Anticiparnos a posibles imprevistos en la carretera puede resultar la diferencia entre sufrir o provocar un accidente de tráfico. Es lo que se denomina conducción preventiva.
La DGT señala dos aspectos fundamentales que, si cumplimos como conductores, nos permitirán estar mejor preparados para reaccionar ante una situación comprometida y salvarla.
Pero también dónde es especialmente importante realizar una conducción preventiva: por ejemplo en maniobras que pueden entrañar más peligro o bien en determinados emplazamientos como un cruce o un paso de peatones.
Ver más allá y atención plena
Cuando vamos conduciendo, observar lo que tenemos delante y lo que nos rodea es esencial para anticiparnos y reaccionar mejor ante un imprevisto. La DGT señala varios aspectos y actitudes a tener en cuenta al volante para que nuestra percepción visual sea lo más completa posible.
Mirada amplia. Circular con un vehículo supone hacerlo a velocidades elevadas, por lo que lo ideal es ver lo que ocurre más allá de lo que tenemos inmediatamente a nuestro paso. En definitiva, una "mirada amplia y larga" anticipará cómo debemos adaptar la conducción ante lo que podemos encontrar más adelante.
Observar todo el entorno. Tener claro en todo momento lo que nos rodea es asimismo fundamental: no solo lo que tenemos delante sino también detrás o a los lados. Y en ello los espejos retrovisores juegan un papel muy importante.
Lo ideal cuando estamos en una carretera con mucho tráfico es mirar frecuentemente por los tres espejos (interior y los dos laterales). Aunque estas miradas repetidas han de ser breves, pues nunca hay que perder de vista de lo que tenemos enfrente.
En este aspecto hay que tener en cuenta el ángulo muerto o punto ciego, que dependiendo del coche y de la propia fisonomía de los espejos será más o menos acusado: se trata de la zona lateral trasera que nuestra mirada no capta en el reflejo del espejo, por muy bien ajustado que esté.
Este problema se ha minimizado con la llegada del detector de ángulo muerto, que nos indica si es seguro cambiarnos de carril o bien incorporarnos a él.
Pero si nuestro coche no lo tiene, como recuerda la DGT, se puede disminuir si giramos ligeramente la cabeza "asomándonos" por la ventanilla lateral. También a la hora de cambiarnos de carril o hacer un giro podemos combinarlo con un vistazo al retrovisor central.
Atención plena. La conducción preventiva va de la mano con una atención siempre focalizada en la propia conducción. Y eso exige evitar cualquier distracción.
Por ejemplo, dar conversación o estar pendiente de los acompañantes, manejar estando en marcha el sistema multimedia, el GPS o la radio del coche o atender al móvil o fumar mientras conducimos.
Pero también el cansancio puede disminuir la atención: por ello se recomienda parar cada cierto tiempo y ponernos al volante siempre descansados.
Mantener una distancia de seguridad adecuada
A una correcta observación del entorno, se suma el disponer de margen suficiente para actuar ante un imprevisto. Y aquí entra en juego una vieja conocida: la distancia de seguridad.
Definida por la DGT como una "separación protectora vital", mantener suficiente espacio con el vehículo que nos precede permitirá tener más metros ante una frenada imprevista evitando choques e impactos por alcance.
Tráfico señala que este espacio, como mínimo, ha de permitir que otro vehículo nos adelante con seguridad. Mientras, la normativa exige que se debe dejar un espacio libre que permita detenerse en caso de frenada brusca sin colisionar con el vehículo que va delante.
¿Cómo calculamos la distancia de seguridad? La DGT sugiere varios trucos para medir la distancia adecuada, siendo dos los más habituales:
- La regla de los dos segundos. Se toma una referencia visual en la carretera (un cartel o un hito kilométrico por ejemplo) y cuando el vehículo que circula delante nuestra pasa a su altura, comenzamos a contar 1.101, 1.102, 1.103 etc. Lo mínimo debieran ser dos segundos (contar hasta 1.102).
