Sabemos que los llamados coches ecológicos tienen su cara B, en torno a la cual gira el origen de los ingredientes que conforman las baterías y los motores. Litio procedente de los salares, tierras raras que salen de minas a cielo abierto y cobalto, en su mayoría procedente de la República Democrática del Congo (RDC).
La industria automotriz ya ha comenzado a buscar la forma de crear baterías éticas, centrándose sobre todo en la trazabilidad de las materias primas, y en eso anda ahora Volvo. La firma sueca ha anunciado que usará la tecnología blockchain para aumentar la transparencia en la cadena de suministro.
¿Qué pasa con el cobalto?
Para entender por qué Volvo debe saber de dónde sale el cobalto que usa en sus baterías debemos mirar a un país situado casi en el centro del continente africano, y que hace frontera con el Congo, la República Centroafricana y Zambia entre otros: la RDC.
De aquí se obtiene más del 60 % de reservas de este mineral y es a la vez uno de los países más pobres del mundo por PIB per cápita (en 2019 ocupa el puesto número 8 de acuerdo al Fondo Monetario Internacional).
Apodado como el 'oro azul' por los inversores (antiguamente se usaba para colorear vidrio o cerámica), el cobalto tiene la cualidad de potenciar las propiedades de otros metales como el litio, el componente más usado en las baterías para los coches eléctricos; por ello es un material muy codiciado, aunque su precio ha ido cayendo desde que alcanzó su pico máximo en 2018.
El principal problema de esta materia prima gira en torno a la inestabilidad política que reina en la RDC y a la mano de obra que se usa para extraer el cobalto: explotación infantil, adultos que arriesgan sus vidas en las minas bajo condiciones extremas y en resumen, una ausencia de derechos humanos.
En junio, más de 40 mineros murieron trabajando ilegalmente en terrenos de la minera Glencore en la provincia de Lualaba, en el sureste de la RDC, cuando se derrumbó una mina, según explica la BBC.
¿Qué quiere hacer Volvo?
Volvo quiere (y está obligado a ello) asegurarse de conocer el origen del cobalto que utiliza, y para ello va a usar el blockchain para establecer una red de datos compartidos.
Según explica, ha llegado a un acuerdo con sus dos proveedores mundiales de baterías, la china CATL y la surcoreana LG Chem junto a las principales firmas mundiales de tecnología blockchain para implementar la trazabilidad del cobalto a partir de este año.
Serán las firmas tecnológicas Circulor y Oracle, que operan la tecnología blockchain en la cadena de suministro de CATL, las que lleven a cabo el proyecto, mientras que la Red de Blockchain de Abastecimiento Responsable, junto con los especialistas RCS Global e IBM, están implementando la tecnología en el suministro de LG Chem.
El blockchain es un libro de contabilidad digital que contiene una lista de registros vinculados entre sí mediante criptografía. Dentro de las cadenas de suministro, la tecnología crea registros de transacciones que no se pueden cambiar, al tiempo que impone un conjunto común de reglas sobre qué datos se pueden registrar. Esto permite a los participantes verificar y auditar las transacciones de forma independiente.
"En este caso particular, los datos en la cadena de bloques incluyen el origen del cobalto, atributos como el peso y el tamaño, la cadena de custodia y la información que establece que el comportamiento de los participantes es consistente con las pautas de la cadena de suministro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE)", explica Volvo.
Y es que la OCDE ofrece recomendaciones detalladas para ayudar a las empresas a respetar los derechos humanos y evitar contribuir al conflicto a través de sus decisiones y prácticas de compra de minerales.
Otros fabricantes como Volkswagen, Audi o BMW también abogan, de cara a la galería, por la transparencia en la cadena de suministro. La firma bávara, por ejemplo, anunció en abril que comprará cobalto de las minas de Australia y Marruecos y no de la RDC para desarrollar la quinta generación de coches eléctricos a partir de 2020/21.
Porque la movilidad 'sostenible' también tiene un precio.
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