Un reportaje de investigación realizado por Reuters deja en entredicho la privacidad de los clientes de Tesla, después de que varios ex empleados de la firma capitaneada por Elon Musk afirmasen en una entrevista con la agencia de noticias que además de acceder a las imágenes captadas por los coches, “muchas veces las difundían en chats privados”.
Presuntamente, por dichos chats no solo corrían como la pólvora escenas "íntimas" de la vida privada de millones de propietarios, sino también imágenes sensibles relacionadas con accidentes, como por ejemplo, el atropello de un niño. Y todo “por salir de la rutina”, entre otros motivos.
"Había mucho contenido del tipo del que yo no querría que nadie viese jamás"
Según el reportaje de Reuters, firmado entre otros por el investigador Steve Stecklow (quien cuenta con un Premio Pulitzer en su haber), entre 2019 y 2022 varios ex empleados de Tesla compartieron a través de sus sistemas de mensajería interna vídeos e imágenes “en ocasiones muy invasivos” grabados por las cámaras de los coches de los clientes.
"Había mucho contenido del tipo del que yo no querría que nadie viese jamás", decía uno de los ex empleados que decidieron hablar con los periodistas de la agencia francesa bajo anonimato, y que por el momento no han obtenido respuesta de la firma californiana.
De ser ciertas, estas informaciones contradicen frontalmente el principio que la propia Tesla recalca a sus clientes en su página web, donde reza que “su privacidad es y será siempre enormemente importante para nosotros”, aunque las imágenes o los vídeos no hayan sido difundidos de forma pública y se hayan quedado en chats internos.
Según las declaraciones recogidas por Reuters algunas de las grabaciones captaron a clientes de Tesla “en situaciones muy embarazosas” y comprometidas incluyendo desnudos, grabaciones donde aparecen juguetes sexuales y un largo etcétera. Pero en los diferentes chats privados también se habrían compartido imágenes sensibles de accidentes de tráfico.
En este sentido, uno de los vídeos más perturbadores que aseguran haber visto los entrevistados es "el que recoge un accidente ocurrido en 2021 y que mostraba a un Tesla circulando a gran velocidad por una zona residencial y golpeando a un niño que iba en bicicleta", según otro ex empleado. "El niño voló en una dirección y la bicicleta en otra", afirmaba el testigo.
Otras imágenes eran más mundanas, como fotos de perros y señales de tráfico graciosas que los empleados convertían en memes añadiéndoles comentarios divertidos antes de publicarlas en chats de grupo. Según varios de los entrevistados, mientras que algunas publicaciones sólo se compartían entre dos empleados, "otras podían ser vistas por decenas".
Tesla afirma en su denominado “Aviso de privacidad” para sus clientes que las grabaciones de las cámaras de sus coches “son anónimas y no están vinculadas a usted o a su vehículo”.
Pero siete de los ex empleados entrevistados por Reuters afirmaron que el programa informático que utilizaban en el trabajo podía mostrar la ubicación de las grabaciones, lo que potencialmente podría revelar dónde vivía el propietario de un Tesla.
Compartieron sin saberlo incluso uno de los coches de Elon Musk
Otro de los entrevistados puntualizó que muchas de las grabaciones "parecían haberse hecho cuando los coches estaban aparcados y apagados". Aunque en la actualidad esto ya no se permite, en su momento esto hizo que se pudiera "ver el interior de los garajes y las propiedades privadas".
De hecho, hace tres años algunos empleados de Tesla dieron con un vídeo de un singular vehículo sumergible aparcado dentro de un garaje y al ver que se trataba del apodado "Wet Nellie", el submarino Lotus Esprit blanco que aparecía en la película de James Bond de 1977 ‘La espía que me amó’, no dudaron en compartirlo.
Resultó que el propietario del vehículo era el propio Elon Musk, que lo había comprado en una subasta en 2013. No queda claro si el CEO estaba al tanto de que las imágenes existían ni de si se habían compartido, pero el hecho en sí deja en evidencia que nadie que tuviera un Tesla estaba a salvo de sus imágenes privadas circularan por los chats.
Para elaborar este reportaje, Reuters se puso en contacto con más de 300 antiguos empleados de Tesla que habían trabajado en la empresa en los últimos nueve años y habían participado en el desarrollo de su Autopilot.
Y aunque solo una docena accedieron a responder (todos ellos bajo condición de anonimato) ninguno compartió imágenes o vídeos con los reporteros, pues todos aseguraron “no tener nada guardado”. La agencia de noticias tampoco pudo determinar si la práctica de compartir grabaciones continúa dándose en la actualidad o cuán extendida estaba.
Incluso algunos ex empleados se quedaron al margen y aseguraron que, “el único intercambio de imágenes que observaron se dio con fines legítimos de trabajo, como la búsqueda de ayuda de colegas o supervisores”.
El uso compartido de vídeos delicados ilustra una de las características menos benévolas de los sistemas de inteligencia artificial: a menudo requieren ejércitos de seres humanos para supervisarlos, en su tarea de ayudar a entrenar a las máquinas para que sean capaces de descifrarlas.
