Hace semanas que el precio del petróleo no agota su tendencia descendente y sigue su popular caída. Si en junio el barril de Brent se situaba en torno a los 111 dólares el barril, a día de hoy lo encontramos por debajo de los 50 dólares y amenazando no quedarse ahí y seguir su carrera hasta los 40 dólares. Una peripecia económica que obedece a intereses de política internacional, y no parece estar beneficiando al bolsillo del consumidor tanto como podría esperarse.
Esto se ha repetido en los medios hasta la saciedad: la diferencia entre el descenso del petróleo y el de los combustibles con los que repostamos nuestros vehículos. Gasolina y gasóleo han bajada unos 31 y 25 céntimos por litro respectivamente desde el verano. Algo que sin duda está afectando a la movilidad eléctrica, y que hace que afloren teorías sobre su próxima extinción y un llamado "regreso a la normalidad".
Es algo que notábamos a principios del mes pasado, con el descenso del precio de los valores en bolsa de Tesla Motors, compañía que ya tenemos oficialmente establecida como referente mundial para este asunto. A día de hoy, la tendencia de Tesla sigue a la baja y parece que no se sacude la influencia que le está causando el fenómeno.
Buscando las causas, muchos encuentran en este descenso un ataque directo al coche eléctrico y su tecnología, a la que le quedan pocos años para paliar alguna de sus desventajas más acusadas, como la autonomía de los vehículos. Sin dejar de considerarlo, lo cierto que los responsables de la caída del precio, abundancia de crudo y mantenimiento de la producción tienen más presentes otras cuestiones.
California, el bastión del coche eléctrico
En las últimas semanas hemos podido leer opiniones que sentencian ya al coche eléctrico como ocurriera con las soluciones de propulsión alternativa hijas de la crisis de los 70 (es un tema que ya hemos tratado en otras ocasiones cuando os hablamos de que la posible bajada de precio del petróleo en EE.UU. no ayudaría al coche eléctrico); y otras que apuntan todo lo contrario, que el coche eléctrico ha llegado esta vez para quedarse.
Entre estas últimas, nos ha llamado la atención la publicada en The Washington Post por Levi M. Tillemann de la Fundación independiente New America y autor del libro The Great Race: The Global Quest for the Car of the Future. (que podemos traducir por "La gran carrera: la búsqueda global del coche del futuro). No sólo por el optimismo para el coche eléctrico del que se nutre su artículo, sino porque además nos ofrece una perspectiva histórica bastante interesante.
Tillemann centra su visión en California y en el apoyo institucional que la movilidad alternativa ha recibido allí en las últimas décadas. El gran titular que nos brinda es que, según él, el coche eléctrico no depende exclusivamente del precio de los otros combustibles, sino de una cuestión medioambiental e institucional.
Podemos mirar con cierto escepticismo este argumento desde nuestra perspectiva de consumidores preocupados en mayor o menor medida por realizar una conducción eficiente y económica. Lo hemos hablado en otras ocasiones, sabemos que con el estómago lleno la contaminación puede hacerse menos llevadera.
No obstante, Tillemann habla de un plan más allá de esto último, un plan que ha llevado tiempo desarrollar y que en California está obteniendo sus frutos en estos días. Y es que si buscamos las causas del éxito de los coches eléctricos en el Golden State hay que remontarse a 1998, fecha en la que se estableció por ley que los fabricantes tenían que reservar una cuota mínima para la venta de coches eléctricos. En esa fecha se estableció que el 2%, y se aumentó al 10% en 2003.
Como la inversión en ese tipo de empresas eléctricas no es sencilla ni barata para los fabricantes, las autoridades californianas introdujeron la verdadera clave de su plan a largo plazo para la movilidad eléctrica: comercializar la cuota obligatoria de ventas de eléctricos de cada fabricantes. Algo que comparte intenciones con el sistema de comercio de derechos de emisión, y que en este último caso no parece estar resultando tan efectivo.
Los fabricantes de coches pueden comprar o vender créditos de esa cuota para ir cumpliendo con este capricho institucional. La normativa no ha estado desprovista de polémica y de detractores, y no obstante, se adelantó muchos años a las ayudas públicas y directas a los conductores por la compra de eléctricos; este hábitat forzado parece estar funcionando para aquellas compañías como Nissan o Tesla que son los protagonistas de está década.
Tillemann nos desvela que Tesla Motors recibidó este año 76 millones de dólares gracias a esta normativa de créditos que han de adquirir los fabricantes que no cumplen con su cuota de coches eléctricos. Además, el 90% de las ventas de coches eléctricos en Estados Unidos se producen en estados que han adoptado una normativa similar a la de California.
La clave resulta de pensar que allí se tomaron muy en serio palabras como "dependencia", "renovables" o "boina", con un sistema al que el precio de los combustibles no puede afectar. Por supuesto, las ventas de modelos enchufables continuarán fluctuando con el paso de los meses, al igual que los valores de Tesla Motors, pero la movilidad eléctrica, al menos en Estados Unidos, continuará con su crecimiento.
Vía | The Washington Post
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