Dolorpasión™ 'vintage': buscando aparcamiento subterráneo

Este es un caso tan doloroso como misterioso, casi merecedor de un original premio Rocambole. Hablamos de la aparición de un Ferrari Dino 246 GT en el jardín de una casa de Los Ángeles... allá por febrero de 1978, cuando muchos de vosotros ni habíais nacido. La prensa de la época especuló mucho sobre el caso, y el pobre Dino se pasó un tiempo expuesto por si alguien lo quería para algo.

Comenzamos nuestra historia viendo a unos niños que juegan en el jardín delantero de una preciosa casita. Hace algo de frío en la cálida California, así que los niños entran en calor haciendo lo típico que vemos que hacen los niños en las películas siempre y que ya nos presagia un futuro nada halagüeño. Se lían a cavar la tierra como si tuvieran ganas de encontrarse un cadáver. Y vaya, si dan con él.

Alarmados, los niños llaman a la Policía, llegan dos investigadores llamados Sabas y Carroll que con la ayuda de una excavadora proceden a la exhumación de unos restos. Lo que encuentran bajo la tierra les deja sin palabras, pero en pocos días la prensa se hará eco del suceso y el revuelo será comparable a todo un anuario de Dolorpasión™, sólo que en formato tabloide y con las fotos en blanco y negro.

Aunque se habló del sorprendente buen estado en que había sido rescatado el cuerpo sin vida del vehículo, había detalles que no dejaban lugar para el engaño. La chapa, con 21 capas de pintura, estaba llena de marcas de viruela para el acero; las ruedas Campagnolo, hechas un asco; los dos tubos de escape habían entablado una sólida relación con el barro hasta formar un solo cuerpo; el árbol de levas se había difuminado; los asientos Daytona… En fin, para qué seguir.

Cómo enterrar un Ferrari Dino para recuperarlo más tarde

Por la matrícula, Sabas y Carroll llegaron al propietario del vehículo, un tal Rosendo Cruz, que había denunciado el robo de su coche cuatro años antes: en diciembre de 1974. En el barrio, nadie supo decir cómo había llegado aquel coche hasta allí, ni siquiera quienes vivían en la casa por aquel entonces.

De todas formas, quien enterró el coche se preocupó de envolverlo en plástico y de taponarle con toallas las entradas de aire y todos los orificios en general para evitar que se lo comieran los gusanos. Aquel entierro era una suerte de aparcamiento subterráneo temporal con vistas a recuperar el coche más adelante. Algo que, evidentemente, nunca llegó a suceder.

El caso tuvo que cerrarse a la fuerza como robo justificado, así que la aseguradora pagó la pérdida del vehículo. Fueron 22.500 dólares de la época, lo mismo que había costado su compra un par de meses antes de la desaparición, cuando el Ferrari Dino fue adquirido por un fontanero como regalo de cumpleaños para su mujer.

Según la declaración oficial, la noche del robo, el fontanero y su mujer fueron a cenar para celebrar su aniversario de bodas, él vio que todas las personas que pasaban por ahí, aparcacoches incluidos, miraban su coche con caras libidinosas… y al salir del restaurante no encontró ni rastro del Ferrari Dino. Como si se lo hubiera tragado la tierra.

Resulta difícil no pensar en el caso a lo ‘Se ha escrito un crimen’, pero como no veo a Jessica Fletcher metiendo las manos en un Ferrari Dino 246 GT para probar lo que más de uno estamos pensando (que eso del robo canta ‘La Traviata’), volvemos a la historia.

Triste final para el Dino

Del resto del caso poco más se sabe, pero el revuelo mediático y el “sorprendente buen estado” del coche que anunciaron los periódicos llamaron la atención de muchas personas, que día sí día también se ponían en contacto con la aseguradora para interesarse por el estado del Ferrari Dino que había aparecido en el jardín de Los Ángeles, por cuál sería su precio, por cómo podían adquirirlo…

¿He oído “adquirirlo”? Al comprobar el inusitado éxito que tenía el coche desenterrado, la aseguradora lo expuso en un recinto durante un par de semanas para que los posibles compradores lo vieran… y en esos días el pobre Dino acabó descuartizado. Vamos, que los visitantes no se le llevaron disimuladamente el chasis porque no les cabía en el bolsillo. Triste final para un coche con dos meses de circulación y sólo 803 kilómetros recorridos, sí.

Y ahora, para que abandonemos el aura de misterio y de serie de domingo por la tarde y volvamos a flagelarnos con puro dolor, que es lo nuestro, os dejo un par de imágenes del Dino visto en dos unidades diferentes que corrieron suertes dispares. No son exactamente la misma versión, pero un contraste así queda bien a modo de “antes y después” y siempre deja una marca dolorosa en la retina.

Por cierto, mientras el coche estuvo enterrado la inflación en Estados Unidos aumentó en un 32.3 % por la crisis del petróleo iniciada en 1973. Aunque los índices no sean extrapolables a un solo producto, en este caso un coche, según esta calculadora lo que en 1974 costaba 22.500 dólares pasó a costar 29.757 dólares en 1978, así que el propietario del Dino perdió unos 7.000 dólares entre el barro.

Al cambio actual (bueno, de 2011), esos 22.500 habrían sido casi 103.250 dólares, unos 81.500 euros.

Vía | Jalopnik

También te puede gustar

Portada de Motorpasión

Ver todos los comentarios en https://www.motorpasion.com

VER 25 Comentarios