Nuestro subconsciente puede jugarnos malas pasadas. Muchos tenemos pequeñas manías o costumbres sin saber muy bien porqué las tenemos. Algunos sentimos estas manías de forma más fuerte, casi irracional, sintiéndonos inquietos, nerviosos, ansiosos ante determinadas circunstancias.
Los expertos nos dicen que nuestra conducta es fruto de nuestras experiencias pasadas, y que si alguna de éstas ha sido traumática, podemos desarrollar miedos y fobias que efecten a nuestro día a día. Y sí, también a nuestra capacidad de conducir.
Los traumas del Pequeño Albert
La historia de John B. Watson es la historia del Pequeño Albert. Watson fue un psicólogo norteamericano de la primera mitad del siglo XX y fundador del conductismo, una ciencia que básicamente estudia la conducta de las personas. Para demostrar sus teorías acerca del miedo, decidió “contar” con la inestimable ayuda de Albert, un bebé de once meses de edad al que sacó del hospital donde estaba internado para someterlo a experimentos de dudosa moralidad.
El experimento consistía en mostrar al niño una rata blanca a la vez que lo atormentaba con fuertes sonidos
Por tratar de simplificar, hay que decir que Watson decidió imitar el experimento de los Perros de Pavlov (que hacía sonar una campana cuando daba de comer a los animales) pero con bastantes menos escrúpulos. Básicamente el experimento consistía en mostrar al niño una rata blanca (animal al que el bebé no tenía ningún miedo) a la vez que lo atormentaba con fuertes sonidos golpeando un martillo y una plancha metálica justo detrás de su cabeza (lo que sí daba auténtico pavor al niño). Ni qué decir tiene que el Pequeño Albert, que fue sometido a esta tortura durante varias sesiones, acabó cogiéndoles un miedo atroz a las ratas, los perros blancos, los jerseys de lana, los abrigos de piel clara…
Al simpático psicólogo terminaron por cancelarle el experimento y retirarle al bebé (elemental, querido Watson), pero pasaría injustamente a la historia por demostrar que toda fobia tiene un trauma detrás que la provoca.
Los traumas de nuestro pasado nos provocan miedos y fobias
La comunidad médica coincide en esta estrecha relación, en el sentido en que una experiencia traumática suele acarrear secuelas psicológicas y el desarrollo de fobias específicas. En ocasiones, la persona no recuerda haber tenido experiencia traumática alguna, y a menudo son difíciles de identificar porque con frecuencia las fobias parecen tener poco o nada en común con la experiencia que las causó.
En ocasiones, la persona no recuerda haber tenido experiencia traumática alguna o son difíciles de identificar
A esto hay que sumarle las aportaciones con la que cada autor ha ido salpicando el estudio de la mente humana a lo largo de la historia, desde la mística de Aristóteles hasta el simbolismo de Freud. Así, se habla de que la fobia a las arañas es debido a conflictos con la figura materna; mientras que el miedo a los ratones se suele traducir por malas experiencias sexuales sufridas en el pasado.
Nosotros no vamos a entrar en el juego de la especulación ni nos vamos a dejar llevar por las supersticiones de algunos autores (aunque sea más divertido). Sí vamos a repasar, desde el punto de vista del motor, las fobias más reconocidas por la comunidad científica (algunas realmente extrañas) y los traumas que podrían estas detrás de ellas.
Motorfobia
También llamado ocofobia, se trata de miedo a los automóviles. El afectado no admitiría montarse en un vehículo bajo ningún concepto, incluso en el transporte público, y tendría también complicaciones por estar cerca de automóviles por miedo a ser atropellado.
Los traumas desencadenados a raíz de accidentes de tráfico suelen ser los principales motivos de esta fobia, pero también podría estar detrás de otros miedos como a perder el control o miedo a las altas velocidades.
Una variante de esta fobia es el miedo a las motos, frecuente en muchos países de América Latina donde los robos y asesinatos a manos de motoristas están a la orden del día.
Vehofobia o amaxofobia
Algunos autores indican que se trata de dos dolencias distintas, mientras que otros aseguran que es lo mismo. Se trata del miedo a conducir. A diferencia del anterior, el afectado podría aceptar montarse en el transporte público, incluso en un vehículo particular como pasajero.
El 22% de los españoles sufre ansiedad al volante por múltiples motivos
La vehofobia es un problema más frecuente de lo que podríamos pensar, ya que el 22% de los españoles sufren ansiedad al volante, debido a múltiples motivos: el estrés ante el tráfico, el miedo ante la falta de costumbre (típico en los que habitan en las grandes ciudades), el temor de sufrir un accidente con nuestros hijos a bordo, o simplemente el hecho de que no te guste conducir.