- La regla del cuadrado. En este caso se calcula la distancia en función de la velocidad a la que vamos. Así, cogemos la cifra de la velocidad a la que circulamos, se elimina la última cifra y se multiplica el número restante por sí mismo. Por ejemplo, si circulamos a 90 km/h, se eliminaría el 0 y multiplicamos 9x9: lo que significa que la distancia mínima de separación ha de ser de 81 metros.
Ambos cálculos se realizan en condiciones normales, ya que la distancia de seguridad ha de ser mayor si son desfavorables: por ejemplo con lluvia (ya que con el pavimento mojado aumenta la distancia de frenado) o en condiciones de baja visibilidad (de noche, al atardecer o anochecer, con niebla o lluvia muy copiosa etc.).
También en tramos donde una colisión múltiple es aún más peligrosa, como por ejemplo un túnel.
La DGT recomienda en estos casos que sea el doble a la habitual: serían por tanto cuatro segundos en el primer caso o los metros resultantes de la regla del cuadrado multiplicados por dos en el segundo.
¿Dónde es especialmente importante realizar una conducción preventiva?
Más allá de los preceptos generales que podemos adoptar como conductores, hay situaciones concretas donde cobra vital importancia realizar una correcta observación y anticiparse.
Adelantar en carreteras convencionales. Lo ideal es chequear visualmente hacia delante (especialmente en vías de doble sentido) y hacia atrás y los laterales mediante los retrovisores izquierdo e interior. Solo se debe volver al carril por el que circulábamos cuando veamos al vehículo adelantado en los espejos interior y derecho: así sabremos que hemos dejado la separación adecuada.
Cruces o intersecciones complicados. Por ejemplo en las intersecciones reguladas con un Stop o semáforos, siempre hay que detener el coche y observar a otros vehículos que se acercan desde otra de las vías.
Y si vamos a girar en un cruce, es esencial chequear que no viene otro vehículo de frente o, si está regulado por un paso de peatones, si no hay viandantes cruzándolo o a punto de cruzar. Lo mismo se aplica por ejemplo si se va atraviesa un carril bici.
Glorietas y rotondas. En estas intersecciones circulares, cuando vamos por el carril exterior, se ha de vigilar por el retrovisor izquierdo para comprobar si otro vehículo se aproxima por el carril o carriles interiores. Y es que si otro coche se cruza para acometer una salida (lo que está prohibido pero que desgraciadamente sigue ocurriendo), podremos evitar una posible colisión.
Incorporaciones y cambios de carril. Siempre que vayamos a incorporarnos a otra vía, o a cambiar de carril, es esencial asegurarnos de que no hay otro vehículo circulando por el carril al que queremos incorporarnos.
De nuevo, lo adecuado es vigilar los espejos laterales y tener en cuenta los ángulos muertos. Esto debe aplicarse en cualquier vía, pero muy especialmente en las rápidas como autopistas, autovías o carreteras convencionales porque se circula a velocidades más elevadas.
Pasos de peatones. Al aproximarnos a un paso de peatones, es recomendable realizar un barrido visual de lado a lado hacia las aceras y el propio paso, varias veces.
En ocasiones, podemos encontrar obstáculos que nos impiden ver si un peatón va a cruzar: por ejemplo un coche aparcado junto al paso. En ese caso, lo adecuado es reducir la velocidad para poder reaccionar correctamente y frenar dado el caso.
Al salir del coche. Ya sea el conductor o el resto de los pasajeros del coche, siempre que aparcamos y vamos a salir del vehículo en una calle (o por ejemplo en carretera si nos detenemos por una emergencia), antes de abrir la puerta hay que comprobar que no están pasando otros vehículos (otros coches, motos, ciclistas etc.).
El conductor o el copiloto puede comprobarlo desde la ventana o el espejo retrovisor, mientras que los ocupantes traseros pueden hacer lo propio mirando por la ventanilla girándose hacia atrás.
Además, aunque el coche esté aparcado en una acera, es importante hacerlo para no golpear a un peatón al abrir la puerta.