El gremio de los taxis está enfrascando en una guerra contra las plataformas tipo Uber o Cabify. Sin entrar por enésima en los argumentos de unos y otros, está situación y el enfado casi bélico de algunos taxistas, me recordó un episodio de la Primera Guerra Mundial en la que los taxistas se fueron al frente. Literalmente.
Ocurrió en 1914, al inicio de la primera contienda mundial. Las tropas alemanas estaban muy cerca de París y era preciso llevar tropas al frente. Y lo normal a principios del Siglo XX cuando llevas prisa y necesitas agilidad es pillar un taxi. Y así lo hicieron más de 6.000 soldados.
“Al frente. Y rápido, que tengo prisa”.
A principios de 1914, el ejército alemán está a las puertas de París. La guerra comenzó hace apenas un mes, pero la situación parece ya desesperada para las tropas francesas y británicas. La línea del frente, de 225 km de largo, corta prácticamente en dos el país desde la frontera suiza, pasando por regiones como la Champagne o la localidad de Verdun, hasta pocos kilómetros al norte de París.
El 6 de septiembre, el general Joffre lanza una contraofensiva enviando masivamente nuevas tropas al frente. Para algunos, como el general Gallieni, gobernador militar de París, cumplir esa orden supone un reto, pues los ferrocarriles están desorganizados: tienen muy pocos trenes disponibles y los que hay están muy lejos para llegar a tiempo. Vamos, es un caos total a nivel logístico.
Casualmente, ese mismo mes de septiembre, ante la posible caída de París en manos alemanas, el Gobierno prevé requisar taxis para evacuar los archivos del Ministerio de la Guerra. Se habla de unos 150 taxis disponibles en todo momento para el Gobierno. Gallieni tiene entonces la idea de requisar todos los taxis parisinos para enviar tropas con carácter urgente al noreste de la capital, a la región de la Marne (o departamento -el equivalente de provincia-, para ser exactos siguiendo la nomenclatura francesa).
Ese mismo día, los militares requisaron 630 taxis. Salieron de París, de la plaza de los Invalides en dos oleadas (una a las 22h00 y otra a las 03h00), y llevaron más de 3.000 soldados de la 7ª división de infantería (los 103 y 104 Regimientos de Infantería) hasta los pueblos de Silly-le-Long y Nanteuil-le-Haudouin, a 100 km de Paris, a una velocidad media de 25 km/h.
El 7 de septiembre, se organizó un segundo convoi para llevar al resto del 103 Regimiento de Infantería. Está vez el viaje se hizo de día. La visión de esos taxis, principalmente Renault AG-1, con cuatro o cinco soldados a bordo con sus respectivos petates de combate y armas marcó las mentes, contribuyendo a la leyenda de unos de los episodios más famosos de la Primera Guerra Mundial.
A nivel militar, esos miles de hombres no supusieron una ventaja particular. A cada lado de las trincheras había un millón de hombres en total. Sin embargo tuvo un impacto significativo a nivel psicológico sobre la población. La unión de un colectivo civil, el de los taxis, con el ejército en tiempos de conflicto supuso una inyección de energía para todos. Incluso los que no estaban directamente en el frente arrimaban el hombro y contribuían de una forma u otra en la defensa de la patria.
Requisado, sí, pero te cobro la carrera
Eso sí, en los libros de historia escolares se olvidan siempre mencionar que el ejército tuvo que pagar por esos servicios. Y pagó como si fuese una carrera normal, con el taxímetro en marcha. Según Jean-Yves Le Naour, historiador y especialista de la Primera Guerra Mundial, el episodio de los taxis de la Marne le costó al ejército de tierra unos 70.000 francos de la época, que vendrían a ser el equivalente de 233.000 euros actuales.
Los chóferes recibieron, de media, el 27 % de la facturación, el resto se lo quedaba la empresa propietaria de los taxis, entre ellas la más grande de todas, la “Compagnie Française des Automobiles de Place”. Aún así, no todos los chóferes cobraron la misma cantidad. Algunos recorrieron 120 km y otros más de 200 km. Jean-Yves Le Naour explica que algunos taxímetros indicaban un importe de 100 francos, es decir, lo mismo que ganaba entonces un obrero en diez días.
El taxi Renault AG
Los taxis transportaron muchas veces cinco soldados, cada uno con su petate de 30 kg. Uno iba sentando delante, mientras que el resto iba detrás o incluso de pie en los estribos laterales. Tampoco corrían mucho peligro, el Renault AG-1 así cargado a duras penas pasaba de los 30 km/h, aunque el chófer se pusiese de pie sobre el acelerador. Además, por suerte, el clima era seco esos días.
La mayoría de los coches eran Renault AG o AG-1 y propiedad de la Compagnie Française des Automobiles de Place (Compañía Francesa de Automóviles de Plaza). Esta empresa fue fundada en 1905 por el Barón de Rognat, con la ayuda del Conde Waleski (descendiente de Napoleón) y la financiación del banco Mirabaud (una entidad de banca privada de Ginebra).
En 1905, tras varias pruebas la Compañía opta por el Renault AG como coche para sus servicios. Equipa un motor dos cilindros de 8 CV.** En 1914, el 75 % de los 12.000 taxis parisinos son de tipo Renault AG y sus evoluciones**. Todos equipaban un taxímetro (inventado en 1891 por el alemán Wilhelm Bruhn). En ese aparato se podía leer la distancia recorrido y el tiempo que el cliente pasaba a bordo del coche. En 1914, los taxistas aplicaron la tarifa 2: 75 céntimos para los primeros 750 metros y 10 céntimos cada 250 metros. Como iban en convoy, el tiempo que estaban parados o esperando también contaba: 2,50 francos la hora.
Los taxis de la Marne fueron los predecesores de Uber
La Compagnie Française des Automobiles de Place se conoce hoy en día en París como los Taxis G7. La Compañía, cuyos taxis tenían todos una matrícula que terminaba por G7, con el tiempo fue comprando otras empresas de taxis y licencias de pequeños emprendedores. Pasan los años y los Taxis G7 terminan en manos de Simca. El fabricante se quita de encima esa empresa deficitaria de 1.500 taxis y la vende a precio de amigo a uno de sus ejecutivos, André Rousselet.
Curiosamente, esa compañía fue en su día el equivalente hoy en día de Uber y Cabify. En 1964, pusieron en marcha la primera central de reservas de taxis por teléfono y radio teléfono para comunicarse con el taxi. Vamos, lo mismo que hace una app de Uber o Cabify. Antes de ese sistema, los taxis tenían cabinas telefónicas propias en las paradas para comunicarse con la central. Esa innovación obligó a la otra gran compañía de taxis parisina (Taxis Bleus) y a los independientes a apuntarse al sistema de reservas. En la actualidad, tras la compra de los Taxis Bleus, los Taxis G7 gozan de un monopolio de facto en el mercado parisino.
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