Ni los propios empleados de Tesla querían conducir uno por miedo
Desde aproximadamente 2016 Tesla ha empleado a cientos de personas en África, y más tarde en EEUU, para etiquetar imágenes y ayudar así a sus coches a aprender a reconocer peatones, señales de tráfico, vehículos de construcción, puertas de garaje y otros objetos encontrados en la carretera o en las casas de los clientes.
Para lograrlo, los trabajadores tenían acceso a miles de imágenes grabadas por las cámaras de los coches en las que identificaban los objetos. Tesla ha ido automatizando cada vez más el proceso y el año pasado cerró un centro de etiquetado de datos en San Mateo (California).
Pero por ejemplo en Buffalo (Nueva York) sigue empleando a cientos de personas encargadas de esta tarea. Muestra de ello es que en febrero Tesla declaró que su plantilla había aumentado un 54 % en los seis meses anteriores, hasta alcanzar los 675 empleados.
Solo en la oficina de San Mateo la mayoría de los trabajadores eran jóvenes de entre 20 y 30 años, nativos digitales y consumidores habituales de redes sociales. Antiguos empleados describieron “un ambiente desenfadado en salas de chat en las que los trabajadores intercambiaban bromas sobre imágenes que veían mientras etiquetaban”.
Algunos creaban emojis a medida “para hacer referencia a chistes internos de la oficina”, según explicaron varios de los entrevistados. Entre ellos, había perros, coches interesantes y clips de personas grabadas por las cámaras de Tesla tropezando y cayéndose. Pero también había contenido perturbador, como “alguien que parecía arrastrado al interior de un coche aparentemente contra su voluntad”, dijo un ex empleado.
En la entrevista, dos ex empleados llegaron a decir que no les molestaba que se compartieran imágenes privadas, alegando que “los clientes habían dado su consentimiento” o “que hacía tiempo que la gente había renunciado a cualquier expectativa razonable de mantener la privacidad de los datos personales”. Otros tres, sin embargo, dijeron que les preocupaba.
“Es una violación de la intimidad”, dice otro. “Me molesta porque no creo que la gente que compra el coche sepa que no se respeta su intimidad. Podíamos verlos haciendo la colada y otras cosas muy íntimas. Podíamos ver a sus hijos”.
El director ejecutivo del Instituto de Ciberseguridad y Privacidad de la Universidad Northeastern de Boston, David Choffnes, califica de “moralmente reprobable” el hecho de que los empleados de Tesla compartieran vídeos e imágenes sensibles al ser consultado por los periodistas. “Cualquier ser humano normal se horrorizaría”.
Además, el experto señala que la difusión de contenido sensible y personal “podría interpretarse como una violación de la propia política de privacidad de Tesla”, lo que podría dar lugar a la intervención de la Comisión Federal de Comercio de EEUU que vela por el cumplimiento de las leyes federales relativas a la privacidad de los consumidores.
Lo cierto es que para desarrollar sus sistemas de asistencia a la conducción como el Autopilot, en todas sus versiones, Tesla recopila una gran cantidad de datos a través de los millones de vehículos que ha vendido en el mundo.
La empresa pide a los propietarios que den su permiso en las pantallas táctiles de los coches antes de que Tesla recopile los datos de sus vehículos. Y en su "Aviso de privacidad del cliente", Tesla explica que si un cliente acepta compartir datos, "su vehículo puede recopilarlos y ponerlos a disposición de Tesla para su análisis".
Este análisis "ayuda a Tesla a mejorar sus productos, características y diagnosticar problemas más rápidamente". Pero también afirma que los datos pueden incluir "breves clips de vídeo o imágenes", y asegura que estos no están vinculados a la cuenta del cliente ni al número de identificación del vehículo, "ni le identifican personalmente".
Carlo Piltz, abogado especializado en privacidad de datos, dijo a Reuters que "sería difícil encontrar una justificación legal bajo la ley europea de protección de datos y privacidad" para que las grabaciones de los vehículos circulen internamente cuando este hecho "no tiene nada que ver con la provisión de un coche seguro o la funcionalidad" del Autopilot de Tesla.
Ante la pregunta sobre los motivos de esta supuesta conducta en las oficinas de Tesla, un antiguo etiquetador describió el intercambio de imágenes como "una forma de romper la rutina". Otro describió como con el intercambio de vídeos "se ganaba la admiración de los compañeros".
Y aunque en ocasiones al parecer los responsables de Tesla reprimían el intercambio inapropiado de imágenes en los canales internos, "ya que afirmaban que esta práctica infringía la política de la empresa", aun así, las capturas de pantalla y los memes basados en ellas siguieron circulando por los chats privados de la plataforma, según explicaron varios ex empleados.
Estos aseguraron que una de las ventajas de trabajar para Tesla como etiquetador de datos en San Mateo era la posibilidad de ganar como premio el uso de un coche de empresa durante uno o dos días.
Pero algunos de los afortunados ganadores se volvieron un poco paranoicos ante el hecho de tener que aceptar conducir estos coches eléctricos. "Saber cuántos datos son capaces de recoger esos vehículos ponía nerviosa a la gente", dijo uno de los entrevistados.