Caos en el tráfico y agentes de movilidad que no saben qué hacer. El intento de acabar con Madrid Central, vivido a pie de calle

El 1 de julio fue el primer día de supresión de multas en Madrid Central, y las consecuencias no se han hecho esperar. Han pasado siete meses desde que se inició el funcionamiento de una medida llamada a mejorar la calidad del aire de la capital española y la primera medida del nuevo gobierno municipal ha sido justo lo que prometió en precampaña: acabar con Madrid Central, o al menos intentarlo.

Tres días después de levantar las sanciones, o mejor dicho, no multar a aquellos que incumplen la Ordenanza Municipal, los efectos del desmantelamiento de Madrid Central ya se hacen notar en forma de atascos en el centro, un incremento de la contaminación y la frustración de vecinos y trabajadores de la zona.

Protestas vecinales a favor de Madrid Central

El jueves 20 de junio el Ayuntamiento de Madrid con José Luis Martínez Almeida al frente confirmó el inicio de moratoria de multas a partir del 1 de julio. Sólo unas horas más tarde la Plataforma de Defensa de Madrid Central ya recogió 200.000 firmas por la defensa de la zona de bajas emisiones. Un día antes en previsión de la decisión del consistorio, la Federación de Padres de Alumnos (FAPA) Giner de los Ríos lanzó una primera protesta frente al Colegio Santa María.

El pasado sábado una nueva manifestación mucho más multitudinaria reunión entre Callao y Cibeles a más de 80 colectivos en las calles de la capital, sumando unas a 10.000 asistentes según la Policía Nacional y 60.000 según los organizadores, todos en defensa de Madrid Central y rechazando la medida tomada por la coalición del Partido Popular y Ciudadanos.

Justo en el día de inicio de la moratoria de Martínez Almeida que estará vigente hasta septiembre, a primera hora de la mañana 17 activistas de Greenpeace bloquearon dos carriles en la Plaza de Cibeles encadenándose como protesta contra el inicio de la apertura de Madrid Central.

A la reclamación de Greenpeace el alcalde Martínez Almeida respondió con sorna que "es envidiable el tiempo libre del que disponen para poder hacer estas acciones. Nosotros tenemos que trabajar. No tenemos tiempo para sentarnos a encadenarnos. Además con su protesta han provocado más atascos y contaminación". Entre tanto el diario The New York Times se hizo eco de la situación madrileña y la reflejó críticamente como la primera gran ciudad europea que revierte una zona de bajas emisiones.

Indignación entre los taxistas y los repartidores: "Esto es una puta mierda, no tiene sentido"

Ahora, ya con la moratoria vigente, las consecuencias están a pie de calle tanto en las arterias principales de Madrid Central como en las aledañas. Andando por las aceras de Gran Vía nos paramos a preguntar a un quiosquero mientras monta el puesto a primera hora de la mañana. Paco comenta que "a mí el tráfico me da un poco igual, pero sí que es verdad que Gran Vía se para con frecuencia y San Bernardo se pone imposible a según qué horas".

Junto a Paco se encuentra David, mensajero que hace su reparto en moto, quien nos señala que "está mal, está muy mal. La gente coge el coche para todo, para ir a trabajar o para venir de compras". En opinión de David la dependencia del coche es abusiva actualmente y que el transporte público tampoco funciona bien.

Un poco más abajo nos encontramos con Álvaro, un recepcionista de hotel en la zona de Gran Vía justo cuando se baja de su moto. Inicialmente comenta que "yo con Madrid Central no he tenido problema para moverme con la moto, pero sí que se ha notado una barbaridad que ha subido el tráfico desde el día 1 de julio".

"Mucho peor. La situación es mucho peor", afirma rotundamente y añade que además "últimamente incluso estoy dejando la moto en casa y me muevo en transporte público, que el abono me cuesta 20 euros al mes, me sale más barato y así además me ahorro que me hagan putadas en la moto, que en el último mes me han quitado un retrovisor y quemado el tubo de escape. Es como si la gente no nos quisiera en Madrid".

Los repartidores de mercancías y mensajería que trabajan en el centro de la capital son otros de los grandes afectados por los cambios en la movilidad. Hemos parado a José, un transportista para una empresa de productos de limpieza y afirma que "sí, hay más tráfico desde que han levantado las multas".

"Para qué te voy a engañar", se lamenta mientras baja el carro de la parte trasera de su furgoneta. "Antes con Madrid Central sí se notaba más tranquilidad, podía llegar más desahogado a hacer todas las entregas, y ahora ya me da igual la prisa que me dé porque siempre voy pillado", relata el repartidor mientras coloca la mercancía.

Por otra parte, y pensando más allá de su trabajo, José reflexiona sobre la viabilidad de las medidas: "Esta gente ha dicho que esto es hasta septiembre, pero ¿y luego qué?", aludiendo a la mera intencionalidad política de la medida del nuevo alcalde. "Quien pensando en Madrid Central se ha gastado los ahorros en un coche híbrido o eléctrico, ahora se lo tiene que comer con patatas. Esto es una puta mierda, no tiene sentido".

