Hoy estamos en Tuscaloosa, Alabama (Estados Unidos), donde se encuentra una de las fábricas más importantes de Mercedes-Benz. El año pasado ya visitamos la planta de producción y la pista off-road del enorme complejo, pero esta vez hemos venido a recoger dos "paquetes" de grandes dimensiones y aquí comienza otro de nuestros entretenidos Roadtrip Pasión™, que en este caso explora la costa este estadounidense.
Hasta aquí hemos venido para meternos en el papel de guardaespaldas, ya que nos toca escoltar al nuevo Mercedes-Benz GLE hasta su debut en el Salón del Automóvil de Nueva York. Por delante unos 2.500 kilómetros en una caravana de nueve coches, todos de la familia G, incluído el abuelo, el nieto y el recién llegado. ¿Te subes con nosotros?
A principios de 2014 ya tuvimos en Motorpasión una "misión" parecida, que resultó ser el contenido de producción propia elegido por vosotros como el mejor de 2014, así que entiendo que os gustan este tipo de historias. Empezamos una nueva, con una ruta distinta y coches diferentes, pero con la misma esencia de roadtrip y con un destino emblemático: Nueva York.
Punto de partida: Tuscaloosa
Llegar a las instalaciones de Mercedes-Benz en Tuscaloosa no tiene pérdida. Salimos de la interestatal 20 y entramos en el Daimler Benz Boulevard, para encontrarnos de bruces con esta especie de ciudad en medio del campo. Entramos por el centro de invitados, tal y como lo hacen los clientes que deciden recoger su nuevo coche de la propia fábrica.
En el centro de bienvenida hay además un pequeño museo que cuenta con unos pocos clásicos, una sección AMG con coches de carreras y hasta un monoplaza de Fórmula 1, concretamente un Mercedes MGP W02 de 2011. Aquí en Tuscaloosa se fabrican modelos SUV para todo el mundo, como el Clase GL, el Clase R o el Clase ML (ahora GLE), pero también el Clase C para el mercado norteamericano.
Después de ojear un rato la colección de vehículos, aparecen en el exterior los hermanos GLE y GLE Coupé, que viajarán junto a nosotros con rumbo a Nueva York, pero que de momento no podremos conducir. Se trata de un GLE 350d en color blanco y un GLE 450 Coupé 4Matic de color rojo. Ambos tienen especificaciones europeas y por eso llevan un portamatrículas delantero, que en la mayoría de Estados Unidos no es necesario por ley.
En marcha
Nuestra particular flota de la familia G cuenta con tres mastodónticos Clase G (dos G 63 AMG y un G 500), varios Mercedes-Benz GLA, incluídos tres GLA 45 AMG y un GLA 250, y los dos nuevos GLE que debemos llevar sanos y salvos hasta la cita neoyorquina. Además, nos acompaña un GL de apoyo, en la retaguardia, con un mecánico de Tuscaloosa al volante que se une a la caravana para cuidar del GLE de color blanco, que es una unidad pre-serie. Afortunadamente no tuvo que reparar nada en el camino, más allá de extraer una piedrecita de uno de los discos de freno delanteros de un GLA.
La primera jornada del viaje contempla un recorrido a través de los estados de Alabama y Tennessee. Vamos, un paseo en toda regla por la América profunda. Decidimos evitar, al menos durante las horas de luz, las aburridas Interestatales, que como ya os hemos contado en otras ocasiones, son muy grandes, con muchos carriles y muy largas, pero también muy monótonas y repletas de enormes trailer que aquí llaman semis o eighteen-wheelers.
Tomamos, así pues, la State Route 79, que pasa por un montón de pueblos (si es que pueden llamarse así algunos de ellos). Alabama es un estado bonito, con mucho verde, muchos lagos, incontables iglesias y carreteras con encanto, pero también es tierra de contrastes. A nuestro paso vemos desde enormes mansiones en lo alto de una colina, con jardines de película, hasta casas caravana, prácticamente a pie de carretera, con mucha, mucha mugre.