La fobia puede comenzar cuando empezamos a tener preferencias por otros medios de transporte, mientras que vamos poniendo excusas para no conducir hasta que finalmente perdemos la práctica y se desarrolla el miedo.
Mecanofobia
Literalmente, miedo a las máquinas, aunque su expresión es más la de un odio persistente e injustificado a todo tipo de maquinaria. Nos hablaron de ella en clase de historia cuando nos explicaron la primera Revolución Industrial, cuando la popularización de las máquinas supuso la pérdida de miles de puestos de trabajo, aunque ha ido evolucionando a lo largo de guerras y crisis económicas.
El automóvil no se ha escapado de este rechazo a lo mecánico, hasta el punto que ciertas comunidades mecanófobas (por ejemplo, los Amish) rechazan su uso en favor del tradicional carro de caballos.
Tecnofobia
También puede ser expresado como miedo o aversión, en este caso hacia las nuevas tecnologías, y está íntimamente relacionado con la mecanofobia. Este rechazo puede estar extendido a dispositivos electrónicos, avances tecnológicos y a internet, y puede estar motivado desde por la simple incapacidad de adaptación de las personas mayores a las nuevas tecnologías, hasta por traumas y enfermedades más graves como paranoia u obsesión compulsiva (¿os acordáis de aquello de ponerse un gorro de papel de aluminio para evitar que los satélites nos lean el pensamiento?).
Esta fobia puede afectarnos hoy en día a la conducción, en cuanto que cada vez conducimos coches más tecnificados y automatizados, que a menudo nos hacen perder sensación de control del coche en vez de ofrecernos mayor seguridad.
Hodofobia
De Hodos, que significa “camino”. En la práctica se traduce en miedo a realizar viajes o simplemente trayectos de larga distancia en la ciudad. Incluso se puede experimentar ante la posibilidad de tener que tomar una ruta alternativa a la habitual (por ejemplo, de casa al trabajo) o con un determinado modo de transporte al que no estemos habituados (sí, el transporte público puede ser a veces muy estresante).
En la práctica se traduce en miedo a realizar viajes o simplemente trayectos de larga distancia en la ciudad
Relacionado con el temor a perderse durante el viaje o a perder el control de la situación, la hodofobia puede estar causada por diferentes tipos de traumas, como perdernos cuando éramos niños o vivir una experiencia desagradable estando de vacaciones.
Fotoaugliafobia
Con esta complicada palabra se define el temor ante las luces brillantes, como los flashes de las cámaras de fotos o los faros de los coches (especialmente de noche). Aunque puede tener causas físicas bien definidas (como sufrir de fotofobia o padecer de ceguera nocturna), puede estar también motivada por traumas pasados en el que la persona pudiera ser deslumbrada por luces intensas.
Gefirofobia
Generalmente se llama así al miedo a cruzar puentes, aunque también se puede llamar así al miedo a atravesar túneles. Ambas situaciones aparentemente tan distintas presentan un escenario común: la incapacidad de salir de ese lugar en el justo momento en el que la persona lo desea. Un problema que puede verse reflejado en episodios de ansiedad o parálisis, sin poder decidir si seguir adelante o retroceder.
Aunque puede estar causada por determinados rasgos psíquicos de la persona (indecisión, impaciencia), lo normal es que esté desencadenada por traumas del pasado de diversa índole. El miedo tras vivir situaciones angustiosas en esos contextos, terminan complicando el problema y transformándolo en verdaderos trastornos.
En todo el mundo podemos encontrar ejemplos de puentes y túneles realmente largos, y muchos conductores pueden llegar a dar largos rodeos con tal de evitarlos.
Agirofobia o dromofobia
Para finalizar, una que afecta al peatón. Se trata del miedo a cruzar la calle, generalmente por temor a ser atropellados por algún vehículo. Es un problema que evidentemente se ve agravado en las grandes ciudades, donde las calles cuentan con más carriles y el tráfico es más denso. Más allá de ser una exagerada precaución ante el tráfico, la agirofobia te puede impedir cruzar la calle incluso en circunstancias sin ningún riesgo, con pasos de cebra, semáforos en rojo o la calle totalmente vacía de coches.
Aunque problemas mentales como la obsesión compulsiva puede estar detrás de esta fobia, lo habitual es que ésta se manifiesta como consecuencia del estrés post-traumático de un accidente por atropello, incluso años después de haberse producido.
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