Los coches eléctricos son sin duda la piedra más visible del edificio que es la transición ecológica hacia una movilidad de cero emisiones. Esta transición requerirá grandes cantidades de materias primas para las baterías de los coches, pero también para la implantación de tecnologías bajas en carbono.
Según la consultora McKinsey, la demanda mundial de turismos en el segmento de los coches 100% eléctricos se multiplicará por seis entre 2021 y 2030, con un aumento anual de las ventas de 4,5 millones de coches hasta los 28 millones de coches en 2023. Uno de los retos será abastecer en materias primas, entre ellas, el litio, a los fabricantes de baterías para poder responder a la demanda y seguir con la transición ecológica.
No es un problema de yacimientos, sino de oferta y seguridad
Las baterías son esenciales en el coche eléctrico y sin litio no hay baterías. Ya sea una batería de iones de litio de tipo NMC (níquel, manganeso, cobalto) o bien una batería tipo LFP (litio, hierro, fosfato), ambas usan litio en su composición. Y a pesar de que utilizará menos del 1% del litio mundial en 2030, la consultora McKinsey considera que podría haber un problema de abastecimiento. Son las minas y las plantas de refinado de litio las que faltan, no la materia prima. Y los bajos precios actuales, influyen en esa previsión negativa.
La caída del precio del litio, el níquel y el cobalto de los dos últimos años es un arma de “doble filo”, advierte la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en un informe sobre metales críticos para la transición ecológica que va en el mismo sentido que el de McKinsey.
El actual entorno de precios bajos “enmascara el riesgo de futuras tensiones en la oferta”, advierte la agencia con sede en París. La demanda de metales se disparará con el despliegue de energías bajas en carbono. Al menos se duplicará de aquí a 2030, en función de las políticas de transición que se apliquen en todo el mundo.
Los productores de baterías utilizan más del 80% de todo el litio extraído en la actualidad; ese porcentaje podría aumentar hasta el 95% en 2030, según McKinsey que se muestra mucho más optimista que la AIE. Para la agencia internacional, las minas actualmente en explotación de litio y los proyectos que entrarán en funcionamiento la oferta minera sólo cubrirán el 50% del consumo en 2030.
Parte del crecimiento de la oferta anunciado por McKinsey se apoya en una mayor adopción de la tecnología de extracción directa de litio. Se trata de obtener litio de forma más rentable y que permite así acceder a grandes yacimientos de litio antes considerados inaccesibles.
Sin embargo, parte del riesgo de desabastecimiento del litio no es sólo una cuestión industrial, sino de seguridad de las cadenas de suministros. “La oferta se concentra, y seguirá concentrándose, en gran medida en unos pocos países naturalmente dotados, como Indonesia para el níquel; Argentina, Bolivia y Chile para el litio y la República Democrática del Congo (RDC) para el cobalto. El refinado suele realizarse en otros lugares, a menudo en China, para el cobalto y el litio, o Indonesia, para el níquel”, recuerdan desde la consultora.
La inestabilidad política en algunos de esos países, como en RDC, supone un riesgo para el abastecimiento de esas materias para la industria estadounidense y europea. Ambas industrias dependen en gran medida de materiales importados, a menudo de un solo país. Por ejemplo, la Unión Europea importa el 68% de su cobalto de la RDC, el 24% de su níquel de Canadá y el 79% de su litio refinado de Chile.
Por otra parte, en la siguiente etapa de la cadena de valor, el refinado, tanto EE.UU. como Europa siguen siendo muy dependientes de China. Por ejemplo, el manganeso de gran pureza, es refinado en más del 95% en China, mientras que casi todo el grafito se refina en China. En cuanto a la producción de ánodos, componente clave de las baterías, China tiene prácticamente el monopolio.
Además de un riesgo de desabastecimiento, en caso de guerra comercial, por ejemplo, y estar a la merced de un sólo país para determinar los precios, también supone un problema para la opinión pública.
La extracción de esos minerales y su refinado en países poco amigos de la transparencia pone en tela de juicio la procedencia ética de esos materiales que suelen ir acompañadas de la destrucción del ecosistema, del desplazamiento de poblaciones e incluso del trabajo infantil en las minas de cobalto. Sin embargo, la transición ecológica sigue siendo necesaria a pesar de todos los retos que supone para la industria.
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