Un año más, un buen grupo de aventureros pasamos el fin de año y las vacaciones de Navidad en el desierto, rumbo a Dakar, a bordo del raid Sahara Desert Challenge, un viaje de aventura no competitivo que tiene como objetivo recrear los momentos de aventura del antiguo París Dakar y también disfrutar de la conducción y de los paisajes y culturas por los que transcurre un trayecto tan espectacular como el de éste viaje, a través de algunas de las zonas más remotas del desierto del Sahara.
Mi elección para el viaje fue el Toyota Land Cruiser KZJ95 del año 2000. ¿Por qué? Primera, porque es el coche del que dispongo y segunda, porque es un vehículo ideal para este tipo de viajes... ¡de ahí que lo eligiese en su día!
Una ruta como la de este viaje presenta interesantes retos, y la verdad es que el Land Cruiser, de serie, los puede superar sin problema. Está claro que con un poco de preparación en el vehículo uno puede relajarse más, pero realmente no es necesario. No obstante, mi coche tiene alguna pequeña preparación: snorkel (para elevar la altura de la toma de aire, evitando así mucho polvo), unas suspensiones modificadas (para conservar las originales en buen estado) y está camperizado a nivel interno.
Este viaje transcurre por lugares realmente especiales del desierto del Sahara: las dunas de Erg Cheggaga y el lago Iriki de Marruecos, los enormes lagos secos y tramos de hamada que recorren el desierto más sureño de Marruecos, la impresionante bahía de Dakhla, el no menos impresionante Parque Natural de Banc d'Arguin en el norte de Mauritania, las dunas anaranjadas del interior de Mauritania, el colorido de Senegal... Son sólo algunos de los alicientes de un viaje de más de 3.500 kilómetros que, por sus características, lo convierten en una auténtica aventura.
De Portugal y España hasta Mauritania
El viaje se inició el 27 de diciembre de 2015 en la localidad portuguesa de Coruche, cercana a Lisboa. La caravana partió rumbo a Tarifa para cruzar el estrecho hacia África. Una vez en Marruecos, pasamos nuestra primera noche en el continente africano en Assilah, y al día siguiente seguimos la ruta hasta Marrakech, donde llegamos a media tarde y nos dedicamos a conocer la ciudad y visitar sus puntos de interés. La cena fue en una de las decenas de paradas de comida ambulante que cada día aparecen, a media tarde, en la plaza Jemaa-El-Fna, a ritmo de la música de fondo que suena por toda la plaza.
Las ganas de rodar por el desierto crecían, así que al día siguiente la expedición de más de 70 personas cruzó el Atlas y llegamos todos a Zagora, la denominada “Puerta del Desierto”, a través del valle del Draa, uno de los palmerales más grandes del mundo y un verdadero oasis verde en medio de la aridez del ya palpable desierto. La etapa seguía hasta las mismísimas dunas cerca de la localidad de M'Hamid, donde acampamos por primera vez bajo las estrellas.
Y la primera toma de contacto con el desierto en estado puro fue intensa, muy intensa. En el día de fin de año la etapa transcurría desde M'Hamid hasta el campamento cerca de Icht, iniciándose con el precurso de un tramo largo y retante de río de arena cerca de las dunas de Erg Cheggaga. Resultó un auténtico reto para muchos de los participantes, pero lo superamos gracias a la colaboración mútua. De nuevo el Toyota demostró su potencial circulando por el río de arena a la perfección. Este vehículo tiene una buena configuración de motor, por lo que tiene margen suficiente como para poder exigirle potencia y constancia y que las entrege sin rechistar, sin apenas calentarse ni nada, en un terreno complicado como éste. Así que pudimos completar con éxito una etapa que resultó excepcional, y que finalizó de manera festiva celebrando la entrada de año en medio del desierto.
Los días siguientes sirvieron para cruzar el desierto y las increíbles pistas que nos llevaron hasta la frontera mauritana a lo largo de más de 1.500 km de arena, lagos secos, hamadas, alguna que otra zona de piedras, espacios infinitos, dunas... Un sinfín de paisajes que nos llevaban poco a poco hacia el sur, a la caza del las dunas y el desierto de Mauritania, la segunda parte de este viaje de quince días a través del Sahara.
