Revelad todos vuestros datos sobre finanzas, cadenas de suministro y demás información delicada o id a la cárcel. Vuestros coches pueden amenazar nuestra seguridad nacional. Este mensaje no es reciente. Lo mandó Trump a los fabricantes de coches en 2018 y demuestra que, gobierne quien gobierne, el miedo es el mismo.
Ahora con Biden en el poder, el temor a ser espiados recae en China y sus coches conectados: "Podríamos tomar medidas extremas, es decir, prohibir los vehículos chinos conectados en Estados Unidos o buscar medidas de mitigación", ha dicho recientemente el Departamento de Comercio estadounidense.
¿Son solo los coches chinos los que 'espían'?
Según recoge Reuters, EEUU podría estar al borde de otra crisis de seguridad nacional y para mitigarla ha puesto sobre la mesa la posibilidad de imponer restricciones e incluso prohibir los vehículos conectados de marcas chinas dentro de una investigación que la administración Biden lanzó en febrero para esclarecer si las importaciones de vehículos chinos representan riesgos para la seguridad nacional.
Dijo entonces que los vehículos "recopilan grandes cantidades de datos confidenciales sobre sus conductores y pasajeros (y) utilizan regularmente sus cámaras y sensores para registrar información detallada sobre la infraestructura estadounidense". Biden ha reforzado en los últimos tiempos su postura de evitar que una "avalancha" de coches chinos aterrice en el mercado estadounidense y estudia imponer aranceles, una postura que comparte Bruselas.
Recordemos que la UE está en medio de una investigación -y al borde de una crisis diplomática con China- para determinar si el país asiático está jugando sucio para vender de forma masiva sus vehículos en el mercado europeo. En el caso de Europa sí se está notando la influencia de las marcas chinas low cost en el mercado, pero en EEUU no tanto.
China se ha defendido alegando que sus automóviles eran populares a nivel mundial no debido a las "llamadas prácticas desleales" sino porque habían surgido de una feroz competencia en el mercado y eran tecnológicamente innovadores. Pero este recelo no viaja en un único sentido. En 2021 el Ejército chino prohibió la entrada de coches Tesla a sus instalaciones porque sus cámaras podían captar información sensible y "podrían ser una fuente de filtraciones de seguridad nacional". En 2022 ocurrió de nuevo.
El punto es que no solo China o EEUU tienen motivo para desconfiar de los vehículos conectados. Cada vez se revelan más casos de marcas que han vendido datos confidenciales de sus clientes. De hecho, un polémico informe de Mozilla reveló que la mayoría de marcas no cumplieron las pruebas de seguridad y privacidad realizadas por la organización, llegando a recopilar datos sobre la actividad sexual, la raza, la información genética o el estado psicológico del conductor. Y hace poco General Motors tuvo que disculparse por espiar a sus clientes y vender sus datos a compañías aseguradoras.
En Europa en teoría todos los conductores tenemos derecho a que se borren nuestros datos personales, gracias a la estricta ley de privacidad del Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) europeo. Algo que incluso las marcas estadounidenses deben cumplir al vender sus coches en Europa.
En todo caso, sí es posible que una marca pueda comunicar datos personales, incluyendo los de cómo conducimos, con terceros y siendo incluso totalmente legal. Por ejemplo, BMW en su política de privacidad indica que comparte nuestros datos con terceros y fines comerciales sólo si hemos dado previamente nuestro consentimiento.
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