Para encontrar el primer semáforo, tenemos que remontarnos hasta la Inglaterra del siglo XIX, donde enfrente del parlamento británico de Westminster, el ingeniero J.P. Knight montó una especie de regulador del tráfico para la avenida principal y la calle 105. Este aparato funcionaba con gas, emitiendo una luz roja o verde, al igual que lo hacía la señalización de los ferrocarriles. Hasta que un fatídico día, el invento explotó y mató a un policía que rondaba por allí.
¿Pero porqué son los colores así? Desde el inicio de su uso en la señalización del ferrocarril, se ha ido extendiendo a todo tipo de señalización, y la más frecuente que nos encontramos actualmente son los semáforos. El rojo y el verde se empezaron a utilizarse por ser dos colores bastante diferentes, con una buena visibilidad a grandes distancias y que en la mayoría de casos de daltonismo, no es posible confundirlos.
El uso del ámbar no comenzó hasta 1914, cuando William L. Potts lo introdujo en los reguladores del tráfico por carretera, con la función que conocemos (algunos) actualmente.
Y como curiosidades, dándome la licencia de hacer un poco de copia, decir que en Nápoles los colores se leen al contrario, el verde para parar y el ámbar y rojo para pasar; Valencia es la ciudad con más semáforos por habitante, Cleveland fue la primera ciudad en contar con un semáforo entre la señalización de sus calles, en 1914 y a España no llegaron hasta 1929, fecha en la que se instaló en primer semáforo en nuestro país.