Primeros kilómetros por Mauritania
Mauritania empieza de manera apoteósica. La “tierra de nadie" es esa franja de terreno que separa ambos países y que no pertenece a absolutamente nadie, donde la ausencia de jurisdicción se hace patente en forma de cientos de coches abandonados y desvalijados, electrodomésticos en el mismo estado... Cruzado este tramo, y gracias a la agilidad de nuestros representantes locales en el país, pudimos finalizar las formalidades de frontera de manera rápida y sobre las cinco de la tarde ya estábamos instalados en el campamento a pie de la gran duna del punto kilométrico 55, la duna PK55.
Y esa rapidez resultó un regalo, porque nos permitió escalar una duna enorme como la PK55, escuchar su sonido al bajar por uno de sus costados, observar desde lo alto el paso del tren más largo del mundo (que lleva hierro desde las minas del interior a Nouhadibou) y, como colofón, observar también desde lo alto de la duna la espectacular puesta de sol que nos regala el desierto, a la que no pudimos más que aplaudir todos los allí presentes. Y claro está, la duna también ofrece la posibilidad de jugar con nuestras máquinas: ¡los 4x4 y las motos! De nuevo el Toyota se mostró firme y decidido a la hora de encarar la pendiente de la duna PK55, hasta coronar su cima sin problemas.
Pero esto sólo seria el principio de todo lo que nos iba a ofrecer Mauritania. Son varios los puntos álgidos que alcanzó la expedición al recorrer este país. Ya al día siguiente nos encontramos con el primero: el vacío y la inmensidad del desierto del norte del Parque Natural del Banc d'Arguin. La inmensidad de esta región es difícil de explicar, sólo se puede apreciar estando ahí y deteniéndose para admirarla en silencio, un absoluto y completo silencio, sólo alterado por los demás coches pasando, en el horizonte lejano.
Y así durante kilómetros hasta que finalmente llegas a la bahía de Saint Jean y todo se torna aún más inmenso, si cabe. Recorremos la bahía cerca del mar y empezamos a ver los primeros barcos de pescadores en el horizonte. Seguimos avanzando por las sinuosas pistas, a veces con pequeñas dunas, y finalmente entramos en la playa para recorrer los cincuenta kilómetros hasta el campamento. Por la mismísima playa donde las dunas tocan el mar y el Atlántico rompe a nuestra derecha, pudiéndolo oler y tocar prácticamente.
Llegamos pronto al campamento, así que aprovechamos para bañarnos y esperar de nuevo a la puesta del sol sobre el mar. De vuelta al campamento de noche, el manto de estrellas sirve de techo para otra noche más en un campamento animado y con ganas de más aventura.
El desierto del interior de Mauritania
Es hora de tomar rumbo hacia el interior de Mauritania. Nos dirigimos hacia el este hasta Atar, donde iniciaríamos una de las etapas más espectaculares del viaje: la que une Atar y Tabrenkout a través de Valle Blanche y el paso de Tifoujar. ¡Una etapa que sería, sencillamente, espectacular!
Tomamos la pista hacia Chinguetti subiendo unas montañas de piedra rota que quitan el hipo. Tras el puerto de montaña tomamos rumbo suroeste hasta llegar al oasis de Mheirith. Para alcanzarlo hay que descender por una pendiente muy pronunciada y rota, llena de piedras. De nuevo el coche muestra su buen hacer en terrenos complicados y técnicos como este tramo. Una vez abajo, hay que atravesar el poblado, con sus gentes saludándonos a nuestro paso, y volver a subir la colina por el otro lado del valle. La vista desde este punto es inolvidable: hasta donde alcanza la vista vemos desierto, sólo alterado por el oasis, lleno de verde y vida, fruto del pequeño río que lo cruza. Nos quedaríamos aquí mucho tiempo, mucho, pero hay que seguir adelante, así que seguimos la ruta hasta la entrada del Valle Blanche. Y a partir de aquí, todo es puro espectáculo natural.
