Lo que véis no es un hot-rod de esos estrafalarios a los que nos tienen acostumbrados los yankees, es en realidad el ataúd con el que soñaba James D. Calabrese, un hot-rodder del condado de Orange, para hacer su último viaje al infierno (o al cielo, depende quien lo mire).
Las partes que lo acompañan son piezas de su amado 1958 Chevy Biscayne. Y no solo tuvo el ataúd como despedida, sus compañeros de tropelías escoltaron a James con sus hot-rod’s hasta su sepultura.
R.I.P.
Vía | Boing Boing
Más información y fotos | The Orange County Register