No mucho más lejos encontramos a Marcelo, que es repartidor de mensajería y sentencia desde el principio: "Yo cambios no he notado demasiados, estoy igual de cabreado con Madrid Central siempre", apuntando que los repartidores cada vez lo tienen peor para hacer su trabajo en el centro. Sobre la afluencia de tráfico señala que, en lo que a él respecta, "en las mismas calles hay las mismas congestiones, igual sí ha subido un poco, pero nuestro problema es que cada vez tenemos menos espacio donde parar".

Quienes mejor saben tomar el pulso al tráfico de la ciudad son los taxistas. Diego espera su turno apoyado en su Toyota Prius en la parada de la calle Isabel la Católica. Al preguntarle sobre el estado actual del tráfico en el centro, responde con un tono de desgana absoluta: "¿Es que no lo ves? Ahora todo el mundo quiere cruzar Madrid por el centro y así nos va".

Este taxista se lamenta también de que, mientras a ellos el ayuntamiento les obliga a llevar coches cada vez más respetuosos con el medio ambiente, la cúpula del nuevo consistorio está tomando medidas en la dirección opuesta. Subraya así que "puede que hubiera que modificar algunas cosas de Madrid Central, pero no habría que quitarlo porque cuando desde Bruselas vengan las sanciones por superar los límites de emisiones las vamos a pagar todos".

Un Porsche 917K se pasea por la Gran Vía aprovechando el fin de las restricciones al tráfico, con motivo del concurso de elegancia Autobello, celebrado ayer en Madrid.

Antonio también es taxista. Le asaltamos en una zona alejada de Madrid Central, pero la respuesta es la misma: "Es como si hubieran hecho un coto abierto. Da igual que ya no haya colegios o que la gente esté de vacaciones, la densidad del tráfico es mucho más alta porque antes en caso de duda la gente no pasaba por Madrid Central con el coche; ahora que no hay multas pasan todos, los que iban antes y los que no".

En opinión de Antonio, tampoco es una medida correcta haber suprimido la efectividad de las multas de Madrid Central porque "ahora ha subido el tráfico, ha subido la contaminación. Algunos comerciantes dicen que Madrid Central era malo, pero en sólo unos días ha habido varias manifestaciones ya. Le están diciendo al alcalde que quitar Madrid Central no está bien, pero le da igual".

"Están jugando con la salud de las personas"

Para Antonio al final estas medidas sólo son populismo: "¿Habría que mejorarlo? Posiblemente, pero no eliminarlo. Lo que pasa es que como esto lo ha hecho un bando, ahora llega el otro y se lo carga". Además el taxista hace hincapié en que "da lo mismo lo que hagan, porque será Europa la que nos marque lo que tenemos que hacer por muchas medallas que se quieran poner los políticos, ya sea por las buenas o a base de multas".

Antes de dejar la zona de influencia de Madrid Central nos encontramos en el cruce de Plaza de España a una pareja de agentes de movilidad y no podemos evitar buscar su opinión. Amablemente y casi al unísono responden de la misma manera: "Esto es un jaleo, macho".

Explican el problema de forma gráfica: "Ves que las señales siguen ahí, ¿verdad? Pues nosotros tenemos que actuar conforme a la ley, y podríamos estar poniendo multas porque la circulación tiene que estar restringida, pero claro, esas multas ahora no llegan y pierden su efecto. Entonces, ¿qué hacemos?".

"La circulación ha vuelto a subir", asegura uno de los agentes mientras el otro abre paso a un camión de obra entre el tráfico. "El lunes fue catastrófico", apostilla, "ahora toda la gente que pasaba por el exterior ha vuelto a querer cruzar por el centro, pero han acrecentado el problema porque han reducido los carriles. El mismo tráfico de antes ahora tiene que pasar por una vía que ya no tenía capacidad suficiente y ahora tiene un 33% menos de espacio de circulación".

Cuando se planteó la entrada en vigor de Madrid Central se hizo a la par de la obra de Gran Vía, destinada a darle más espacio a los peatones. Las aceras se han ampliado y los carriles destinados a los coches se han reducido a tres: dos en sentido Plaza de España y uno en sentido Cibeles.

A su vuelta, el otro agente afirma resignado que "en cuanto a la contaminación es desastroso". Cuenta que, independientemente del número de coches o lo contaminantes que sean, "los datos están ahí. Los niveles de contaminación habían bajado un 15%, y ahora ese esfuerzo se lo van a cargar. Están jugando con la salud de las personas y es un atraso. Tú haces y yo deshago. A eso juega la corporación actual".

El mismo 1 de julio, la estación de medición de Plaza del Carmen (la única que está dentro de la zona de bajas emisiones) superó los niveles máximos permitidos de contaminación: 70 microgramos por metro cúbico contra 40 mg permitidos. Según Ecologistas en Acción el día 1 fue el tercer día consecutivo de los cuatro o cinco que ha ocurrido en el último trimestre. El sábado y el domingo "la gente se saltó la norma por adelantado", aseguró Juan Bárcena, portavoz de la asociación.

Las cifras del segundo trimestre de 2019 de Madrid Central antes de la moratoria arrojan datos concluyentes: los niveles de dióxido de nitrógeno fueron inferiores al mismo periodo de 2018 en 15 de las 24 estaciones de medición, según Ecologistas en Acción.

Esto, con un mes de junio que registró sólo 25 microgramos por metro cúbico de media, el valor más bajo de los últimos 10 años. En la zona de Madrid Central la medición fue de 26 microgramos por metro cúbico, un 13% inferior a la del mismo mes del pasado año.

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