En un rincón de un pintoresco cementerio cerca de Nueva Jersey, al este de EEUU, se erige un monumento funerario único que sorprende y cautiva a partes iguales a quienes lo visitan: la impresionante réplica a tamaño real de una limusina Mercedes-Benz 2400 D de 1982, hecha a mano a partir de un bloque de granito de 32 toneladas.
Para terminar la escultura se necesitó un equipo entero de artesanos y hasta 17 meses de trabajo minucioso. No sólo es una obra de arte, sino que este homenaje tan especial representa un sueño que no pudo cumplirse en vida y sella una promesa entre hermanos.
Una promesa cumplida, aunque no como cabría esperar
Ray Tsé
¿Qué amante de los coches no soñaba de adolescente con tener “ese” coche especial cuando se sacase el carnet? Todos hemos tenido al menos un coche preferido que, por el motivo que fuera, destacaba entre los demás y nos hacía suspirar. En el caso de Raymond (Ray) Tsé, su fantasía era tener un Mercedes.
Ray Tsé vivía y estudiaba en Hong Kong (China) pero visitaba a menudo a su hermano mayor David, un exitoso hombre de negocios establecido cerca de Nueva York (EEUU), con el que compartía su pasión por los coches. Este poseía varios modelos de alta gama que fascinaban a Ray, así que David, que conocía su debilidad por la marca alemana, le prometió que cuando cumpliese 17 años le regalaría el Mercedes más lujoso del mercado.
Desgraciadamente Ray Tsé murió en 1981 en Hong Kong a consecuencia de una enfermedad cuando apenas tenía 15 años, sin haber podido siquiera sacarse su preciado carnet de conducir.
Sin embargo, su hermano mayor quiso cumplir su promesa y encargó a los artesanos de la cantera ‘Rock of Ages’ de Barre (Vermont, EEUU) un monumento funerario a imagen y semejanza de una limusina Mercedes-Benz 2400 D de 1982 a tamaño natural. El modelo preferido de Ray.
Los artesanos emplearon más de un año y medio en crearla a partir de un bloque de granito que originalmente pesaba 66 toneladas (y que al parecer costó unos 250.000 dólares de la época). Para que fuera lo más fiel posible, como no podían contar con una limusina real como modelo porque no se fabricaba en EEUU, David pidió los diseños a la propia Mercedes-Benz en Alemania, y la marca se los cedió.
Una vez terminada, en agosto de 1983, se instaló tras el sencillo mausoleo donde está enterrado Ray. Su peso final era de 32 toneladas, e hizo falta transporte especial para transportarla y luego poder instalarla en su lugar definitivo.
El tallado es meticuloso, preciso en cada detalle, salvo por la falta del adorno del capó y los espejos retrovisores laterales por deseo expreso de David, pues habrían sido demasiado fáciles de arrancar por los vándalos (o podrían haber sufrido especialmente con el paso del tiempo). Tanto en el frontal como en la zaga se puede leer en las matrículas "RAY TSE".
Más allá del nombre de Ray, no hay fechas ni rótulos visibles en el monumento ni en el mausoleo que se alza entre la vegetación del cementerio de Rosedale, a las afueras de Newark (Nueva Jersey). Se dice que, hasta su muerte en 2020, David iba a diario a visitarlo y mantenía muy cuidado el entorno.
Uno de los asistentes al funeral de Ray en su día, llamado Richard, que también era inquilino de uno de los bloques de apartamentos propiedad de David Tsé, explicó allá por 2019 algunos de los detalles sobre el monumento y su historia a Weird NJ: "David era unos veinte años mayor que Ray. Cuando el chico murió, sus padres no pudieron aceptar la pérdida y enviaron el cuerpo aquí para enterrarlo. Ni siquiera asistieron al funeral".
“A los asistentes nos dieron dinero de juguete y lingotes de oro falso para que los arrojáramos a una lata con fuego para que Ray tuviera riqueza en la otra vida” (…). “También nos dieron dinero de verdad, lo que habría sido una falta de respeto rechazar. A mí me dieron 30 dólares, que guardé en un cajón y no volví a tocar en cinco años”, contaba.
Según él, el mausoleo de Ray y su Mercedes ocupan cuarenta parcelas del cementerio, que en total costaron medio millón de dólares de la época.
El Mercedes de Ray sigue aparcado en su sitio a día de hoy, y no sólo cumple con la promesa de David a su hermano, aunque no de la forma que él hubiera esperado. También se erige como un monumento a su amor fraternal. Aunque la vida los separó, su vínculo perdura a través de esta obra de arte, recordándonos la importancia de cumplir nuestras promesas y honrar a nuestros seres queridos. Como dijo Johann Wolfgang Von Goethe: “El honor de un hombre puede seguirlo más allá de la tumba”.