Jorge Bergoglio ha resultado ser un papa muy particular. Muchos de los que ya le conocían de sacerdote se lo podían imaginar, pero todos esperaban que sus opiniones se diluyeran en cuanto se colocase la tiara. No ha sido así del todo, y Francisco I no ha dudado en expresar sus convicciones más personales, entre ellas su profundo respeto por el medioambiente.
Se podría pensar que una persona pública supuestamente tan ecologista habría optado ya por un vehículo eléctrico. Pero ha tenido que viajar a Japón, al país de Toyota, para conseguir su papamóvil cero emisiones.
Un Papa ecologista para la era de la contaminación
Ya como sacerdote, Jorge Mario Bergoglio mostró una honda preocupación por los problemas más terrenales que aquejan a la humanidad, como la pobreza o la desigualdad social. También ha tenido tradicionalmente una postura favorable hacia ciertos avances científicos y la ciencia en general, quizás por su pasado como técnico de química. En ambos casos, no ha sido ajeno a las polémicas al desviarse de la doctrina más conservadora de la iglesia.
Con todo ello, no era raro que se pronunciase sobre el medioambiente, uno de los problemas más acuciantes de nuestra sociedad y del que puede hablar con cierto conocimiento de causa. Como papa, Francisco no ha dudado en llamar a una nueva cruzada en “defensa de nuestra querida Tierra, el gran recurso que Dios nos ha dado y que está a nuestra disposición. No para ser desfigurada, explotada y denigrada, sino para que, disfrutando de su inmensa belleza, podamos vivir con dignidad”.
También se ha pronunciado a través de la encíclica, ese tipo de documento con el que los papas muestran a sus fieles su postura más personal sobre un determinado asunto. Si bien la primera encíclica del papa Francisco era más doctrinal (está escrita casi en su totalidad por Benedicto XVI), la segunda está dedicada casi exclusivamente a la ecología. Su título Laudato Si (Alabado seas) ya no deja lugar a dudas, pues hace referencia al Cántico de las Criaturas con el que San Francisco de Asís bendijo a los animales y las fuerzas de la naturaleza.
Recuerdo para los más desfavorecidos en su viaje a Japón
Visto semejante historial, no es de extrañar por tanto que el Papa Francisco quisiese llevar un estilo de vida acorde a sus convicciones, dentro de las posibilidades de una figura pública de su envergadura. Eso se ha reflejado en su residencia (ha rechazado vivir en el Palacio Papal) o su vestimenta (evita las alhajas de oro y opta por prendas baratas).
Y era cuestión de tiempo que optase por una forma de desplazarse más sostenible. No puede desplazarse en transporte público pero sí optar por los vehículos menos contaminantes.
Con todo esto, el papa Francisco realizó una visita oficial a Japón en noviembre del pasado año. Su primera intención era la de rendir homenaje a las comunidades de “cristianos ocultos” del país nipón (la película Silencio de Martin Scorsese describe muy bien la historia). Pero no pudo evitar acordarse de las víctimas del terremoto y tsunami de Fukushima y otros desastres sufridos en el país. La apuesta de los países por las energías renovables fue una constante en su discurso.
Con semejante contexto, era el destino que el fabricante de automoción que más ha apostado por la movilidad más ecológica pusiera a disposición del Santo Padre un vehículo acorde a sus convicciones. Así, Toyota preparó y acondicionó dos unidades de su automóvil de pila de combustible Mirai y las puso a disposición de la Conferencia de Obispos de Japón, organizadores de la visita papal. Las más de 50.000 personas reunidas en el Tokyo Dome pudieron contemplar al “papa ecologista” a bordo de un vehículo propulsado por hidrógeno, y cuyas emisiones se limitan a la expulsión de agua pura. Sin duda, una imagen de esperanza para el futuro.
Un papamóvil sin emisiones contaminantes
Aunque hace casi un año de todo aquello, el papa Francisco ha recibido ahora un inesperado souvenir de aquel viaje. La Conferencia de Obispos de Japón ha querido hacerle entrega en Roma de una de las dos unidades de ese Toyota Mirai modificado, para que pueda usarlo en sus desplazamientos públicos. Acompañando al Papa en el sencillo acto de entrega había representantes de la iglesia y el Gobierno japonés, así como de la propia Toyota en Europa e Italia.
Este Toyota Mirai “Edición Papamóvil” conserva la principal ventaja del modelo comercial, esto es, la posibilidad de recorrer más de 500 kilómetros sin repostar y sin emitir ningún agente contaminante. Estructuralmente, mientras que la parte delantera del vehículo permanece inalterable, la trasera se ha abierto para cumplir la misión que tiene todo papamóvil: que el santo padre pueda mostrarse y saludar a sus fieles.
Para ello, se ha eliminado el asiento trasero y el maletero. En su lugar, se ha colocado un sillón elevado para el Papa y otros dos más atrasados para personal de apoyo. Una ligera estructura de barras sostiene un techado transparente e iluminado a una altura suficiente para que el religioso pueda ponerse de pie, y ofrece varios puntos de apoyo para que éste pueda sujetarse durante la marcha.
Por supuesto, el color predominante en carrocería y tapicería es el blanco, acompañado de detalles con el escudo de la Santa Sede. En las placas de matrícula, el tradicional código SVC1 que lo identifica como el vehículo número 1 del Stato della Città del Vaticano.
El hábito sí hace al monje: requisitos para convertirse en papamóvil
Obviamente está por ver si el Papa termina utilizando el Toyota Mirai o si le da otro destino. Lo cierto es que no existe un papamóvil fijo, sino que la Santa Sede cuenta con una importante flota de varios modelos, muchos de los cuales se exponen en el Museo Vaticano para recaudar fondos. Para sus desplazamientos, se sabe que Francisco I tiene preferencia por los modelos más baratos, mientras que ha preferido donar o subastar para beneficencia los más ostentosos.
La figura del papamóvil en sí nace a finales de los años 70, cuando es nombrado Juan Pablo II. El religioso polaco se niega entonces a utilizar la “silla gestatoria”, el tradicional trono llevado a hombros por porteadores. Surge entonces la necesidad de contar con un vehículo adaptado con el que el papa pudiera alzarse y saludar durante largos trayectos. Según el Museo Vaticano, el primero de esos vehículos adaptados fue un Toyota Land Cruiser del 76, que había sido preparado para Pablo VI.
La verdad es que para las distintas visitas que el santo padre realiza por todo el mundo, suele ser el país anfitrión quien se encarga de proporcionar el papamóvil. Por ejemplo, dos nuevas unidades del Land Cruiser fueron escogidas para la visita de Juan Pablo II a Venezuela en 1985 y para la de Francisco a Bolivia en 2015 (reutilizado para la visita a Chile en 2018). La gran mayoría de los papamóviles son donados tras la visita a museos o a la iglesia local, aunque se dice que Juan Pablo II quiso llevarse su Toyota de vuelta a Roma.
A pesar de lo que pueda parecer, son pocos los requisitos que la Santa Sede exige para el papamóvil: carrocería blanca, alfombra roja y escudos del Vaticano. El resto de detalles se suelen dejar a discreción del anfitrión, aunque se exige tácitamente que el vehículo permita al papa mostrarse al público con comodidad.
Son habituales también las medidas de seguridad frente a atentados, aunque Francisco I decidió prescindir de la pecera antibalas habitual en sus sucesores. Con la humildad que le caracteriza, se limitó a decir que “a mi edad, no tengo mucho que perder”.
Imágenes | Toyota Sala de Prensa, Flickr/European Parlament, CNS/Paul Haring, Musei Vaticani