El interior del país, casi sin importar en qué estado te encuentres, es el paraíso de las camionetas pick-up. Están por todas partes y parece que cuanto más grandes, mejor. Aquí con una Ford F-150 eres un don nadie. Necesitas, una F-350 o una F-450 para empezar a hablar, mejor Heavy Duty o Super Duty, de las ensanchadas y con dobles ruedas traseras.
Y es que aquí, en esta zona del estado de Alabama, hay mucho río y mucho lago, y si sumamos que estamos en fin de semana, lo único que vemos por estas carreteras son gigantes pick-up arrastrando embarcaciones de todo tipo. El pequeño GLA 45 AMG que conducimos hoy no pasa desapercibido, pero nos miran por encima del hombro. Sólo los G 63 AMG imponen algo de respeto en este país de bestias rodantes.
A la hora de echar gasolina lo tenemos todos fácil, salvo el GLE, que tiene que buscar el marginado surtidor de diésel en cada gasolinera (la que lo tiene, claro). El precio de la gasolina varía entre 2,20 dólares el galón y unos 3 dólares, según el tipo de combustible (87, 89 o 93 octanos) y el estado en cuestión. En resumidas cuentas, llenar el tanque cuesta menos de la mitad de lo que pagamos en España.
Prácticamente en cada parada para repostar alguien se nos acerca a preguntar. ¿Por qué tantos Mercedes? ¿Son modelos nuevos? La verdad es que tienen poca idea sobre coches europeos, si bien en las grandes ciudades están algo más al día. Ya hemos dicho que por estos lares les interesan los carros grandes, anden o no anden.
Después de un largo día llegamos a Knoxville, Tennessee, donde hacemos noche. Mañana toca madrugar mucho para conocer la que, según muchos, es la mejor carretera de los Estados Unidos en lo que a diversión se refiere: Tail of the Dragon, es decir, "la cola del dragón". Ahora bien, el lugar tiene tal miga, que hemos decidido contaros la experiencia otro día, más a fondo, en otro artículo que publicaremos muy pronto. ¡No te lo pierdas!
Rumbo a la costa
Una vez despachadas las montañas entre Tennessee y Carolina del Norte, ponemos rumbo sur por bonitas carreteras de éste último estado. Por delante más de cinco horas de trayecto, ahora con más tráfico, límites de velocidad más ajustados (dependen de cada estado e incluso condado) y, una vez desaparecen las zonas montañosas, volvemos a las Interestatales, que parecen no acabar nunca en el horizonte. Menos mal que hay muchas emisoras de radio en Sirius XM (digital), desde country, rock, soul o hits del momento, hasta una cadena dedicada exclusivamente a Elvis. ¡Esto es América!
Sabemos que Charleston, nuestro destino de hoy, es una ciudad costera de Carolina del Sur que hasta el año 1.800 era la quinta ciudad más grande de toda Norteamérica. De aspecto colonial, con coloridos edificios y un montón de iglesias que protagonizan el skyline de la ciudad con sus campanarios, es un lugar de vacaciones, con un clima suave, pero húmedo.
Esa misma noche decidimos dar una vuelta por la ciudad y buscar una buena localización para hacer unas fotos. Nos resulta casi imposible en el casco antiguo, así que huímos del centro, pero tampoco hay mucho que ver. Al final, nos decidimos por cruzar el puente Arthur Ravenel Jr. y utilizarlo como fondo. Tras un rato probando y probando, toca irse a la cama, que mañana es un día duro. Algo más de nueve horas de conducción, concretamente, aunque iremos cómodos.
Amanece un día gris y feo, que amenaza con lluvia, pero nada nos quita las ganas de seguir adelante, y más cuando tienes las llaves del G 63 AMG de color verde botella que hoy va a ser tu transporte. La Ruta 17 (U.S 17) nos espera a lo largo de la costa, hacia Wilmington, otra ciudad costera en la que haremos parada a mediodía para comer unas gambas fritas muy, muy picantes (todo está frito en el sur, amigos).
