 1, y ese no es otro que Kyle Busch. El pequeño de los Busch está en casi todas tanto si se resuelven en la pista a base de golpes como si se tienen que resolver después, al más puro estilo del deporte de las 16 cuerdas.