La capital china, Pekín, ha sido noticia esta semana por otro nuevo episodio de contaminación. No es la primera vez que la ciudad limitaba el tráfico por culpa de esta lacra, pero si la primera vez que se calificaba como de alerta roja.
Este problema que está afectando a la salud de los chinos y a su calidad de vida lleva instando a las autoridades a un cambio a trompicones hacia la movilidad eléctrica, como una de las formas de paliar estos episodios (así como variar el modo en que obtienen la energía eléctrica). En este contexto llega la inauguración de la que es posiblemente la estación de recarga de autobuses más grande del planeta.
Ha sido levantada en la estación de autobuses de Xiaoying por la compañía Microvast, y su gran prestación es que puede recargar hasta 30 unidades en menos de 15 minutos, en un modo de recarga ultrarrapidó. Así buscan ampliar la flota de autobuses eléctricos que circulan por la ciudad, y que requieren de dos a tres recargas cada día.
Además, los fabricantes han notado estos días un aumento de la demanda de los coches eléctricos en la ciudad. Está claro que el problema de Pekín y de otras ciudades chinas está lejos de poder solventarse, pero parece que población y autoridades son cada vez más conscientes de su gravedad.
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