Todos sabemos que en la época dorada de los muscle car en la década de los '60, el genio Carrol Shelby se sacó de la manga una soberbia creación al juntar un potente V8 americano con un chasis AC. El engendro anglo-americano resultante fue el emblemático Shelby Cobra.
Pero aunque el difunto Carrol fue quien mayores éxitos cosechó gracias a la implicación de Ford en el proyecto, lo cierto es que no fue el único que tuvo una idea como aquella. Bill Thomas fue otro visionario que dio a luz al Cheetah, otro deportivo fascinante y sin medias tintas auspiciado bajo el paraguas de Chevrolet, aunque por desgracia en su caso la suerte no estuvo de su lado.
Bill Thomas y la fórmula de su antídoto
Bill Thomas nació en 1921 y pronto demostró su devoción por Chevi, preparando los Chevrolet Corvette para un equipo de carreras hasta que en 1960 montó su propia compañía: Bill Thomas Race Cars. ¿Hay algo más propio del sueño americano que tener una fábrica de coches de carreras con tu nombre?
Poco después de su fundación y gracias al buen trabajo que estaba realizando, General Motors estableció contacto con él para que preparase los Chevrolet Corvail, los Bel-Air 409 del '62 y los Biscayne para carreras de drag y para la Pikes Peak International Hill Climb. Además, tras conseguir el apoyo de Vince Piggins (GM Performance Product Group), antes de darle luz verde en 1963 para el proyecto Cheetah, GM también le fichó para desarrollar lo que posteriormente se conocería como Chevrolet Nova.
Pero aquella luz verde sólo era parcial, ya que lo que GM quería era un concept car y para conseguir montar el primer prototipo, Thomas y su mano derecha, Don Edmunds, tuvieron que recurrir a financiación privada. Usando sus contactos en competición, Thomas consiguió un V8 smallblock 327 de Corvette, una transmisión Muncie y el resto de piezas vinieron de aquí y de allá. Hasta los frenos se tomaron de un Chevy de la NASCAR.
Fue todo un reto conseguir ensamblar un coche que fuera completamente funcional. No había un proyecto delimitado sobre papel, no había planos, los bocetos eran poco más que simples esbozos de Edmunds con los componentes principales, pero sin medidas, sin cotas, sin saber cómo se juntaría una pieza con otra.
Mediante un proceso bastante personal, Edmunds juntó la planta motriz en el suelo del taller y las medidas del chasis las iba marcando con tiza sobre las piezas del bastidor. De esta poco ortodoxa manera, Edmunds creó un chasis bastante radical al que Thomas dio el visto bueno tras unos ligeros cambios. Sólo había un problema: Thomas quería que su compañía se luciera con un prototipo que dejase a GM con la boca abierta como ejercicio de diseño, no por ser un coche de carreras.
Pero luego Thomas cambió de opinión, decidió que también debería correr en los circuitos para dar a conocer el prototipo antes siquiera de presentarlo a GM como concept car. Con un chasis que no estaba diseñado para aguantar el estrés de la competición, no había rigidez suficiente para hacerlo bien en carrera, algo de lo que no se dieron cuenta hasta que no empezaron a hacer las primeras pruebas serias.
Para aumentar la rigidez, sobre la parte inferior del chasis esbozaron una estructura adicional una carrocería en madera contrachapada, la enviaron a fabricar a California y les llegó de vuelta un cuerpo completo fabricado en aluminio.
Cheetah, el Chevrolet bastardo
Dentro de su pequeña y sinuosa carrocería, el Cheetah GT albergaba un chasis multitubular de cromo molibdeno unido mediante soldadura TIG. Las proporcionalmente cuatro enormes ruedas se mantenían pegadas al suelo gracias a un esquema de suspensiones independientes
Sobre la estructura de tubo se acoplaba un motor V8 en una posición exageradamente retrasada con respecto al eje delantero. Esta configuración desplazaba el habitáculo hasta situarlo prácticamente sobre el eje trasero, obligando a los ocupantes del biplaza a llevar las piernas por los laterales del motor.
Para favorecer la conducción en épocas de mucho frío (nótese la ironía) los escapes fabricados a mano salían por los laterales, pero antes discurrían muy cerca de las piernas rodeando las extremidades de los ocupantes.
