No me ha sorprendido demasiado la noticia de que el partido republicano de los Estados Unidos haya pedido al gobierno federal del presidente Obama (del partido demócrata, un partido algo menos conservador) que retrase la nueva normativa de consumo y emisiones para los coches nuevos del período 2017 a 2025, también conocida como estándares CAFE, que obliga a que sean más eficientes y menos contaminantes.
El partido republicano (que podemos considerar un partido conservador) no es la primera vez que critica ciertas normas referentes a eficiencia y emisiones. No entro a valorar si esto es bueno o malo, y desde luego es perfectamente legítimo que un partido político tenga unas preferencias y otros partidos otras.
Lo que me ha sorprendido es el argumento para criticar la nueva normativa y pedir que se retrase su aplicación: dicen compartir el objetivo de una mayor eficiencia, pero no a costa de la seguridad del consumidor. ¿A costa de la seguridad del consumidor?
No lo entendía, ¿qué tiene que ver el tener un coche que consuma y contamine menos con la seguridad del consumidor-conductor-pasajero? Terminando de leer la noticia encuentro la respuesta.
Mejorar la eficiencia de los coches cuesta dinero
Según el representante de los republicanos Mike Kelly (por cierto distribuidor de coches), la nueva normativa limita la elección, compromete la seguridad e incrementa los costes a millones de norteamericanos. Y es que algunas fuentes consideran que los nuevos estándares podrían suponer un incremento de 2.000 dólares (unos 1.590 euros al cambio) en el precio medio de un automóvil en los Estados Unidos.
Y es que para la mejora de la eficiencia de los motores y de los coches, la industria automovilística estadounidense tendría que invertir en tecnología, investigación y desarrolo unos 157.300 millones de dólares, un gasto que podrían repercutir los fabricantes en el precio de los coches.
¿El problema que ven algunos aquí es realmente la seguridad o es el dinero? ¿Y quién tendría realmente ese problema, la industria o el consumidor? Es probable que los costes se repartieran entre unos y otros, para que el precio de venta del coche no se incrementase tanto.
Hay quien podría pensar que al costar más caros los coches, la gente optaría por buscar un modelo más barato, y que eso significa que será un coche menos seguro.
Siento discrepar con ese planteamiento, basta fijarnos en los hechos, hoy en día tenemos coches de marcas generalistas igual de seguros que coches de marcas premium, a pesar de la notable diferencia de precio (por citar un ejemplo rápido: un Skoda y un Audi).
Así que la seguridad no puede ser el problema, en todo caso lo será el dinero. ¿Por qué asustar o confundir entonces al consumidor?
Pero a la larga se ahorra mucho más
Por cierto, no deberían olvidar que con la nueva normativa, los conductores norteamericanos al conducir coches que consuman menos se ahorrarán 1.700.000 millones de dólares en carburantes, un ahorro que compensa en 10,8 veces el gasto inicial para conseguir esos coches más eficientes.
Pero además de que a largo plazo el gasto inicial significa ahorrar dinero, también estamos hablando de consumir menos energía (en concreto menos petróleo, que ni sobra, ni es barato) y de contaminar menos. Así que ¿cuál es el problema de verdad?
Por cierto, consumir menos energía es posible. Voy a citar algunos datos del Banco Mundial sobre el consumo de energía por habitante en toneladas equivalentes de combustible: en España se consumen unas 2,8 toneladas de combustible por habitante. Reino Unido consume 3,3 toneladas, Japón 3,9 y Alemania 4.
Estados Unidos consume 7,2 toneladas de combustible por habitante, más del doble que españoles o británicos.
Lo voy a repetir: consumir menos energía es posible y no hay que asustarse por ello (no por eso empeora la calidad de vida).
Vía | Autoblog Green
En Motorpasión Futuro | Nuevo récord de eficiencia en los coches vendidos en EE.UU.