Hace ya varios años que se investiga la manera de convertir una carretera o un simple carril bici en una fuente de energía mediante el uso de placas fotovoltaicas. La mayoría lo han hecho integrando los paneles solares a modo de pavimento. Aquí, la solución es mucho más sencilla y a priori efectiva.
En Friburgo, una ciudad alemana cercana a la frontera francesa, un productor de electricidad y la ciudad han instalado lo que es, a priori, el primer carril bici de Europa a la sombra de paneles fotovoltaicos.
Se trata de un proyecto piloto llevado a cabo por el integrador de sistemas alemán Badenova que ha instalado 912 módulos fotovoltaicos de vidrio sobre un carril bici en Friburgo. Producirán unos 280 MWh/año que se utilizarán para alimentar los edificios del Instituto Fraunhofer de Friburgo.
"Con una longitud de 300 metros y una producción anual de energía de 280 MWh, se trata de un impresionante proyecto piloto para la transición energética en zonas urbanas. Más de 900 módulos solares cubren el carril bici del recinto ferial de Friburgo y generan electricidad mientras los ciclistas circulan con seguridad", explica Badenova Ag, la empresa responsable de la instalación.
La solución más simple suele ser la más acertada
El carril bici fotovoltaico es un excelente ejemplo de cómo las energías renovables pueden utilizarse también en zonas urbanas densamente pobladas", añade en su página de Facebook. "Es un paso importante hacia la neutralidad climática y ya ha llamado la atención más allá de Friburgo".
La idea de usar los carriles bici como infraestructura fotovoltaica no es nueva. En 2015, en los Países Bajos se inauguró el primer carril bici del mundo que generaba electricidad con energía solar de la mano de Solaroad. Su proyecto fue un éxito: en un año, el carril generó electricidad suficiente para alimentar una casa durante un año.
Pero los cambios de temperatura, la nieve o las piedras acabaron con los paneles solares. En 2020, se retiraron del camino debido a su progresivo deterioro. La operación tuvo un coste inicial de tres millones de euros.
A finales de 2021, el municipio suizo de Cham (en el cantón de Zug, cercano a Zurich) inauguró un sendero que puede ser utilizado tanto por peatones como por ciclistas. Los 80 paneles fotovoltaicos que lo componen se usan para alimentar los puntos de recarga para bicicletas eléctricas que hay a proximidad.
En caso de sobreproducción, la electricidad se redistribuye para alimentar la escuela situada al otro lado del sendero. Los paneles, que cubren parcialmente la pista, están dotados de plexiglás antideslizantes que permiten a los ciclistas circular con seguridad en invierno o con tiempo húmedo. Si el resultado era positivo, se ampliará el uso de paneles solares. No ha habido nuevas instalaciones desde entonces.
Al final, ante una determinada situación o frente a dos teorías, la solución más simple suele ser la más acertada. Hasta ahora, casi todos los intentos de carreteras solares o de carril bici solar han fracasado.
Cubriendo los carriles bici con paneles solares, como ha hecho también Corea del Sur, se obtiene la generación de electricidad deseada, los paneles están más protegidos, aportan sombra en verano y cobijo en invierno a los ciclistas, y todo por un coste necesariamente más bajo que crear paneles solares tan resistentes como el pavimento.