Si el Cobra te parece un coche pequeño, el Cheetah resultaba poco más grande que un motor, un eje de transmisión, un diferencial y cuatro ruedas, todo ello cubierto por una pequeña carrocería de fibra de vidrio de formas similares a las del Shelby Daytona Cobra Coupé de 1964. De hecho, el Cheetah era tan corto que no había árbol de transmisión, el extremo de salida de la caja de cambios Borg-Warner de cuatro relaciones se unía directamente con el diferencial con sólo una unión entre ellos.
Estaba fabricado para ser ágil como el felino del que toma su nombre, pero también para correr como un demonio gracias a su V8 small block 327 de Corvette al que se aumentó la cilindrada hasta las 377 pulgadas cúbicas (6.177 cc). No hay cifras exactas, pero con el cronómetro en la mano, el Cheetah GT era más rápido que el AC Cobra en las carreras de aceleración
Aunque la marca nunca lo reconoció de manera pública, se dice que General Motors proporcionó cierto apoyo al proyecto Cheetah bajo cuerda. No obstante el pequeño deportivo independiente prometía mucho gracias a una distribución muy similar a la de un coche con motor central para un peso que rondaba escasamente los 680 kg y que le hacían extremadamente rápido en pista.
Popularidad y carreras, promesas de éxito
El debut del primer Cheetah iba a ser en el año 1963 en Los Angeles Times Grand Prix, pero dos días antes durante unos entrenamientos el piloto Don Hovarth estrelló el coche. La carrocería de aluminio se sustituyó por una de fibra de vidrio y hubo que esperar hasta el 1 de febrero de 1964 para una segunda oportunidad que tampoco fue precisamente bien. No terminó la primera vuelta.
Aquella sustitución de los paneles de la carrocería revertieron una nueva pérdida de peso, reducción de costes y mayor facilidad para efectuar reparaciones. A partir de entonces todos los Cheetah equiparon un exterior fabricado en fibra de vidrio.
A lo largo de la temporada 1964 Jerry Titus, piloto y periodista de la revista Sports Car Graphic, popularizó el modelo y en 1965 aquella unidad pasó a manos de Jerry Entin consiguiendo buenos resultados. Incluso apareció en la película Spinout (Fiesta en California) de Elvis Presley.
Las siguientes unidades fueron adquiridas por pilotos profesionales, tres de ellas por Allan Green. Una para correr la Challenge Cup pilotada por Jerry Grant, otra para participar en la United States Road Racing Championship y una tercera para que su mujer la utilizase en el día a día. Los americanos son así.
Pero los problemas de sobrecalentamiento hacían que fuese un coche demasiado delicado. Se recurrió al uso de radiadores más grandes de los Pontiac de NASCAR, se crearon infinidad de aberturas en la carrocería. Pero esos no fueron los únicos problemas de los Cheetah con el calor.
Un final amargo y prematuro
Por desgracia y a medida que la popularidad de los Cheetah crecía, el que podría haberse convertido en el rival más temible del Cobra se perdió de forma irremediable en la memoria. Sólo unas pocas unidades se produjeron antes de que en 1965 la fábrica de Bill Thomas sucumbiera ante las llamas en un terrible incendio. Los coches en proceso y todo el material se perdió
Como curiosidad, de las dos marcas que participaron en la fabricación de las carrocerías de fibra, Fiberglass Trends, la primera, fue desestimada debido a problemas con sus moldes de producción. Posteriormente, tras el cierre forzoso de Bill Thomas Race Cars, comenzaron a producir réplicas del Cheetah bajo la denominación GTR destinadas a carreras de aceleración.
Tras no pocas idas y venidas, los derechos de fabricación pasaron por varias manos. Desde 2010 Ruth Engeneering y Racing Inc of Granton Ohio intentan relanzar el concepto con un modelo actualizado llamado RER Cheetah Evolution con una base formada por componentes actuales.
El Cheetah verde que puedes ver en las imágenes es la número 7 de 11 que se estima fabricaron, una de las de Allan Green. Aunque no hay una cifra exacta, sí se sabe que se completaron 19 chasis y 33 carrocerías por separado. Las dos primeras unidades montaron el cuerpo en aluminio, las ocho siguientes tenían la carrocería de fibra de vidrio y una unidad más la montó Fiberglass Trends para el propio Bill Thomas.
Sin duda, un coche muy especial que forma parte de la historia oculta del automovilismo americano y que será subastada el 19 de agosto en la subasta Bonhams (Carmel, California).