Un valle repleto de arena, con montañas de roca rota de tonos marrones oscuros, con poblados tradicionales repletos de niños sonrientes y locales que nos dan la bienvenida a nuestro paso. Arena y tramos de piso más duro... Esto es pura diversión para los amantes de la conducción en 4x4: terreno divertido, retante, técnico, y paisaje inmejorable. El coche sigue llevándonos a través de cualquier terreno sin ningún problema. Con cualquier coche, siempre y cuando se conduzca con atención, conservando y cuidando la mecánica, todo va bien. Y el Land Crusier lo convierte en algo más sencillo aún, hecho que permite disfrutar más del entorno. ¡Y vamos que si lo disfrutamos! Lo que vino tras la aldea de Tifoujar fue, sencillamente, ¡alucinante!
Tomamos rumbo sureste a través de un amplísimo río de arena en ascenso constante, serpenteando entre montañas, y finalizando en una enorme explanada también de arena donde la única salida se denomina Paso de Tifoujar, y se trata de una muy pronunciada pendiente de unos doscientos metros. Sin problema: reductora, poco a poco, y arriba nos plantamos. Y desde este punto más alto de la montaña se puede contemplar todo lo que hemos recorrido hasta aquí: el Valle Blanche, el río de arena, el desierto... Sin palabras...
Pero el día nos deparaba más sorpresas aún: las dunas de Foum Tizigui. Disfrutamos como niños de la conducción por las dunas, anaranjadas por la luz de la incipiente puesta de sol. Paramos en una de ellas a esperar a los grupos que van por detrás y a disfrutar del entorno, de la finísima arena de las dunas, que pisamos descalzos.
Hacemos fotos a diestro y siniestro para intentar recordar este momento inigualable. Pasan los grupos, cae finalmente el sol y bajo la luz de la luna hacemos los últimos kilómetros de la etapa, por terreno plano. Esa noche el campamento en Tabrenkout volvió a ser una fiesta: hoy ha sido uno de esos días que nunca se olvidan en toda la vida.
Senegal y llegada a Lago Rosa
De Mauritania nos quedó simplemente llegar a la capital, Nouakchott, descansar y tomar rumbo a la frontera con Senegal, atravesando el Parque Natural de Dwaling, donde el río Senegal y sus derivaciones llenan de verde y de fauna el paisaje. El cruce de frontera volvió a ser rápido y pudimos llegar a media tarde al camping en la Langue du Barbarie, en Saint Louis. ¡Momento ideal para disfrutar de otro baño en el Atlántico!
Y tenemos la sensación de que Senegal se nos va a quedar corto, porque nos despertamos ya en el día de la última etapa del viaje, en la que llegaremos al mítico Lago Rosa cerca de Dakar, tradicional punto final del Rally Dakar en sus tiempos por África y punto y final también del Sahara Desert Challenge, el viaje que nos ocupa.
La etapa empieza recorriendo los pequeños poblados cerca de la costa. La pista es sinuosa, divertida, entre pequeñas lomas bajas, con arena pero no muy técnica. Seguimos disfrutando del Toyota como nunca. Los primeros baobabs hacen acto de presencia.
Cuando llegamos a la localidad de Lompoul, conducimos hasta el océano, donde hacemos un picnic en el pequeño bosque que da paso a la playa. Los siguientes ochenta kilómetros hasta el Lago Rosa los hacemos de nuevo por la orilla del Atlántico hasta que finalmente salimos de la playa para realizar los últimos kilómetros, los más emotivos, pues rodean el Lago Rosa.
Y allí está, más rosa que nunca, visible incluso a nivel de suelo. Rodeamos el mítico lago lentamente, saboreando la sensación de haber cumplido un reto. Cuesta creer, pero finalmente nos hacemos a la idea una vez nos dirigimos a la playa de nuevo para recibir el banderazo final bajo el arco de llegada, donde celebramos la consecución de un reto descorchando unas botellas de cava y haciendo gran brindis colectivo. El Sahara Desert Challenge 2015 ya queda atrás, y con él, un enorme puñado de buenos recuerdos que durarán toda la vida.