Pensamos que la carretera nos llevará por la costa, y aunque transcurre cerca según el mapa, no tiene vistas al mar. ¡Vaya! No tiene mucho interés esta ruta. Va a ser un día interesante... Además, cada día vamos descubriendo más y más socavones, algunos de dimensiones bíblicas. Definitivamente el estado de las carreteras es malo, muy malo.
Es una pena que nos haya tocado el trayecto más aburrido, todo autovía, con esta bestia de Graz, aunque pensándolo bien, mejor disfrutar los tramos de montaña con el más ágil GLA 45 AMG, ¿no? Aunque más sediento, el G es más cómodo para viajes tan largos, y nuestra espalda lo agradece después de dos días en el GLA, de suspensión firme.
Circular junto a otros dos Clase G es todo un espectáculo. Nadie se resiste a mirar, sobre todo en América, donde no están tan acostumbrados a ver este modelo, al menos no fuera de las ciudades más adineradas. En este aspecto la experiencia es parecida a cuando probamos el Mercedes-Benz G 500 4x4², ya que atraíamos igualmente todas las miradas.
Como ya sabíamos, gracias a la prueba que hizo Héctor Ares sobre el G 63, parece mentira que semejante mole, de 2,5 toneladas, empuje con tanta fuerza. Además, el 5.5 litros V8 biturbo de 544 CV tiene un sonido brutal, tanto al subir de vueltas como al arrancar, ya que el ralentí en frío es una bestialidad. Las pick-up sonarán mucho con sus V8 atmosféricos, pero no saben que bajo esta carrocería de aspecto anticuado hay un león agazapado.
El día se hace largo y repostamos al menos un par de veces. El AMG tiene mucha sed, con consumos del orden de 15 millas por galón, lo que corresponde a unos 15,5 litros a los cien kilómetros, aproximadamente. Y esto en autovía, a velocidades más o menos constantes y sin abusar del gas. Usar un coche así en el día a día es una locura, pero claro, quien puede permitírselo, puede permitíselo.
GLE, sano y salvo en Nueva York
Nuestro paso por Washington D.C es fugaz. Apenas tenemos tiempo para dormir y ya estamos de nuevo montados en los coches. Hemos visto el Pentágono de pasada, pero nos quedamos con ganas de hacer el tour turístico por la Casa Blanca y el Capitolio, pero no estamos de turismo, aunque pueda parecerlo. En realidad es una carrera a la meta.
Afortunadamente, y es que ya estamos algo cansados después de varios días recurriendo a galones de café americano para mitigar el sueño, nos queda la parte más corta del trayecto, poco más de 4 horas para alcanzar el Liberty State Park, en Nueva Jersey, un gran parque que resulta un plató excepcional para retratar al grupo de coches frente al skyline de La Gran Manzana. De nuevo un día plomizo y nuboso, pero eso no podemos elegirlo.
Por fin estamos en Nueva York, esa ciudad dominana por taxis de color amarillo y enormes rascacielos. Es una de esas urbes que impresionan, por su tamaño y por lo masivo de las construcciones. A diferencia del interior del país, donde la gente conduce más calmada, esto es la jungla de asfalto y no dejan de sonar bocinazos. Todos tienen prisa por llegar a su destino. Y no llegan rápido, precisamente, porque el tráfico es para llorar...
Quizá no sea la ciudad de Los Ángeles, pero los traslados aquí en Nueva York se hacen interminables, si bien las distancias no son para tanto. Demasiada gente y demasiado coche. Puede que no sea una ciudad para mí, así que tras visitar el Salón de Nueva York nos volvemos para casa, con esa sonrisa tonta que se nos queda tras los roadtrip y con ganas de contaros la historia, que como el viaje, también es un pelín fugaz.
Continuará en "La cola del dragón"...
Esta edición de Roadtrip Pasión™ ha tenido que ser en diferido, por falta de tiempo durante el propio viaje para ir relatándolo sobre la marcha.
Los gastos del viaje para esta presentación han sido asumidos por la marca. Para más información consulta nuestra guía de relaciones con empresas.
Fotografía | Javier Álvarez
En Motorpasión | Roadtrip Pasión™