No hace tanto tiempo que la noción del "coche conectado" parecía otro escenario de fantasía cuyos vaticinios nunca llegarían a cumplirse, igual que esas fabulosas revistas divulgativas de comienzos del siglo XX que profetizaban futuras autopistas en las nubes o las no menos dislocadas nociones sobre el automóvil nuclear engendradas en los años 50 al calor del átomo. Y sin embargo, aquí estamos.
Hoy en día el coche conectado es una realidad en continua evolución. Pero sobre todo, es un concepto increíblemente amplio, que va mucho más allá de la capacidad para recibir llamadas telefónicas sin tocar el móvil o recibir actualizaciones en tiempo real sobre el estado del tráfico. De cara a la próxima década, sin irnos tan lejos, formará parte intrínseca del cambio de paradigma propiciado por la irrupción de los vehículos autónomos.
Pero antes de mirar tan lejos, tal vez debamos echar la vista atrás para comprender cómo hemos llegado a un presente ya dominado por tecnologías de conectividad como Ford Sync, que han cambiado radicalmente la forma en la que interactuamos con nuestro coche.