Fabricar coches eléctricos de la nada. Basta con un motor eléctrico, una batería y poco más. Tras esta idea tan feliz como falaz, no han sido pocas las empresas que han florecido en los últimos años al abrigo de la movilidad eléctrica, siguiendo una suerte de fiebre del oro del siglo XXI que corre el riesgo de desvanecerse en cuanto la realidad golpea a los nuevos fabricantes. Y es que para poner un coche en la calle hace falta algo más que un motor eléctrico, una batería y poco más.
Hace falta mucha liquidez para invertir en I+D+i más allá de la cadena cinemática, hace falta capital para que los vehículos superen unos mínimos estándares de calidad, hace falta dinero para montar redes comerciales rentables. Y, sobre todo, hace falta algo que el dinero no siempre puede comprar: que los posibles compradores confíen en una marca de coches para llevar a cabo la segunda compra más importante de sus vidas, después de la vivienda.
Es necesario, en definitiva, que las empresas recién llegadas al sector aprendan lo positivo de la experiencia de más de un siglo de fabricación en cadena.
NIO quiso ser una revolucionaria marca de coches eléctricos, una más, allá por 2014, y sólo cinco años más tarde parece abocada al cierre. En septiembre saltaron las alarmas: NIO acumula 5.470 millones de dólares de pérdidas. Y esto, en plena burbuja de los coches eléctricos. Una burbuja que podría pinchar en el momento menos pensado, si China continúa la desaceleración de su mercado interior, el principal mercado automovilístico del mundo.
Ahora, las acciones de NIO se han desplomado. Los inversores dan la espalda a la que fuera una promesa en el mundo de los coches eléctricos chinos. En un escenario en el que el mismo Gobierno de China ha cerrado el grifo a sus innumerables startups de coches eléctricos en previsión de un posible colapso, la principal de ellas se está viendo seriamente amenazada.
El reto económico, el principal problema
Pinta mal el panorama para una empresa que el pasado mes de septiembre tuvo que recurrir a la captación de 200 millones de dólares, que pusieron sobre la mesa entre su CEO, William Li, y su principal accionista, Tencent Holdings, el gigante tecnológico responsable de aplicaciones como Fortnite o WeChat.
Este annus horribilis se ha traducido en una exigencia para NIO. Los analistas aseguran que a la empresa le quedan semanas de vida si no es capaz de captar un capital que le permita volver a sacar cabeza.
Según explica a The Financial Times el analista de Bernstein Robin Zhu, el problema de NIO no tiene tanto que ver con las llamadas a revisión que sufrió la marca por problemas de incendios en sus coches eléctricos, sino con la incapacidad de la marca para "convencer a los clientes de que un NIO puede estar a la altura de un Audi o un Tesla".
Según el analista, "el problema con NIO es que no ha despertado interés entre los consumidores chinos".
Sin clientes y sin alternativa
Es interesante la comparación que propone Robin Zhu, ya que Tesla se ha fraguado en 16 años, contados desde su fundación, un renombre que le permite obtener dinero de sus fieles clientes incluso cuando no hay coche a la vista, en un nivel de fidelización que en el terreno inmobiliario casi se asemeja a comprar una lujosa casa sobre plano.
Esto le ha dado un gran balón de oxígeno a Tesla, que navega a buen ritmo en un mar de fabricantes tradicionales. Tesla no sólo ha fidelizado, sino que ha sabido rentabilizar esa fidelización sin gastarse el dinero por el camino. En este punto, los analistas coinciden en que NIO no ha hecho los deberes.
NIO no ha sabido o no ha podido reproducir ese knack de Tesla. Y mucho menos el de Audi. Hablando de Audi, y de cualquier fabricante tradicional, un problema adicional para las nuevas empresas dedicadas a la fabricación de coches eléctricos viene dado precisamente por su especificidad. Si a Audi le fallan las ventas del e-tron, siempre le quedarán sus coches de gasolina y de gasóleo.
Al menos, por el momento.
Esa red de seguridad con la que siguen saltando los fabricantes tradicionales es el tercer punto crítico de marcas emergentes como NIO. Sin liquidez, sin imagen de marca y sin una alternativa comercializable, mucha suerte deberán tener en un escenario disruptivo, pero donde todavía no hay nada sentenciado.